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La problemática actual en relación con la educación para la sexualidad
Educar no es sencillo. Cuando los niños se convierten en jóvenes la autoridad formal de los padres deja paso a la autoridad moral, que no siempre es aceptada por los hijos. Todos los padres y educadores desearíamos que nuestros hijos fueran felices, quisiéramos evitarles el sufrimiento y alejarlos de los errores a los que su inexperiencia pudiera llevarlos.
Desgraciadamente, esto no es tan sencillo. Padres bien intencionados, después de inculcar en sus hijos una buena formación, de haber promovido su autoestima y orientado una adecuada toma de decisiones, los han alertado sobre los peligros externos e internos en el mal uso de la sexualidad humana, y de pronto se enfrentan al problema de que sus hijos, ya jóvenes, actúan de manera contraria a los valores que se les ha trasmitido.
Muchas veces los padres nos sentimos angustiados y desplazados al ver que no podemos corregir una conducta que probablemente ocasione un daño a nuestros hijos, pues el tiempo de la formación ha pasado y aunque siempre podemos aconsejarlos, ellos no siempre nos escucharán.
Ante esta situación hay que recordar que los seres humanos somos libres, y en base a esa libertad, no siempre se actúa en forma adecuada. Somos responsables de nuestros actos, pero no de los de los demás. A nosotros nos corresponde hacer todo lo que esté en nuestras manos, pero no podemos imponer, ni aún en nombre del amor, ninguna acción a nadie. Ese es el fundamento de la libertad. Es un principio duro e ineludible. Muchos padres podrán responder: “Se dice fácilmente, pero no resulta fácil hacerlo”. Por supuesto, tienen toda la razón.
Analicemos: ¿Cuándo se ha podido lograr que algún adulto haga algo que no desea hacer, y menos que piense como no desea pensar y en contra de su voluntad?
Quizá sea mejor mostrar respeto al hijo en su individualidad, lo que no significa necesariamente aceptar como buenas todas las decisiones que tome. Exponer los propios puntos de vista, poner límites y exigir una buena conducta no equivale a falta de respeto, porque los padres también tenemos derecho a ser respetados.
Para lograr esto último podemos considerar las siguientes líneas de actuación:
· Ser franco. Podemos conseguir una mejor comunicación con nuestros hijos cuando les exponemos nuestros valores y razones. Porque conocerse mutuamente es el primer paso para aceptarse. Una vez que uno se ha aceptado a sí mismo y ha aceptado a sus padres como son, es más fácil mantenerse en su sitio y decir lo que se desea, sin disculparse por ello.
Los padres debemos hablar con claridad y firmeza, para no dar lugar a malas interpretaciones o a manipulaciones, pero al mismo tiempo es necesario que aprendamos a escuchar a nuestros hijos, conozcamos sus razones y seamos comprensivos e incondicionales en nuestro amor de padres.
· Ser asequible. Implica estar dispuestos a ayudar a nuestros hijos no sólo en los problemas, sino también en el manejo de sus sentimientos. Compartir experiencias es una forma de acercamiento emocional, por ello el valor de las confidencias es siempre actual. Comentar con los hijos las propias experiencias y las de nuestros contemporáneos sobre el noviazgo y la amistad, provoca en ellos la reflexión de que todos hemos pasado por semejantes problemas, por tanto, no deben abrumarse con los suyos, pues siempre existen soluciones adecuadas. Para los hijos es tranquilizante saber que sus padres tuvieron un amor adolescente, quizá no correspondido, o problemas de celos, o depresión por una falta de logro en este campo, y que tales problemas fueron superados; esto centra a los hijos en la posibilidad de lucha y en la seguridad de poder superar los problemas.· Reforzar el amor propio del hijo. Es necesario hacer a los hijos responsables de sus decisiones y de la evaluación de sus opciones. Cuando se desaprueba o no se está de acuerdo con la decisión de un hijo, deben darse las razones para ello, siempre de una manera en que no queden dudas sobre su opinión, pero que deje la autoestima del hijo intacta; nunca se le debe humillar, ridiculizar o ironizar. Esto solamente se logra mediante un profundo respeto a su persona y es señal de la aceptación del hijo como tal, a pesar de sus errores o defectos.
La conducta agresiva de los padres se demuestra no sólo en actos, sino también en actitudes que pueden ser peores que el mismo acto. La agresión provoca agresión, y los hijos generalmente la reprimen en relación con sus padres, ocasionando rencor y falta de comunicación posterior.
A continuación expondremos algunos problemas comunes que se presentan cada vez con más frecuencia en el mundo moderno durante la adolescencia y juventud de los hijos.
El sexo según algunos hombres y mujeres
¿Qué piensan algunos hombres?Para los hombres más carentes de valores, la mujer es solamente una conquista, un ser deleitable, un objeto intercambiable o desechable cuando se convierte en un problema para seguir disfrutando de ella.
Algunos hombres guían sus criterios por ciertas canciones y video-filmaciones que mencionan o exhiben sólo un atributo de la mujer: su cuerpo; que se conoce como un bien concupiscente, un objeto placentero físicamente hablando. La mujer no es considerada como persona, con sentimientos y espiritualidad, capaz de amar y ser amada con todo lo que representa el amor. Este tipo de hombres, a semejanza de los protagonistas de los videos, ni siquiera han reflexionado en ello. Aunque busquen siempre a las mujeres en función del sexo, en privado y entre sus congéneres, las desprecian, las consideran solamente objetos.
La intimidad sexual no representa en sí misma amor; esta confusión la viven más fácilmente las mujeres. El hombre no relaciona tanto la donación corporal con el amor, como lo hace la mujer comúnmente. El Lic. Gerardo Canseco expresa esta idea en una frase muy apropiada: “A los hombres les encantan las mujeres fáciles, pero no las aman.” Si un hombre no está dispuesto a esperar, seguramente tampoco tendrá la fortaleza para luchar toda su vida por su matrimonio.
Estos criterios equivocados se han filtrado en numerosos ambientes juveniles. Los muchachos con frecuencia manipulan a las jóvenes para lograr un objetivo inconfesable: disfrutar de ellas y afirmar su capacidad de seducción.
Cuando alguna muchacha afirma que tiene relaciones con el novio en turno porque la ama, es recomendable preguntarle: “¿Te ama a ti, o quiere solamente que te acuestes con él? ¡Ponlo a prueba! En la siguiente ocasión que te lo proponga, dile que no lo harás más. . . Si te quiere a ti y no al sexo, aceptará.” En la práctica, 90% de las veces el joven no vuelve a ver a la muchacha porque sólo le interesaba la aventura fácil, el disfrute momentáneo y evitar todo compromiso.
La lógica indica que si las mujeres obtuvieran amor por hacer el sexo, quienes se dedican a la prostitución, deberían ser muy amadas. . ., por desgracia ocurre todo lo contrario, lo cual puede constatarse por los apelativos con los cuales el mismo hombre se refiere a ellas. El respeto a la propia madre, común en estos hombres, proviene precisamente de considerarla fuera del sexo por diversión. . . o por paga.
El respeto masculino, aunque en público los hombres digan lo contrario, aumenta cuando el varón comprende que una determinada mujer no está dispuesta a tener sexo con él, ni con ningún otro, no porque no pueda, sino porque no quiere. . .El hombre que busca sexo en toda mujer disponible, se considera muy viril, pero juzga como “locas” o ninfómanas a las mujeres que tienen la misma intención para con los hombres.
La pornografía, la violación y el abuso sexual, tan difundidas actualmente, hacen ver que la genitalidad se considera en nuestra época no sólo una expresión más del cuerpo, sino el centro de la misma existencia. El bombardeo sexual de los medios de comunicación trasmite un mensaje angustiante para el sistema hormonal masculino, tan excitable fácilmente por vía visual: “Se ve, pero no se toca”, el cual ha producido una generación de vouyeristas (el vouyerismo se clasifica como una perversión sexual franca).
Los hombres que pasan horas viendo películas o revistas pornográficas excitándose y teniendo sexo de papel, ¿no viven acaso en una constante frustración? Estos hombres saben que jamás obtendrán la felicidad total mediante el sexo, pero están convencidos de no poder prescindir de él en esa forma.
¿Qué opinan algunas mujeres?
El lenguaje debería servir para expresar con claridad las ideas. A través de algunos medios de comunicación masiva, actualmente se utiliza una terminología inadecuada que provoca una confusión semántica, la cual, a su vez, refleja una confusión ideológica.
“Hacer el amor”, por ejemplo, frase tan en boga, es sólo una manera de confundir la mentalidad de las personas en relación con el amor. “Ámala plenamente”. . .eslogan para promover la venta de preservativos, es otro ejemplo muy actual en el que se deforma el concepto del verdadero amor.
Algunas mujeres temen que al no mantener satisfechos genitalmente a los hombres, éstos busquen a otras más dispuestas. . . con la consiguiente pérdida de su “amor”. En caso de que esto suceda, vale más que se pregunten: ¿qué quería él de ellas?, ¿sólo su genitalidad?
Otras mujeres, con base en una liberación femenina mal entendida, practican las relaciones sexuales sin ningún recato y con ello se sienten modernas e interesantes. ¿Son por ello más felices, o lo serán en el matrimonio?
Hace algunas décadas ciertas mujeres decían que tenían que transigir sexualmente por motivos económicos. Ahora que la mayoría de ellas son autosuficientes económicamente y también han tenido sexo prematrimonial, los matrimonios parecen ser menos felices que antes, lo cual se comprueba por las altas tasas de divorcio en todos los países. No cabe duda que el divorcio deja en la pareja una sensación de fracaso.
Estas mujeres no comprenden que el sexo no es una panacea. El sexo no produce amor por sí mismo. No saben, en cambio, que el sexo en un contexto de amor y de respeto por la persona sí puede hacerlo, porque es parte de una entrega personal, total y definitiva. Si no existe el amor, el sexo no lo produce.
El sexo no es remedio de frustraciones y ansiedades, más bien las genera. El sexo puede considerarse un “nuevo opio del pueblo” en quienes se dejan envolver por él.
El acto físico del sexo aislado del amor, nunca puede establecer una verdadera intimidad, pues no implica un vínculo con la persona, sino sólo unión de cuerpos. El sexo se convierte con demasiada facilidad en hábito; es fácilmente asequible y gratificante a corto plazo y con poco esfuerzo, pero casi siempre imposibilita para el verdadero amor que sí requiere esfuerzo continuo.
El Dr. Garth Woody y muchos otros médicos opinan, como hemos señalado, que “los seres humanos no necesitan en absoluto el sexo, pues existen otras maneras mucho mejores de demostrar amor y afecto”.
¿Qué piensan algunos padres de familia?
En teoría, numerosas personas aceptan el comportamiento humano sano, como lo mejor para el buen funcionamiento de un individuo. La mayoría acepta que en la sexualidad humana es importante el pudor y la abstinencia sexual. Muchas de ellas creen que la virginidad es un componente esencial en las mujeres y un fundamento de una familia sana. Otras también reflexionan acerca de la sexualidad como compromiso de dos personas, dos voluntades, dos criterios, en el que interviene la abstinencia no solamente femenina, sino también masculina.
Generalmente algunos padres de familia les explicamos lo anterior a los jóvenes, pero pocas veces lo ponemos en práctica. Tenemos refranes muy conocidos sobre la libertad sexual en el hombre, y de hecho numerosos padres aceptamos “por abajo del agua” los comportamientos irresponsables de sus hijos varones en el área de la sexualidad, opuestos a la educación que a este respecto se da a la mujer y a la conducta que se le exige.
En muchas ocasiones los padres tratamos de instruir a nuestros hijos en la genitalidad, para lo cual les proporcionamos dinero o los llevamos a casas de prostitución, pues tememos que si no tienen prácticas sexuales, pierdan su hombría y quizá se vuelvan homosexuales. . .
Un psiquiatra dedicado por más de 20 años a atender jóvenes adolescentes refiere que muchos casos de homosexualidad han sido ocasionados por una actitud irresponsable del padre al llevar a su hijo con una trabajadora sexual “para hacerlo hombre”.
El primer contacto genital de una persona marca su vida en una forma trascendental. Algunos de los muchachos enfrentados al sexo en un contexto de negocio, sin amor, sin afecto y en muchas ocasiones sin el mínimo trato de respeto o aseo, caen en un estado de repudio y de asco a la mujer, que propicia en algunos de ellos la búsqueda de un refugio en la homosexualidad.
Otros padres sabemos que nuestros hijos llegan tarde a la casa, que sus amigos no tienen costumbres morales aceptables y aún así les proporcionamos dinero y permiso, aunque éste no sea verbal, para que asistan a reuniones o lugares donde son comunes los contactos sexuales entre los jóvenes, sin advertirles del peligro al que se exponen.
Estos padres y madres pensamos que tal aprendizaje es parte de la experiencia de todo joven. Creemos que nuestros hijos requieren este tipo de experiencias para madurar y que no existe otro medio para instruirlos en lo referente al sexo, pues no se nos ocurre que la educación no consiste en enfrentar experiencias torpemente, sino en trasmitir a los jóvenes información valiosa que les sirva para conocer los peligros a los que con frecuencia están expuestos. Pareciera que nos sentimos obligados a “ayudarlos” y nos preguntamos ¿cómo podría el joven hacer frente a toda esa inquietud genital, si no los encaminamos?
Algunos padres y educadores se refieren a la abstinencia sexual despectivamente en forma directa o indirecta, con frases como: “No le hagas caso a tu tía solterona. . .”, que implican que la abstinencia sexual produce neurosis. Otros llegan a comentar que Juan o Margarita se fueron a un convento porque lo más seguro es que estaban “traumados sexualmente”. O que tal joven es exagerado y se duda de su virilidad porque “no se acuesta con la novia” ni busca experiencias sexuales.
¿Cómo es posible que teniendo actitudes tan negativas en la práctica, hacia la abstinencia sexual, nuestros hijos deseen seguir esta conducta como algo positivo?
¿Es realmente posible para el hombre ser abstinente sexual?
Hemos insistido en que la abstinencia no causa ningún daño físico ni psicológico a la persona, si ésta la acepta como un bien, por su voluntad; de ahí la importancia de la educación que, en palabras y en actitudes, expresa que la abstinencia es lo adecuado, deseado y esperado en el comportamiento del joven. Si el padre de familia es el primero que considera la abstinencia en los jóvenes como una actitud que es ilusa e imposible; si cree que, al no practicar el sexo no sabrán comportarse en el matrimonio, ¿cómo podrán con esta forma de pensar orientar a sus hijos en relación con el logro de este valor?
Si tomamos en cuenta que el impulso sexual en el área biológica es semejante en parte a la conducta de los animales (nunca se ha visto que perros, gatos o caballos requieran clases de educación genital para aparearse), simplemente debemos considerar que la cópula es una actitud natural en el ser humano, y acrecentada por el respeto y el amor se realiza como acto sexual amoroso, naturalmente.
Tampoco es verdad que la abstinencia sexual implique alguna lesión psicológica, si bien las actitudes nunca deben ser impuestas. Cuando un joven decide que debe posponer sus relaciones sexuales hasta el momento en que satisfaga los requisitos para poder esperar una relación plena y trascendente en la relación estable, que se llama matrimonio, su actitud manifiesta madurez y salud mental, existe un motivo que la justifica y no representa ningún daño.
Muchos casos en cambio, de daño temporal o definitivo se constatan en el área médica y psicológica por el mal uso de la sexualidad, pero ninguno por una actitud responsable y voluntaria hacia la misma.
En la práctica, la abstinencia sexual, aún entre casados, es necesaria y frecuente, por espaciamiento de los nacimientos, enfermedad o ausencia de alguno de los cónyuges.
Las personas que optan por el celibato también se abstienen voluntariamente de las relaciones sexuales. Al respecto, Dana Densmore, fundadora del Instituto Artemis, escribe: “El celibato consiste en elegir una vida de autonomía, responsabilidad ante uno mismo, preciosa soledad y total dedicación de las propias energías al trabajo que tenemos entre manos, en vez de dedicarlas a una relación sexual.”
¿Es fácil llevar la castidad?
Al igual que muchos logros de nuestra vida diaria: el trabajo, el estudio, ahorrar 20 años para comprar una casa, o cinco para comprar un coche, hacer deporte, que a veces implica no sólo renuncias, sino también un verdadero sacrificio que el joven acepta y realiza feliz, pues busca un bien mayor, la castidad tiene dificultades que se superan con base en el dominio de la voluntad. También se requiere voluntad para terminar una carrera a pesar del esfuerzo que conlleva, de las caídas y levantadas. Sin embargo, cuando alguien ve que algo es valioso, y lo quiere, lo consigue. . . Lo importante es querer, para después poder hacer el esfuerzo necesario a fin de lograrlo.
Los jóvenes deben saber que la abstinencia sexual es posible, y no es dañina; descubrir sus ventajas, para que la practiquen por iniciativa propia.
Fomentar actitudes irresponsables en la sexualidad masculina ha contribuido a que exista un alto índice de hijos sin padre, a la práctica del aborto, al adulterio, al divorcio. . .
Los hijos no se engendran solos, son producto de 50% delos varones, ¿dónde están éstos para hacer frente a sus responsabilidades?
Los padres debemos ser los primeros en apoyar cambios positivos de conducta social, ¡Empecemos por nuestros propios hijos!
¿Qué piensan algunos jóvenes acerca del matrimonio?
Con frecuencia los jóvenes de ambos sexos comentan la conveniencia de buscar otras alternativas al matrimonio. Piensan que es innecesario casarse y que unirse a su “pareja” sin compromiso les es más conveniente. ¡Ni hablar de los hijos, ya que éstos pueden evitarse!, pues consideran su presencia como una molestia y una intromisión que no les dejará “realizarse”.
Para algunas mujeres es común pensar que cuando se desee para cubrir necesidades afectivas, puede tenerse un hijo y después prescindir del padre, por lo cual sólo se requiere una convivencia transitoria, con el solo fin de engendrarlo, como si el hijo no tuviera derecho a una familia.
Todas las estadísticas muestran las cifras crecientes de divorcios hoy día. Los jóvenes lógicamente se preguntan si valdrá la pena casarse, para después sufrir un inminente divorcio. Sin pormenorizar las cifras, es necesario señalarles que también existen magníficos matrimonios que duran toda la vida, y que este estado es la vocación más común en el ser humano que aspira a la felicidad compartida y al goce de los hijos como un gran bien para los esposos.
En cuanto a que el matrimonio supone la alegría en su realización, es indudable la frase: “se casaron y fueron felices”, con la cual terminan las historias de amor, es muy optimista, pero de ninguna manera equivale a decir que será fácil alcanzar la felicidad en esa relación. De hecho, existen muy pocas cosas fáciles y enriquecedoras al mismo tiempo. “Todo lo que vale cuesta” y el sufrimiento no está ausente de la vida de los hombres, pero cuando existe el verdadero amor se es capaz de dar la vida.
¿El pudor es algo pasado de moda?
Desde la época de la Revolución Francesa se generó una tendencia educativa que idealizaba el término “libertad”. Se decía que la sociedad no permite el libre y pleno desarrollo del individuo, sino que lo pervierte y una educación estricta lo limita y conduce a la frustración. En ese contexto no mostrar el cuerpo con “naturalidad” fue tomado como una represión social, fruto de una educación carente de libertad. Actualmente dicha premisa está siendo revalorada, al ser confrontada con los más heterogéneos comportamientos sociales.
¿Existe un pudor natural?
La psicología y la sociología afirman que los humanos tenemos una tendencia natural a tener un “territorio” personal que definimos física y psicológicamente. Todos hemos experimentado en forma tangible esa sensación desagradable que se produce en las aglomeraciones del metro, los camiones, los elevadores, etc., donde el contacto físico de los cuerpos es ineludible, y en el que se percibe una falta de privacidad, una intromisión a nuestro territorio.
En el ámbito psicológico se siente una agresión, una falta de respeto, cuando una persona a la que no hemos “invitado” a pasar a nuestro territorio interior, nos invade con preguntas o comentarios. El ser humano vive en sociedad, interactúa con otros, invita a quien le inspira confianza a compartir su territorio, es decir, sus inquietudes, dudas, problemas, tristezas y alegrías, pero no desea ser invadido.
Este territorio es de tamaño variable según cada individuo. En nuestra intimidad existen pensamientos, vivencias alegres, penosas, desconcertantes que no pueden ser compartidas con cualquier persona, porque no sabemos si la apreciarán adecuadamente, ni cómo reaccionarán al conocer nuestros pensamientos más íntimos, si los comprenderán o los criticarán. Al exponer los sentimientos íntimos, cualquier persona puede ser dañada, puede volverse vulnerable si su interlocutor no tiene la intención y la capacidad de comprenderla y respetarla.
Quizá algunas experiencias valiosas para nosotros no tengan significado para los demás y sean, en cambio, significativas para alguien que comparte nuestra amistad. El territorio de la intimidad es frágil, como un cristal que puede ser empañado, astillado o roto para siempre, por eso requiere un cuidado especial.
La sexualidad es la entrega de la intimidad corporal y espiritual, y al ser algo tan valioso sólo puede ser entregada a quien se ha comprometido a compartir en forma exclusiva y para siempre la vida de la persona amada, aceptando la responsabilidad del posible fruto de ese compartirlo todo.Ofrecer nuestra intimidad es aceptar ser vulnerable ante esa otra persona. Quien se hace vulnerable está indefenso, expone a la vista del otro lo que nadie conoce, su propio ser personal. La entrega en el amor, por tanto, exige un profundo respeto a la intimidad del “otro”.
El pudor nunca podrá estar pasado de moda porque todo ser humano tiene una intimidad que proteger. La intimidad no puede ser violada, sólo la persona la ofrece libremente al ser amado en prueba de confianza; es como si dijera: “Me pongo indefenso ante ti. . .”, porque se sabe que el amado responderá: “Sé lo que ese regalo significa, y ello me vuelve más responsable de tu bien. . .”
Sin el pudor estaríamos indefensos ante otros. Debido a que no todos son capaces de amarnos, hay que cuidad a quién ofrecemos nuestra intimidad. En cuanto a la sexualidad, lo óptimo sería guardar para la “persona especial” con la cual compartiremos nuestra vida, el tesoro del lenguaje con el cual el cuerpo expresa la profundidad del amor y la entrega de todo el ser personal.
Si después de ofrecer intimidad con todo lo que implica física y espiritualmente, quien la recibió traicionó nuestra confianza, se produce una herida espiritual y psicológica muy profunda.