El terruño

“...la esperanza de volver es como el color verde del paisaje. Porque ese color no muere nunca del todo. Se desvanece en el invierno para surgir nuevamente en cada primavera.”

2004-11-24

 

El terruño es ese pedazo de tierra que nos vio nacer.

De la unión entre la naturaleza que se nos da y el hombre que la recibe y la hace suya, surge el arraigo. Sentimiento que nos lleva a querer ese lugar donde nacimos y crecimos.

Y cuando ese lugar es campo, campo y campo, ese sentimiento se traduce en un agradecimiento a Dios, por la vida toda. Nada como el campo para sentir la vida. Porque allí todo es vida. Desde que amanece hasta que anochece y de ahí hasta que vuelve a amanecer.

Siempre con ese sabor a campo que se siente en el aire y entra por los poros de la piel, despacio… para quedarse. Aunque haya que partir. Y la partida sea sin retorno, el amor por la tierra está ahí. En cada poro. Y crece… Y al partir, el corazón se lleva un pedazo de ella, para poder hacerle frente al desarraigo. Y en el tren, al partir, la maleta descansa en el asiento, cargada de sueños por vivir y esperanzas por volver.

Y el ritmo de las ruedas, al girar sobre los rieles parece que va diciendo: ¡vuelve! ¡vuelve! Y pasan los días, los meses y los años. Y la esperanza de volver al pago, no se pierde. Está ahí, dormida. Junto al amor por el lugar que nos arropó al nacer, surge entonces otro sentimiento: la nostalgia. Nostalgia que se lleva en el alma y en el corazón. Se expresa en la mirada que se empaña cuando los recuerdos vienen a la memoria. Y se expresa también con palabras o silencios.

Silencios que se hacen necesarios cuando volvemos de visita a la querencia. La garganta se anuda y el paisaje se distingue borroso aunque brille el sol, porque las lágrimas se agolpan con la misma intensidad con que las imágenes vividas surgen en la mente. Las palabras sobran. Sólo existe el deseo de extender la mirada y abrazar ese pedazo de tierra que una vez nos cobijó. Entonces, en ese breve encuentro con el pasado, el corazón vuelve al ritmo de los pájaros que surcan el cielo y se siente libre. Libre como los animales que retozan por el campo.

Y comprueba que la esperanza de volver es como el color verde del paisaje. Porque ese color no muere nunca del todo. Se desvanece en el invierno para surgir nuevamente en cada primavera.

BUSCADOR