Carta del mes
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La Casa
Montevideo, 1 de mayo de 2007
Querida familias:
De acuerdo con tantos mails que circulan por ahí (a veces depende el hemisferio en que uno se encuentre), parecería que mayo es el mes de la mujer.
Cuando reflexionamos sobre ella nos llama la atención cuántas cosas han cambiado. Por un lado ha conseguido derechos bien merecidos, como todo lo que tiene que ver con la igualdad laboral (tema por el cual aún se lucha), y la realización de la mujer en el campo profesional.
Sin embargo, a costa de ganar por un lado, la mujer ha perdido por otro. Parece que lo primero que perdió es el gusto por “estar” en casa. Los valores que nos rodean, nos impulsan a querer salir de la casa, a entrar en esa selva que es el mundo laboral, a querer competir, sabiendo que podemos aportar mucho, y todo eso es válido. Sin embargo, por todo esto nos fuimos de nuestras propias casas. Y cuando la mujer se va de su hogar pueden pasar dos cosas: una, que la suplante otra persona (una abuela, una empleada doméstica, etc), otra, que la casa quede sola y sus habitantes (hijos, marido) se acostumbren a llegar a un lugar semi-vacío donde cada uno deba arreglárselas solo.
Y no es que estemos criticando estas situaciones, que tantas veces son impuestas de afuera, por la necesidad que tiene la mujer de salir a trabajar para colaborar con el mantenimiento de la familia. El punto es que ojalá la mujer pudiera estar más disponible para los suyos cuando estos llegan de sus diferentes ocupaciones, ojalá los niños puedan contar con su mamá a la hora de merendar, a la hora de hacer los deberes y tener ese respaldo de consulta que es mamá. Ojalá el marido tenga en su esposa un alivio ante los problemas laborales, y a la vez sea él un aire fresco para la mujer que tantas veces se ve agobiada ante las tareas de la casa, los niños, el trabajo.
La que logra que todo esto suceda de la mejor manera será siempre la mujer. Es ella quien tiene esa capacidad de escuchar a más de un hijo al mismo tiempo, de ayudar a su marido con sólo escucharlo, mientras piensa cuántas vueltas debe dar mañana, es ella quien le da el clima al hogar. Cuando la mujer está mal, cansada, decaída, el clima de la casa es gris. Ella tiene el “poder” de hacer que haya “buena onda” en ese refugio al que la familia acude cuando todo está difícil afuera. Y ese “poder” que tiene la mujer, no se compara con ninguna otra de sus capacidades profesionales, no se compara con ninguna realización laboral, por más merecida que la tenga.
No hay lugar en el mundo en que una mujer pueda hacer tanto bien como dentro de su hogar, acompañando y guiando a sus hijos en su crecimiento, estando junto a su marido para ser su mejor amiga y compañera. Es tiempo de revalorizar a la mujer en su rol principal, como base afectiva de un hogar del cual saldrán después grandes y útiles valores para una sociedad más sana y eficiente.
¡Hasta la próxima!