Los pastores de Belén

Qué suerte tan grande tuvieron esos pastores porque pudieron ver con sus propios ojos al Niñito Jesús recién nacido, nada menos que el hijo Dios en la Tierra que vino para salvar al mundo. ¿No te hubiera gustado a ti también verlo como ellos lo vieron?

2004-11-24

Había una vez, hace muchísimo tiempo, unos pastores que cuidaban los rebaños de ovejas en las praderas y montañas. Eran unos cuantos muchachos que tenían la misión de vigilar que las ovejas que sus dueños les habían confiado pastaran tranquilamente durante el día y que no les pasara nada. Durante la noche los pastores se turnaban velando sobre las ovejas para que ningún animal las atacara o ningún ladrón viniera a robarlas. La vida de estos pastores era bastante dura y sacrificada en realidad porque pasaban las horas y hasta los días lejos de sus casas. Vivían a la intemperie y comían lo que podían: tal vez algo de pan con queso y alguna fruta. Pero, a pesar de esa vida difícil, ellos eran felices. Les bastaba con estar todos juntos, al aire libre, como los pájaros en el campo abierto, sin nada que los atara.

Un día, ya al caer la noche, estaban los pastores charlando tranquilamente entre ellos cuando, de repente, se les apareció un Ángel delante de ellos y una extraña luz los envolvió. Se asustaron muchísimo, por supuesto, porque nunca habían visto un Ángel, por lo menos así de cerca. Porque tú sabrás que los ángeles son como personas transparentes, que viven en el Cielo al lado de Dios y están allí para servirle. A veces, Dios los manda a la Tierra para enviarle algún mensaje a alguna persona y eso fue exactamente lo que pasó en este caso. El Ángel que se les apareció a los pastores venía de parte de Dios a traerles una noticia.

Como te decía, los pastores se asustaron cuando vieron al Ángel. No era para menos, pero como el Ángel además era muy inteligente, enseguida se dio cuenta que estaban asustados y les dijo para que se tranquilizaran: "No temáis" y agregó: "Os traigo una buena nueva, una gran alegría que es para todo el pueblo pues ha nacido hoy un Salvador".

Esta sí era realmente una buena noticia, pensaron los pastores, porque ellos - al igual que toda la gente de su tiempo - sabían que estaba por nacer un Rey que iba a salvar al mundo. Y ellos también lo estaban esperando. En cuanto el Ángel les dio esta noticia, los pastores se pusieron muy contentos porque, además, les dijo el Ángel como invitándolos a ir a ver al Rey recién nacido: "Esto tendréis por señal. Encontraréis a un niño envuelto en pañales reclinado en un pesebre". Enseguida que el Ángel dijo esto, en ese momento, aparecieron otros mucho ángeles. Eran tantos los ángeles que aparecieron que a los pastores les parecía estar soñando porque era casi como una fiesta de ángeles. Y cantaban ellos diciendo: "Gloria a Dios en las alturas y paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad." Y después de un rato de cantos y fiesta, los ángeles se volvieron al Cielo.

Cuando los pastores se quedaron solos, enseguida empezaron a pensar que ellos tenían que ir a Belén, la ciudad que estaba cerquita, donde, según les había dicho el Ángel de parte de Dios, había nacido el Niño que iba a ser Rey para salvar al mundo. Inmediatamente comenzaron a hacer planes y se dijeron unos a otros: "Vamos a Belén a ver esto que el Señor nos ha anunciado." Y así hicieron. Partieron con presteza a Belén donde, después de buscar un rato, en un establo donde se guardaban los animales durante la noche, encontraron a María y a José con el Niñito Jesús acostado en un pesebre y envuelto en pañales. En cuanto lo vieron pusieron los regalos que traían al pie del Niño mientras sus padres les miraban con cariño. Allí se quedaron delante del Niño contemplándole y adorándole largo rato y pidiéndole muchas cosas. Después de ese rato, los pastores empezaron a contar lo que les había dicho el Ángel acerca de ese Niño y cuantos los oían se quedaban maravillados. Luego volvieron a donde vivían, alabando a Dios por el camino por lo que habían oído y visto. Y porque todo había sido exactamente como les había dicho el Ángel.

Qué suerte tan grande tuvieron esos pastores porque pudieron ver con sus propios ojos al Niñito Jesús recién nacido, nada menos que el hijo Dios en la Tierra que vino para salvar al mundo. ¿No te hubiera gustado a ti también verlo como ellos lo vieron? Pero no te desanimes. Tú puedes verlo con los ojos del alma cuando estés delante del pesebre que Papá y Mamá preparan cada Navidad para celebrar el nacimiento del Salvador del mundo.

Y colorín, colorado, este cuento no se ha acabado porque comenzará de vuelta cada Navidad y cada día cada vez que tú digas, como los ángeles que visitaron a los pastores: "Gloria a Dios en el Cielo".

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