La importancia de cada vida
Siempre entendí que la grandeza de un cargo público está en función del servicio a los más débiles y desamparados..., en este caso de los “no nacidos”.
Tal vez esta breve carta sea un tanto simple, pero he comprobado a lo largo de mis cincuenta y tantos años, que las alegrías más simples son sin embargo las más profundas.
Hace unos pocos días acompañé a una de mis hijas a hacerse una ecografía. Ella espera su primer bebe y yo mi segundo nieto. Al llegar al consultorio caí en la cuenta, de que no era algo intrascendente lo que íbamos a vivir, en mi caso; iba a conocer a mi nieto de 11 semanas. Me paré frente a una pantalla y creo que por unos instantes me olvidé de respirar. Ante mis ojos y en tres dimensiones, un minúsculo bebe, ajeno a mi presencia movía sus piernitas y bracitos. Allí estaba, inocente y feliz, ajeno a la guerra, a los Oscar de la Academia, y a todo lo que conmueve al mundo actual.
Al instante un pensamiento de tristeza apretó mi corazón: ¡cuántos como tú dejan de existir dentro de sus mamás al ser practicado un aborto!
No soy especialista en el tema, no soy abogada, no soy médico, soy una simple mujer uruguaya que un día fue madre y hoy será abuela. Si alguno de los legisladores que desde hace tantos meses trabajan sobre el tema del aborto hubieran visto a “quien” yo vi, seguro que tomarían otro rumbo sus acciones. Siempre entendí que la grandeza de un cargo público está en función del servicio a los más débiles y desamparados..., en este caso de los “no nacidos”.