El valor de ser diferentes

...Sin embargo hubo un punto en el que todas coincidimos: la importancia de la familia.

2007-06-19

Con motivo de celebrar sus 41 años, Laura organizó una pequeña reunión donde invitó a varias “chicas” de la época del colegio. Con algunas nos vemos seguido, con otras no, como es lógico, la vida nos fue llevando por diferentes caminos.

Había de todo: solteras, casadas, divorciadas. Y de variadas profesiones; amas de casa, educadoras, una bióloga, otra nutricionista dedicada a fomentar la lactancia materna, una que trabaja con chicos autistas, otra con medios de comunicación, una que tiene agencia de viajes, otra secretaria ejecutiva, etc.  También nuestras identidades religiosas eran de todo tipo; estaban las católicas “prácticas”, las agnósticas, una que me habló de lo bueno que es “constelarse”, otra que tiene una filosofía de vida bastante diferente a todas, viviendo en el campo en comunidad,  alimentándose de lo que crece de la tierra, asistiendo a reuniones donde se contemplan tradiciones que pertenecieron a los ancestros indígenas que poblaron estas tierras.

En fin, la verdad es que la diversidad era el punto en común para todas. Y todas habíamos salido de un medio similar, viviendo en el mismo barrio, yendo toda la vida al mismo centro educativo. Sin embargo cuando tuvimos que hacer un proyecto de vida, cada una buscó aquel con el que mejor se identificaba.

De todas formas hubo un punto en el que todas coincidimos: la importancia de la familia. Todas esas “chicas” de 41 años, con diferentes situaciones de vida, coincidíamos en que para cada una no había en la vida nada tan importante como la familia. Nuestros hijos, maridos, o parejas, son el motor que nos mueve cada día para hacer lo mejor posible nuestro trabajo, a fomentar buenos valores en nuestros hijos para que hagan el día de mañana un mundo mejor, trabajando hoy nosotras también por lograrlo.

Muchas veces he escuchado gente que después de estas reuniones de viejos amigos, salen un poco desencantadas por “lo diferentes que somos todos ahora”. Para mí fue una velada de lo más enriquecedora. Me encantó ver tantas diferencias, y poder valorar lo que cada una ha hecho con su vida.  Con el tiempo, uno aprende que lo diferente es bueno, que nos completa y nos complementa.  Por eso, celebro este encuentro de viejas amigas, y espero fomentar en el futuro nuevas reuniones, siempre con ese mismo espíritu que tuvo Laura al juntarnos a todas: conocernos más, acercarnos y disfrutar con los aportes que cada una puede hacer desde su experiencia de vida.

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