Cultura del deseo

Los jóvenes de hoy – no por culpa propia – parecerían tener el alma más frágil y débil porque no están acostumbrados a soportar carencias.

2004-11-24


Los jóvenes de hoy - no por culpa propia - parecerían tener el alma más frágil y débil, porque no están acostumbrados a soportar carencias. Se les habla poco de ejercitar y desarrollar la voluntad. Los programas de educación ignoran palabras tan elementales como virtud, deber, disciplina y se habla demasiado de "estímulo", "motivación", "realización", etc.

Los padres y profesores modernos, acostumbrados al comportamiento "light" de la sociedad del confort, pretenden formar sentimientos, pero no la voluntad. Aquella definición de hombre que dio Max Sheler como "asceta de la vida", ha pasado de moda. La cultura del libro, que ayudaba a pensar y tener ideas, ha sido desplazada por la actual cultura de la imagen que va orientada a desarrollar sensaciones en desmedro de la capacidad de reflexión.

Los "ideales" de superación han sido sustituidos por los "deseos" de cosas. Y los jóvenes se han convertido en máquinas de deseos que se pueden tentar, dirigir y manipular a través del mundo de las sensaciones e imágenes.

El hombre de hoy - señalaba Isaac Riera - rige su conducta, no por el principio de superación, sino por el principio de no-frustración. Como consecuencia de esto, existe en nuestra sociedad una enorme masificación de los comportamientos y de los hábitos. El joven se "mimetiza" a lo que se impone en el ambiente: modas, músicas, actitudes, etc.  Deja de ser él mismo y se transforma en un ser exactamente igual a todo el mundo y tal como los demás esperan. No se anima a ser un Don Quijote, prefiere el anonimato, no distinguirse del resto.

Frente a esta situación, nos preguntamos si es mejor esta actitud que aquella de los jóvenes del 68, capaces de dar su vida por un ideal. Sea cual sea la respuesta, a todos corresponde recuperar un valor esencial de la vida cívica: la virtud de la solidaridad. Y entendemos que la familia es el escenario apropiado para entrenarse y descubrir la alegría de compartir y de preocuparse por los demás. Pues lo que se aprende en la familia, permanece toda la vida.

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