Carta del mes
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Diciembre, 2008. Honrar la vida
Montevideo, 4 de diciembre de 2008
Querida familia:
Sentir el honor de ser padres. Con esta frase nos introducía Miguel Espeche en la aventura de revalorizar la tarea de los padres como los primeros educadores de sus hijos. El faro volvió a surgir como imagen de quienes haremos de luz y referencia en la vida de otros. Esto se lo llevan los hijos en el corazón desde cuando salen con sus amigos por la noche, hasta cuando se van del hogar a realizar su propio proyecto personal.
Sabio consejo es el de no magnificar los riesgos a los que se enfrentan los hijos adolescentes sino concientizarnos del hecho de que el mal no tiene entidad en sí mismo sino que es ausencia del bien. Valga la imagen de los dos cuartos uno totalmente oscuro el otro con luz y separados por una pared. Si se le hace un agujero a esa pared que divide los dos cuartos no va a pasar que la oscuridad se cuele en el cuarto iluminado sino al revés, la luz va a pasar hacia el cuarto oscuro. Entonces preocuparnos más por llevar la luz a donde hay oscuridad que luchar por defendernos del mal, lo oscuro, los miedos, la incertidumbre.
Qué distinto para los hijos percibir seguridad en sus padres. El miedo inmoviliza, por eso no dejarnos dominar por el miedo a la hora de ejercer la autoridad con nuestros hijos. Ellos tienen derecho a que sus padres los dirijan con certeza y convicción.
Sentir orgullo y honor de ser padres. Ser padres no es un sacrificio sino un esfuerzo que tiene su recompensa en los frutos que van logrando los hijos cuando aprenden a crecer de la mano de sus progenitores. Y la mejor manera de lograr esto es mostrarle a los hijos que somos felices, que tenemos una vida atractiva, no falta de dificultades por supuesto pero que aceptamos los desafíos porque tenemos una vida propia y rica que nos avala a la hora de educar. Ese ejemplo se trasmite a través de la mirada plena, la sonrisa madura, el buen humor en medio del dolor...
Muchas veces la adolescencia de los hijos es tomada por los padres como una oportunidad de curar heridas que la propia adolescencia dejó. Tener la grandeza cuando uno descubre esto de no cargar en los hijos las frustraciones de uno sino aprovechar para curar las propias heridas de manera personal y separar la situación actual de los hijos de la de uno. La adolescencia en sí no es un problema sino una etapa más de la vida, fundamental para pasar a la siguiente etapa, la juventud.
Estas son algunas de las tantas consideraciones que nos dejó la visita a Sembrar Familia del licenciado en psicología Miguel Espeche, a quien esperamos recibir nuevamente en breve e invitar a todos los que puedan acompañarnos en dicha oportunidad.
Estaremos en contacto,
¡hasta la próxima!