Invasión gatuna

La historia de un niño y su mascota, una gata que divierte y acompaña al niño en sus vacaciones con anécdotas que nunca olvidará: “Todo andaba lo más bien hasta que ocurrió lo peor. Era un día de lluvia de tardecita y estábamos jugando a las cartas…”

2004-11-24

En vacaciones fuimos unos días al campo. Allí conocí a Tita.

Tita es una gata que tiene cinco gatitos. Enseguida nos hicimos amigos. La llamé Tita porque cada vez que mi hermano Teo de un año, la veía gritaba "Catita, ca-tita."

Yo le daba leche y ella me dejaba agarrar a sus cachorros y cuando iba a pescar, me guardaba alguna mojarrita y hasta un dientudo y en las casas se los daba porque a los gatos les gusta el pescado. Tita, la gata, se los comía y no le daba nada a sus hijitos creo que para que no se clavasen las espinas. Aunque es raro porque me dijo mi papá, que sabe de todo, que las mojarritas no tienen espinas.

Todo andaba lo más bien hasta que ocurrió lo peor. Era un día de lluvia de tardecita y estábamos jugando a las cartas. Mis dos hermanos chiquitos, Juana y Teo, andaban por ahí jugando pero no los veíamos. En eso escuchamos un quejido humano, (según mamá), y se asustó:

- Juanita, ¿sos tú, que te pasa?

Y vemos entrar por la puerta muy oronda a Tita, mi gata, maullando. Papá sólo tiene un defecto, odia los gatos, entonces le chistó para que se fuera y hete aquí que Tita enloqueció y se empezó a trepar por todos lados. Primero se subió a una mesa que tenía rueditas y con el impulso se movió. Aterrada Tita corrió y saltó sobre un estante donde estaba el teléfono. Y, ¿no se enreda en un cable y el aparato cae el suelo sin remedio?!

A esta altura el ambiente en el cuarto era un caos. Papá abría puertas y ventanas a ver si lograba que el felino, (se les dice también así), saliera. Nosotros subidos a los sillones gritábamos, unos de risa y otras, las nenas, de miedo. Y mi mamá que siempre está poniendo orden exclamó:

- ¡Basta! ¡Se acabó! ¡Se van todos a otro cuarto así el gato se tranquiliza! Difícil que se tranquilice, pensé yo. Lo último que vi antes de irme fue a Tita prendida a la pantalla de una lámpara enorme que hay y que con el peso quedó recostada contra la pared. No sé si fue la astucia de mis padres o que Tita no aguantó el calor de la bombita de luz, la cuestión es que por fin salió.

Y esa es la historia de Tita, mi mascota por poquito tiempo.

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