El perdón de los niños

Es bueno volverse como los niños que son más generosos y espontáneos en el perdón. Somos los mayores: susceptibles, egoístas porque tenemos una opinión muy alta de nosotros mismos y nunca aceptamos sentirnos disminuidos, en una palabra, falta de humildad.

2004-11-24


Queremos compartir la siguiente anécdota que nos dará pie para algunas reflexiones que nos pueden ayudar a ver de otra manera las distintas situaciones de nuestro día.

La mamá de Andrea, una niña muy observadora de cinco años de edad, estaba sentada en silencio, en actitud pensativa. En determinado momento, cerró los ojos como para aislarse del entorno. A Andrea le entró curiosidad y preguntó: “Mamá, ¿por qué estás con los ojos cerrados?” A lo que la mamá contestó: “Porque le estoy pidiendo perdón a Dios por las veces que te he rezongado y no tengo paciencia contigo”. Entonces, la que se quedó pensativa fue Andrea, y antes de que su madre tuviera tiempo de nada más, le dice muy conmovida: “No te preocupes, Mamá. Yo ya te perdoné”.

Es bueno volverse como un niño, generoso y espontáneo en el perdón, cuando la vida nos pone frente a situaciones que consideramos ofensivas o agresivas. En algunos casos, puede que sean realmente así, pero en la mayoría de los casos – lamentablemente - nuestra propia subjetividad y, ¿por qué no decirlo?, nuestra propia soberbia, nos hace ver ofensas donde no las hay.

Si somos sinceros y nos examinamos, comprenderíamos que muchas veces somos nosotros los que mal interpretamos las actitudes o las intenciones ajenas. Además, solemos ser más susceptibles de lo que creemos porque tenemos una opinión tan alta de nosotros mismos que no aceptamos sentirnos disminuidos. A veces también, es probable que tengamos prejuicios que no podemos vencer fácilmente y que no nos dejan ver nuestra realidad personal y egoísta.

En cambio, los niños nos enseñan a perdonar sin prejuicios ni distinciones – aunque se trate de nuestra propia madre – porque lo hacen sin vacilación, con la sinceridad de un alma limpia de rencores, con humildad y verdadero amor. Si hiciéramos como ellos y perdonáramos con más frecuencia, con generosidad y sin rencor, tú y yo estaríamos en paz.

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