¡¡¡Ese es mi padre!!!

“De mi niñez recuerdo sobretodo un padre y una madre que se quieren y se respetan. Dicho así parece muy fácil, pero hoy en día, ¡qué complicado lo hacen los matrimonios!...Se pelearían, ¿cómo no?, pero no delante nuestro; por no dejarnos injustamente amargados.”

2004-11-24


El título de este artículo me pone en la difícil situación de elegir un día en mi niñez. Y es difícil porque yo diría que todos fueron inolvidables; cómo no serlo en un ambiente en el que hay amor, alegría, sentido del humor y perdón rápido y a otra cosa.

Además de juegos divertidos inventados en el momento, castigos que se llevan con lágrimas y suelen acabar en risas y cachadas. Y sobretodo un padre y una madre que se quieren y se respetan.

Dicho así parece muy fácil, pero hoy en día, ¡qué complicado lo hacen los matrimonios! Un padre y una madre se quieren no por hacerse arrumacos, o decirse alguna vez una cosa linda, sino porque uno busca servir al otro, ayudarlo, defenderlo de nuestros externos. Se pelearían, ¿cómo no?, pero no delante nuestro sin dejarnos injustamente amargados.

Entonces ¿cómo elegir ese día el más caliente y bochornoso del verano? Mucho tiempo atrás habíamos planeado con amigos pasarlo en la playa. Veraneábamos en una chacra lejos del mar. Cuando amanecimos y vimos ese día tan bochornoso nos miramos entre nosotros con un aire de complicidad. Papá que nos llevaba pero no se bañaba en la playa.

No nos animábamos a recordárselo, pero nuestros amigos nos esperaban allí. Al final el más audaz se le acercó y le dijo tartamudeando: "y Papá… ¿iremos a la playa?". Papá, transpirado, contestó admirado: "¿por qué no?". Nuestros gritos y saltos de alegría en vez de incomodarlo le provocaron una amplia sonrisa, y en menos de un cuarto de hora todo estaba pronto y al auto…

Y allí subimos, papá teniendo que manejar más de una hora entre risas, gritos, peleas… y allí bajamos ávidos de caer cuanto antes en el agua. Salió un ejército de niños al encuentro, pero lo evadimos y al agua y bien fría la necesitábamos y mucho rato hasta sacarnos todo el calor acumulado. Al salir de ella empezamos a jugar toda clase de juegos.

Pasaban las horas sin que nos diéramos cuenta. Es cierto que yo miré varias veces al auto, pero papá leía el diario bajo la sombra de una triste rama, otra vez se había bajado y trataba de descansar apoyándose en un tronco de árbol, otra vez caminaba hacia un barcito que quedaba algo lejos. Sin duda a tomar algún refresco. Así llegó al final el momento de irnos. Sabíamos que era la hora pero papá ni la bocina nos tocó. Los más responsables animábamos a los atrasados: "vamos, papá debe estar muerto", "nos va a matar". Y bueno… con aire de arrepentidos nos fuimos acercando al auto. Llenos de arena, mojados y no del todo felices, como me siento ahora de recordarlo.

Papá sólo dijo "y,… ¿lo pasaron bien?". Allí salió un Síííí grandote. Después de todo éramos agradecidos. Recuerdo el sudor de papá, recuerdo que se esforzaba por mostrar interés en quiénes habíamos ganado los juegos, si no nos había pasado nada feo… Se esforzaba por preguntarnos detalles. "¿Y tú por qué no ganaste si sos el más ligero?… " Y al fin llegamos a casa.

Mamá alarmada por la hora. Con razón se enojaba si dejábamos arena por todos lados. Ella nos había preparado toda esa vianda tan rica que comíamos cada vez que teníamos hambre, y había llenado de hielo una especie de heladerita para poner los jugos. Todo eso sin que nosotros ni siquiera lo supiéramos. Abrazó y besó con cariño a papá. "Y tú pobre, ¿cómo lo pasaste?", "yo, el mejor de todos" contestó.

Él habrá pensado que no nos dimos cuenta de nada, pero hoy después de casi un siglo cuando mencionaron: "un día inolvidable" enseguida recordé ese día, esos padres, esa familia. Todo eso que te da fuerza para vivir la vida luego, cuando es normal, cuando es dura, cuando es más dura...

 

BUSCADOR