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Droga: Factores de riesgo individuales
¿Realmente puede decirse que el consumo de drogas es una epidemia de nuestro siglo? Aparentemente sí, porque un inmenso número de personas las consumen y sufren las consecuencias, en su vida individual y familiar y, en general, toda la sociedad, transformada por la conducta de los adictos y por el tráfico de las sustancias adictivas.
En los países occidentales el problema es cada vez mayor, sobre todo en los jóvenes: la mayoría de los toxicómanos se inician en este hábito cuando aún son niños. Según los datos estadísticos, al llegar a la preparatoria, a 100% de los muchachos ya les han ofrecido a probar la droga, y a muchos se las ofrecen desde la primaria. Un gran porcentaje de ellos la prueba dejándose llevar por la curiosidad, por las presiones de sus compañeros, por tratar de evadir problemas, o simplemente por la sensación placentera que les provoca. En nuestro país el consumo de drogas entre la juventud se ha elevado de manera alarmante.
Los padres oscilan entre el miedo y la desesperanza, ya que también ellos son producto de un medio sociocultural inmerso en las contradicciones de una cultura consumista de todo tipo de drogas: mal informados por los medios de comunicación, absorbidos por trabajos alienantes, desorientados por la evolución rápida de la sociedad, a veces no alcanzan a hacer una reflexión crítica que los lleve a actuar coherentemente ante el problema. Por eso es difícil delimitar su responsabilidad cuando toda una serie de elementos extrafamiliares contribuyen a generar la drogadicción.
¿Pueden hacer algo por evitarlo los padres y los maestros? A pesar de la complejidad del problema, de las extensas redes multinacionales de producción y de distribución, así como de los múltiples recursos que se manejan para iniciar a los jóvenes, el papel de la familia y de la escuela es determinante, sobre todo para la prevención.
La familia es o debe ser un vivero de crecimiento (H. Nowlis, La verdad sobre la droga, UNESCO, París, 1975). Si está bien estructurada puede enfrentar las presiones internas o externas, pero si no lo está, se verá mucho más afectada.
La personalidad del drogadicto o alcohólico potencial
Factores de riesgo individualesEn muchos estudios sobre drogadicción se considera el alcohol como una droga más, principalmente en lo que se refiere a los factores de riesgo y a la personalidad de los adictos y de los alcohólicos, que son muy similares.
Por supuesto que los datos estadísticos reflejan lo que sucede en la mayoría de los casos, pero de ninguna manera puede considerarse exento de riesgo quien no tenga las características de personalidad registradas con mayor frecuencia entre los drogadictos y los alcohólicos.
Veamos cuáles son éstas:
Edad. Aunque las adicciones se pueden adquirir en todas las etapas de la vida, la mayoría de los adictos se inician en la adolescencia, considerándose éste, el período de mayor riesgo, hasta los 25 años.
Carácter débil. La poca fuerza de carácter que produce una educación débil, por cuyo medio se intenta crear para los niños un mundo feliz y ajeno a las dificultades de la vida normal, aumenta considerablemente las características propias de las personalidades adictivas, debido a que los sujetos así “educados” no son capaces de manejar la frustración ni de resistirse a ningún placer.
Carencia de una filosofía de la vida. La indiferencia hacia los aspectos espirituales, la falta de creencias y de ideales de vida han sido identificadas por varios investigadores como elementos asociados a la drogadicción (Carlos Climent y otros, Cómo proteger a su hijo de la droga, Norma, Colombia, 1990).
Al llegar a la adolescencia, la maduración afectiva e intelectual lleva a los jóvenes a preguntarse por el sentido de la vida: “¿Quién soy? ¿Por qué vivo? ¿Hacia dónde voy?”. A veces no encuentran respuesta a estos cuestionamientos porque la sociedad y la familia no les ofrecen marcos de referencia claros, lo que los confunde. Y si caen en el escepticismo o en la esperanza pueden buscar la solución a sus problemas en la excitación efímera que provocan las drogas.
La falta de sentido de la vida crea un vacío existencial que conduce a intentar evadirse con el consumo de drogas.
Impulsividad: Es la tendencia a actuar con precipitación y sin mediar las consecuencias de los actos, a correr riesgos, a desafiar al peligro, a hablar sin meditar y, por tanto, a incurrir en las situaciones de conflicto que son el resultado de la conducta reflexiva.
Vulnerabilidad a la influencia externa. Evidentemente, son mucho más influibles los jóvenes que los adultos, lo cual se debe a su falta de madurez y experiencia y porque aún se están desarrollando. Así, son presa fácil de la curiosidad, de las influencias negativas ejercidas en nombre de un supuesto afecto, de la presión de sus compañeros, etcétera.
Imagen negativa de sí mismo. En la adolescencia se forma la conciencia de la propia individualidad, el concepto de sí mismo que abarca aspectos físicos, temperamento, aptitudes, limitaciones, cualidades, etc. Son muy variados los elementos que pueden hacer que esa imagen sea positiva o negativa, pero el hecho es que el joven que se estima como es tiene más fuerza para hacer frente a las influencias negativas del medio, entre las que figura la droga.
Por el contrario, quien tiene una imagen inadecuada de sí mismo y una baja autoestima es tímido e inseguro, tiene dificultades para establecer contacto con los demás, no se hace respetar ni establece una relación sana con sus amigos, se aísla, carece de valor para sustentar sus opiniones y para ser o actuar de forma diferente de los demás. Como no se acepta ni se valora a sí mismo, siente una enorme necesidad de hacerse respetar y querer por los demás; está dispuesto a ceder a las presiones, a dejarse manipular, a acatar opiniones e imitar comportamientos (en resumen, tiene un bajo grado de asertividad). Si su grupo lo presiona para que consuma drogas, es fácil que así lo haga. También puede consumir drogas o alcohol para animarse con miras a disminuir el bloqueo afectivo o intelectual que sienten quienes no se relacionan con facilidad, que les da pena, y por pena prueban la droga. Después quieren repetir la sensación de euforia, desinhibición y de aparente control que les produce el tóxico.
Una adecuada autoestima fortalece la personalidad y ayuda a resistir las presiones para utilizar sustancias adictivas.
Apatía. La falta de intereses profundos, el poco cultivo interior, la carencia de motivaciones y de las cosas normales de la vida puede llevar a buscar sensaciones nuevas a través de las sustancias adictivas.
El bajo rendimiento escolar también se asocia al consumo de drogas porque el desánimo y el desinterés por los estudios llevan al joven al aburrimiento, a la acumulación de fracasos y a la frustración. Estos individuos sufren frecuentes castigos y reproches por parte de padres y maestros, lo que va deteriorando el concepto que tienen de sí mismos. La farmacodependencia es a veces causa y a veces consecuencia del bajo rendimiento escolar.
Avidez de placer. El estilo de vida hedonista puede conducir a buscar invariablemente los placeres y las sensaciones intensas, a no quedarse con las ganas de experimentar este género de satisfactores. Los jóvenes, por naturaleza, desean conocer la vida, conocerse a sí mismos, y vivir y probar de todo. Las campañas publicitarias que los animan a arriesgarse, a atreverse y a aventurarse sientan las bases para que los adolescentes consideren positivos para su personalidad el riesgo y la aventura.
El aumento de la introspección, las sensaciones inéditas que favorecen el desarrollo de la creatividad y una comunicación humana más genuina y profunda son los argumentos que se les dan a los muchachos para que utilicen las drogas.
Consumo prematuro de alcohol. Cada vez son más los consumidores de alcohol, jóvenes o adolescentes. Las razones de esto son varias, pero en nuestra sociedad, hoy día, es común ver que incluso los niños lo consuman. En ello influyen la curiosidad, la presión de los amigos, el deseo de vencer la timidez, el querer sentirse independiente, el aparentar mayor edad, el identificarse con los adultos bebedores, la rebeldía, la enorme fuerza persuasiva con que se administra la publicidad para el consumo de alcohol, etc.
El alcohol también produce adicción, y es muy frecuente que los jóvenes huyan de sus conflictos emocionales recurriendo a él. En virtud de que es una droga socialmente aceptada, los jóvenes empiezan a beber poco a poco y ocasionalmente, para terminar siendo alcohólicos o víctimas del consumo inmoderado del alcohol. Pero hay un riesgo más, que consiste en iniciarse en la fármaco dependencia, es decir, en consumir drogas más fuertes porque ya se ha adquirido la tendencia de procurarse una euforia artificial.
Tabaquismo. La nicotina es una de las sustancias más adictivas conocidas, siendo muy fácil y frecuente que los menores adquieran su hábito. ¿Es realmente el tabaquismo temprano un factor que predispone a la fármaco dependencia? Los investigadores consideran que sí, porque es frecuente que los adictos a las drogas y al alcohol hayan sido fumadores antes de iniciarse con otros hábitos. La razón es que deben vencer el malestar que se presenta cuando se empieza a fumar. Pero cuando se vuelve un hábito en ellos, recurren con más facilidad a drogas como la marihuana y el bazuco. Además, al hacerse dependiente de una sustancia química la persona renuncia insensiblemente a su autonomía y se hace más vulnerable a otras sustancias cuyos efectos son similares. Esto no quiere decir que el fumador se transforme necesariamente en un drogadicto.
La búsqueda de satisfacciones por medio de ciertas sustancias facilita la drogadicción.
Trastornos mentales o de la personalidad
Depresión. Es uno de los trastornos psicopatológicos que más favorecen el consumo de drogas. Se caracteriza por decaimiento, apatía, desinterés, lentitud y falta de sueño, de apetito y de energía. En un primer momento las anfetaminas, la cocaína, la heroína y el alcohol parecen aliviar los síntomas depresivos, debido a que sus primeros efectos son la euforia y el enmascaramiento de esos síntomas. Pero luego no tarda en iniciarse una carrera entre la dependencia y la depresión; ésta, sin drogas, se acentúa, por lo que cada vez se consumen más, estas últimas, ya que a la tolerancia se suma la enfermedad.
Ansiedad. Su mecánica funciona igual que la de la depresión: por aliviar la ansiedad se recurre a las drogas, creando un círculo vicioso en el que al agravamiento del padecimiento inicial se suma otra enfermedad.
Insomnio. Cuando éste se presenta, se intenta conciliar el sueño y aliviar los trastornos depresivos o de ansiedad que lo acompañan por medio de las drogas.
Personalidades psicópatas y neuróticas. Cualquier trastorno de la personalidad aumenta el riesgo de consumir drogas; si bien, el principal de ellos es el trastorno de la personalidad antisocial con tendencia a la delincuencia, la agresividad, la vagancia, el rechazo de las normas, el desafío abierto a la autoridad, el resentimiento y la venganza. Por lo general, este cuadro lo presentan quienes se asocian con grupos delictivos, como son las pandillas juveniles. Este tipo de problemas se detecta desde una edad temprana y debe corregirse lo antes posible por medio de la psicoterapia.
Los elementos de la personalidad que pueden generar la drogadicción son los más difíciles de detectar. Generalmente se asocian a otras disfunciones familiares.
Esquema: La Drogadicción: ¿Epidemia del Siglo XX?
Factores de riesgo individuales:Edad: adolescencia
Carácter débil.
Carencia de una filosofía de la vida.
Impulsividad.
Vulnerabilidad a ser influido.
Imagen negativa de sí mismo.
Apatía
Avidez de placer.
Consumo prematuro de alcohol.
Tabaquismo.
Trastornos mentales o de la personalidad.