La aventura educativa: 25º aniversario de un colegio

Quien planta un árbol, al igual que quien educa, apuesta al futuro.

2004-11-24


En nombre del personal del Colegio, en esta fecha tan especial, quisiera dar gracias por el quehacer cotidiano. No tanto por el colegio de los 25 años, sino por el colegio de todos los días.

Los seres humanos acostumbramos a celebrar los números redondos y olvidamos que todos los grandes aniversarios están hechos de días, días comunes y pequeños.

La labor educativa se realiza en ese aparentemente insignificante lunes o martes cualquiera de cualquier mes, cuando suena el timbre con su estrépito imperativo; cuando se borra un pizarrón y se vuelve a llenar, bajo una tenaz llovizna de tiza; cuando se limpia un salón o se atiende el alboroto del comedor; cuando risas y palabras van y vienen; cuando se formulan preguntas; cuando hay respuestas y cuando no las hay.

Cuando uno ve un árbol grande, frondoso, firme, tiene que saber que no alcanzó ese tamaño en forma repentina, sino que cada día, imperceptiblemente, creció un poquito, cambió un poquito.

Las hojas, las flores y los frutos que son tan bonitos y útiles se nutren de lo que no se ve, de lo oculto, de esas ávidas raíces que se hunden para sostenerlo y alimentarlo.

Quien planta un árbol, al igual que quien educa, apuesta al futuro. No se estanca en el cálculo egoísta ni en la ansiedad de quien busca los resultados inmediatos.

Así como el árbol toma los nutrientes de su entorno pero le devuelve muchos beneficios, quien se embarca en la aventura educativa sueña con hacer del mundo un lugar mejor donde vivir.

Por todo esto, nosotros quisimos regalarle al colegio, en esta fecha tan especial, un árbol.

Quisiéramos que fuera un reconocimiento a todas aquellas personas que de un modo u otro, en distintas etapas de la historia, desde distintos roles -los más visibles y los más silenciosos- han colaborado, en ese minúsculo entretejerse de los días, para que el colegio cumpla hoy estos 25 años.

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