Gracias por la vida
"Señor, aunque yo no tengo familia, ni a veces dónde dormir ni comer, y vivo mucho en la calle, quiero agradecerte porque tengo la vida".
Cuentan que en una pequeña iglesia de un barrio de Montevideo, en el momento de la oración de los fieles - que ocasionalmente se hace en voz alta - las personas pueden acercarse al altar y hacer sus peticiones. Hace poco, una adolescente de aspecto muy modesto, se puso en la fila y, cuando le llegó su turno, dijo:
"Señor, aunque yo no tengo familia, ni a veces dónde dormir ni comer, y vivo mucho en la calle, quiero agradecerte porque tengo la vida".
Se hizo un momento de silencio y, acto seguido, una señora se acercó, tomó el micrófono, y dijo:
"Señor, yo quiero agradecerte por la vida de esta chica", palabras que fueron apoyadas con un espontáneo aplauso de los presentes.
Este hecho, aparentemente intranscendente, sin embargo es muy significativo, reconfortante y muy oportuno en estos momentos de dificultades, porque nos ayuda a darnos cuenta de que - aún en medio de situaciones límite - hay siempre espacio en el ser humano para reconocer y agradecer, antes que nada, el regalo irrenunciable del derecho a la vida.
Esta chica lo había comprendido. Es para pensar.