El adiós a una amiga

Muchas veces a lo largo de la vida nos preguntamos: ¿Por qué Dios permite ciertas cosas como la enfermedad que tuvo que llevar Sofi durante tantos años? ¿Por qué ahora? ¿Por qué ella?

2004-11-24

Muchas veces a lo largo de nuestras vidas nos preguntamos "¿Por qué Dios permite ciertas cosas?" como la enfermedad que tuvo que llevar Sofi durante tantos años. Hoy la pregunta que nos hacemos todos es: ¿Por qué ahora? ¿Por qué ella?

Ella, que tenía tanto más para dar, tanto más para recibir, tanto más para enseñarnos. Pero entonces, nunca es bueno el momento para despedirnos de aquellas personas a las que adoramos.

Hoy, aceptamos esta partida con alegría porque ahora sabemos que las respuestas a nuestras preguntas siempre estuvieron ahí, nada más hacía falta descubrirlas. Pocas veces se ven, en la Tierra, mensajes de Dios tan claros como, sin lugar a dudas, lo fue Sofi.

No se pueden encontrar palabras suficientes ni lo suficientemente significativas para describir lo que nuestra amiga significó para nosotras, la huella imborrable que marcó y el ejemplo excepcional que nos dio.

Sofi nunca se sintió diferente. Su enfermedad nunca fue un impedimento para que hiciera lo mismo que cualquiera de nosotras, lo demostró claramente, desde los detalles más chiquitos(como usar el pollerín de hockey) hasta en los más notables como fue, sin duda alguna, la decisión de hacer su fiesta de 15.

La imagen que todos guardamos de ella es la de una chica sonriente, de constante buen humor (inclusive y especialmente, en los momentos más duros y dolorosos). Una chica aferrada a sus principios y valores, y dispuesta a enfrentarse a cualquiera que se atreviera a discutírselos. Esa imagen viva de una chica que gozaba de todo lo que la vida le ofrecía, que a todo le encontraba un sentido, todo lo analizaba con gran altura y profundidad, de una Amiga con mayúscula, que se desvivía por los que quería, y que nunca le faltaban palabras y gestos de cariño para aquel que estaba a su lado.

Al principio la considerábamos nuestra igual, pero a medida que pasó el tiempo fuimos tomando conciencia de este Angelito, que nos había prestado Dios (y que como toda cosa prestada, debe ser devuelta en algún momento). Supimos que Sofi nunca fue ni sería nuestra igual, sino que ese tesoro con el cual convivíamos día a día fue mucho, mucho más que eso. Ella nos enseñó que ningún dolor, por más grande que fuera, debía opacar nuestra felicidad.

Nos enseñó a sonreírle a la vida, SIEMPRE.

GRACIAS SOFI

17 de Diciembre, 2000

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