Carta del mes
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Cara o cruz
1º de febrero de 2004
Querida familia:
Ojalá esta anécdota les resulte significativa a quienes les toca la alegría de vivir unos días de vacaciones. En plenas vacaciones, a mí me tocó ir a esperar a mi hija de 10 años que llegaba de unas competencias de natación en una ciudad del interior del país. Esto no hubiese generado en mí mayor inconveniente si no fuera por la hora: las 4 de la madrugada. Al llegar a la puerta del club y encontrarme con varias caras somnolientas, no se me ocurrió peor comentario que decir: “Esto es una penitencia para los padres”. Y todos asintieron. Al día siguiente y, ya con el sol alto, me di cuenta que el sueño y el cansancio tergiversan las cosas. Entendí que aquella espera era, en realidad, un premio.
El ómnibus llegó cargado de caras agotadas, pero felices. Habían transcurrido tres largos días, de 18 horas cada uno, de competencias y diversión. Algunos llegaron con medallas colgadas en el pecho; otros, con nuevos amigos del brazo. Todos, con recuerdos imborrables. ¿Penitencia? Volvería a repetir una y mil veces estas madrugadas... o trasnochadas, con tal de ver a cada uno de mis hijos, a cada joven o adolescente, tener una meta en las vacaciones. Y la meta no es precisamente conseguir los primeros lugares en el podio sino que, lo importante, como siempre, es competir y, sobre todas las cosas, tener “vacaciones ocupadas”.
Canjear el descanso de estar tirado sobre un sillón, de ver la TV o jugar en la computadora por días de arduos entrenamientos en el agua y de competencias de fin de semana, trae consigo ecos de enseñanzas. La cuestión está en que los padres nos preocupemos por brindar oportunidades para que nuestros hijos elijan entre entrenarse en aburrimiento y el ocio de no hacer nada, o estrenar un nuevo día de vacaciones. Es cara o cruz... Pero, en esto, no hay azar. Hay que elegir bien y no lamentarse por lo que pudo ser.
¡Hasta la próxima!