950 gramos de amor

Estos chiquitos sacan lo mejor de uno. Definitivamente son la alegría de las familias.

2008-10-02


Formalmente se llama Francisco pero es tan chiquitito que semejante nombre es casi  más grande que él mismo.  Por eso lo llaman Panchito, porque por ahora es nada más que  un proyecto de persona que, con el tiempo, llegará a ser --  Dios mediante  – Pancho como su padre.   Nació hace pocos meses, prematuro, con síndrome de Down, y pesó apenas 950 gramos.  Vino al mundo  acompañado por su hermano mellizo Nicolás que pesó 1 kilo 200 gramos y con quien compartió dos meses de CTI donde fueron bautizados por su propio padre inmediatamente después de nacidos.  Entre susto y susto, superaron la primera etapa hasta que, por fin, hoy los dos se encuentran felizmente en casa.

Panchito y Nicolás fueron niños muy deseados por Patricia y Pancho, especialmente teniendo en cuenta que la familia ya contaba con cinco niñas y Papá Pancho soñaba con tener hijos varones porque, como buen hincha de Peñarol, quería que fueran futbolistas.  Y ellos vinieron de a dos porque, para entrar en una familia de tantas mujeres, los varones necesitan  apoyarse mutuamente.

A pesar de su condición, Panchito es un ser con personalidad..  Ya en la incubadora,  se recostaba displicentemente como si estuviera descansando en una hamaca en Hawai, siempre tranquilo. Nicolás, en cambio,  es más inquieto y, hasta a veces, tiene cara de enojado.  Pero para comer,  Panchito come porque el que pide la comida es Nicolás, pero a su vez a Nicolás le gusta dormirse recostando su cabeza sobre Panchito.

Toda la vida de la familia gira alrededor de los mellizos.  No es para menos.  Pero están felices porque son dos seres muy queribles.  Las hermanas están en primera fila para atenderlos, tanto que una de ellas – María Eugenia, de 11 años – decidió por su propia cuenta jugar especialmente con una niñita Down que concurre al colegio  donde ella va,  especialmente porque quiere saber cómo actúan, juegan y piensan los chicos Down y así ella va a comprender y a ayudar  mejor a su hermano Panchito.  Porque Panchito trajo al nacer 950 gramos de amor de Dios a la familia, que era todo lo que cabía en su pequeño ser, para repartirlo entre todos y así poder decir, desde el corazón aquella oración que tanto repetía San Josemaría: “Hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima Voluntad de Dios sobre todas las cosas.  Amén.  Amén”.

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