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El mundo de Luna y Sin Nombre. Primera parte
G a b r i e l A z n a r e z
El mundo de Luna
y Sin Nombre
Sugerencia:Este libro cuenta dos historias: la de Luna, y la de Sin Nombre. Si bien se pueden leer en cualquier orden, recomendamos leer primero la de Luna.
El mundo de Luna
A esas pequeñas criaturas,
angelitos del cielo que bajan a la tierra
para colmar nuestras vidas vacías,
con su fragilidad y dulzura
y colmarnos de alegrías.Y a esos padres valientes y generosos
que apostando a la vida
los reciben en sus vidas con amor,
y con la esperanza de construir para ellos
un mundo mejor.El primer mes
Él se llama Roberto y ella Claudia. Se conocen desde hace más de cinco años. Él es contador en un pequeño estudio y ella trabaja en un colegio y pronto será maestra. Se conocieron en el ómnibus de regreso de la Facultad cuando ambos eran estudiantes universitarios. Generalmente coincidían a esa hora aunque nunca se habían prestado mucha atención. El destino quiso que un día coincidieran en asientos contiguos y se dio la ocasión de que entablaran una conversación. Roberto bajaba muchas cuadras antes que Claudia pero ese día no lo hizo y la acompañó hasta su casa. Desde ese día buscaron sentarse juntos de regreso y casi siempre, Roberto la acompañaba hasta su casa. Se hicieron buenos amigos hasta que él se animó a invitarla a salir. Luego de casi cuatro años de novios, se casaron.
Era un día especial. Lo habían buscado durante meses y si bien era imposible que lo supieran ya, ambos presentían que ése sería el día tan ansiado. De un acto de amor surgiría una nueva vida, esperada, deseada y buscada con esperanza... Una vida única y especial, destinada a hacer grandes cosas. A brindarle al mundo grandes obras artísticas, o a dirigir los destinos de sus semejantes con honestidad, compromiso y justicia. O quizá esté destinada a llevar una vida digna dentro de la sociedad, cumpliendo con sus obligaciones y deberes con responsabilidad y empeño, a tener una familia y criar a sus hijos con generosidad y amor. Porque cada vida tiene su razón de ser, de existir, y un destino que cumplir desde el momento mismo de su concepción.
Millones de pequeñísimas células provistas de una fina cola bullían en un torrente de vida por distintos conductos con un destino común. Algunos, los más débiles quedarían por el camino en un proceso de selección natural, y sólo los más aptos llegarían al final. En su carrera alocada, cada uno se esforzaba al máximo por ser el primero, porque sólo uno lo lograría, sólo uno alcanzaría su objetivo y cumpliría con el destino para el cual millones habían sido creados... Pero ése que lo alcanzaría, lo haría sólo por el esfuerzo de todos. De pronto, llegaron al final del conducto que comunicaba con un gran lugar... Allí en el centro, inmóvil y enorme, dominándolo todo estaba el fin de sus existencias. A ellos no les importa si su nombre es óvulo, porque no fueron ellos quiénes se lo pudieron..., sólo les interesa cumplir con su deber, como fieles soldados sin miedos, sin dudas, guiados solamente por sus instintos. Sin titubear se zambulleron dentro del gigantesco espacio, saltando al ingrávido vacío y comenzaron a acercarse al enorme ser unicelular. Una extraña corriente les dificultaba el camino y pronto algunos comenzaron a flaquear y a dejarse vencer por esta corriente. Este tramo del camino se comenzó a tornar muy difícil e iban cayendo por miles. Los que iban adelante abriendo paso y se dejaban vencer por esta corriente debían de ser esquivados por aquellos que venían detrás, lo que hacía el camino hacia la ansiada meta mucho más peligroso. Finalmente y luego de un feroz esfuerzo, sólo dos pequeños quedaban aún con posibilidades de conseguir su objetivo. Para eso, todos los demás habían cooperado de alguna forma, empujando o abriendo camino... Estaban ya muy cerca, pero estaban agotados... En un último intento uno de ellos, con un esfuerzo casi sobrenatural empujó a quién tenía delante y luego desfalleció. Pero este empuje fue suficiente como para que aquel llegara y fecundara el enorme óvulo.
Millones habían partido y uno sólo había llegado; los demás murieron..., pero fue una muerte buena, generosa, sabiendo que el fin de su existencia se había logrado, que el motivo de tanta actividad se había alcanzado, que el triunfo de uno era el triunfo de todos y que el esfuerzo de millones culminaría en una nueva y maravillosa vida...
Enseguida, por la unión de éstas dos células, una nueva y fervorosa actividad comenzó a desarrollarse y, mediante sucesivas divisiones, ese ser que empezó siendo el más elemental de todos, comenzó a multiplicarse exponencialmente a una velocidad asombrosa y de ese cúmulo informe de células apiñadas, comenzó a formarse un nuevo individuo totalmente diferente. Al mismo tiempo, el ahora conjunto de miles de células, emprende un nuevo camino hacia un lugar en donde anidará, crecerá y se desarrollará..., a un lugar que será su hogar por los próximos nueve meses. Allí crecerá tranquilo y en paz, sintiéndose muy querido y protegido sabiéndo que ningún peligro allí le acecharía. Todas sus necesidades le serán colmadas sin demora: ese es su mundo y no conocerá ningún otro hasta que esté pronto para dejarlo.
La división continúa y es ya un ser complejo en el cual empiezan a formarse los distintos órganos y, aunque parezca mentira, un nuevo corazón late al ritmo del de su progenitora, en una melodía fantástica..., en una canción a la vida...
Los autores de toda esta maravillosa actividad, si bien intuían algo en lo profundo de su ser, aún no sabían que su deseo se había cumplido y que pronto, ese sueño sería una realidad. Por un tiempo más, para ellos, esto que se está produciendo en el vientre de ella, no será más que un fuerte deseo, un sueño anhelado y que no se revelará sino hasta varias semanas más tarde.
El segundo mes
Tres de la mañana... Claudia se despierta y gira sobre la cama. Estira su brazo instintivamente en busca de Roberto. Allí está él dormido como un tronco, de a ratos deja escapar alguna palabra perdida fruto de algún sueño profundo. Piensa en despertarlo pero desiste. Se levanta cansinamente y tambaleándose se dirige al baño. Allí prende la luz y el súbito resplandor la hace taparse los ojos. Con sus manos tantea sobre la mesada de frío mármol beige, la cajita que con tanta ilusión comprara esa misma tarde al salir del trabajo. Cierra la puerta...
-¡Roberto, Roberto...! ¡Despertate Roberto...! –exclamó Claudia.
-¿Qué...? Mmmmm... ¡No disparen...! Soy inocente...! –contestó entre sueños cualquier disparate. Seguro estaba soñando que robaba un Banco.
-Roberto despertate, nadie te está disparando nada... Soy yo, Clau...
-Ahhh..., Gloria. Mi querida Gloria –contestó ya mucho más despierto y sabiendo lo que decía.
-¡Gloria! ¿Pero qué te hacés...? Tuviste suerte de que al menos yo te diera corte, sino todavía estarías deambulando por los boliches sin conseguir nada.
-Jajaja –rió mientras la abrazaba y mirando su reloj preguntó-. -¿Qué pasa...? ¿Pasó algo? ¡Son las cuatro de la mañana!
-Pasó pasó... ¿Qué pasó? –y de repente se puso seria, le tomó la cara entre sus manos y le dijo con emoción-. -Pasó que vas a ser papá..., estoy embarazada...
Los ojos de Roberto se llenaron de lágrimas que en grandes gotas corrieron por su mejilla hasta terminar en la almohada. Claudia también lloró y juntos dejaron escapar la enorme alegría que los embargaba.
-¡Pero..., cómo? – balbuceó Roberto.
-No te hagas el inocente... ¡Cómo si no hubieras tenido nada que ver! ¿Te tengo que contar cómo?
-Noooo... ¿cómo sabés que estás embarazada?
-Porque me hice el test... Lo compré hoy, al salir del trabajo.
-¡Vamos a ser papás! –gritó. Y su grito se dejó oír en todo el edificio..., quizás por todo el barrio.
Dentro del vientre de Claudia, la actividad sigue a un ritmo acelerado. De aquella masa, bullente de vida pero sin forma, empiezan a producirse nuevas transformaciones y su aspecto físico cambia notablemente... A pesar de medir apenas cuatro centímetros y pesar tan sólo tres gramos, comienza a presentar un aspecto humano: ya le crecieron los brazos y se están formando las piernitas. Su cabeza se ha desarrollado muchísimo y es casi más grande que el cuerpo: seguramente le va a dar dolores de cabeza a sus padres. Tiene todos los huesos formados y en la carita..., ya se distinguen las orejas y, si bien aún no puede ver, también los ojos.
A pesar de que es muy pronto, ya se sabe que va a tener ojos claros, que va a ser igual a su madre pero con el carácter de su padre. Va a tener el pelo muy fino y rubio y unas pestañas muy largas. Va a ser bueno y muy cariñoso y le va a gustar la pintura y los libros, y va a pasarse horas charlando. Va a tener aptitud para los deportes pero va a preferir mirar de afuera. Va a llegar a medir hasta uno setenta de altura y va a ser alérgico al chocolate a pesar de que le va a encantar..., y en la espalda, a la altura del homóplato izquierdo, tendrá un lunar exactamente igual al de su abuelo paterno. Ya se sabe todo de él, cómo va a ser físicamente, qué le va a gustar y qué va a detestar..., y ya se sabe qué sexo va a tener, aunque no se va a revelar sino hasta el cuarto mes.
Vive en un mundo acuático, un mundo agradable y tranquilo, en una gran bolsa llena de un líquido que le mantiene la temperatura estable y, a pesar de que su mamá no lo sienta, ya se mueve de forma refleja y gira sobre si mismo. La vida de este pequeño ser está íntimamente ligada a la de su madre. Un cordón los une a ambos y los dos comparten la misma sangre. Por este cordón, el pequeño ser recibe todos los nutrientes que su cuerpo en desarrollo necesita. Este cordón no sólo lo une a su madre, también lo une a la vida... La vida de este pequeño angelito dependerá completamente de su madre. Lo que ésta haga durante estos meses determinará muchas cosas en el pequeño que nacerá: su salud, su carácter...todo, la vida misma.
El tercer mes
Recostada sobre la camilla y con la pancita aún completamente plana al aire, esperaba expectante mientras el médico preparaba sus instrumentos. A su lado Roberto, con la misma expresión en su cara, le tomaba la mano y se la acariciaba nerviosamente. Finalmente el día había llegado, casi veinte larguísimos días de espera desde que su ginecólogo se los indicara... Había llegado el día de la primer ecografía y no podían esperar a que empezara. El médico tomó los dos terminales, los untó generosamente con un gel conductor y los apoyó sobre su vientre. Ella ni siquiera se percató de lo frío que estaba el gel, ni cómo el médico le apretaba el vientre buscando..., sondeando al pequeño habitante de Panzonia, el mundo dentro de una barriga... Sus ojos estaban clavados en un pequeño monitor instalado cerca de la camilla. Miraban esperanzados, con ojos ilusionados pero por más que lo intentaban no podían descifrar las manchas blancas que allí aparecían. De pronto: tumtum..., tumtum...,tumtum..., se escuchó claramente.
-¿Qué..., qué es eso?
-El corazon de tu bebé, madre –contestó el especialista.
-¿El corazón...? ¿Ya late? –preguntó mientras sus ojos se humedecían y sentía cómo la mano de su marido apretaba aún más la suya.
-Si, y lo hace muy fuerte. Y miren, aquí está su cabecita, ¿alcanzan a verla?
-¿Siiiiiiiii...? ¿La ves Robe...?
Si..., Robe la veía. Pero no encontraba palabras para expresar los sentimientos que se cruzaban por su corazón, apretándolo tan fuerte hasta hacerle doler y cerrándole la garganta de tal forma que apenas si pudo balbucear alguna cosa que resultó incomprensible. Sus ojos también estaban humedecidos y ahora besaba la cabeza de su mujer, emocionado. El médico les mostró todo lo que se pudo del bebé. Era muy conmovedor ver por primera vez al pequeño huésped que se había instalado ya definitivamente en el vientre de Claudia y en sus vidas.
El médico les confirmó que era un solo bebé, las semanas que tenía de embarazo y que por ahora, todo se venía desarrollando con normalidad y el bebé estaba creciendo bien. Nunca más podrán olvidar ese día y por supuesto que volvieron a casa con la foto y el video de esa sesión que luego mostrarían al resto de la familia y a todos sus amigos.
-Hoooooola... (silencio, nadie contesta) ¿Hay alguien allí? ¿Qué son esos extraños ruidos que escucho? ¿Dónde estoy? –no paraba de preguntarse el pequeño ser. Su cabecita..., ¡bah! cabezota, porque aún es enorme y más grande que el resto del cuerpo, no paraba de pensar y cuestionarse cosas-. ¡Qué lindo lugar! A pesar de que no puedo verlo, puedo sentirlo..., qué tranquilo y confortable estoy aquí... Tengo la sensación de estar en un lugar enorme, y cuando muevo alguna de mis extremidades, parece impulsar al resto de mi ser... ¿Para eso será que existen...? ¿Para darme la posibilidad de desplazarme por este extenso y vasto mundo? ¿Será todo esto para mí? Siento que estoy solo y sin embargo..., tengo una sensación increíble... como si alguien en algún lugar me estuviera esperando, ansioso por verme, por tenerme, por abrazarme... Pero no logro percibir nada más que esos sonidos... ¿Habrá algo más? Siiii..., claro que tiene que haber algo más, lo siento, lo puedo percibir... Hay alguien más aquí, ahora conmigo, y el sólo hecho de pensar en quien sea me da un cosquilleo en la panza y me llena de alegría. Ji ji ji, ¡qué cómicos que son los ruidos! Algunos aparecen y se van, pero otros están siempre allí..., ¡y tienen ritmo y todo! Bum, bum, bumbumbum… ¿¡Y ese otro ruido¡? Es cómo si todo a mi alrededor fluyera y pasara... ¡Qué gracioso...!
-¿Querés más agua, mi amor?
-No, gracias. Ya tomé suficiente.
-¡Y de qué forma! Podrías haberte tomado las cataratas del Iguazú de haberlas tenido a mano.
-Si, es que estoy con mucha sed.
-¿Querés algo más?
-No, gracias... me encanta que me mimes y malcríes, pero mirá que no tenés que vivir todo el día pendiente de mí..., con diez horas diarias creo que es suficiente.
-Creo que ni con eso alcanza. No puedo dejarte sola ni un minuto, la última vez que tuviste náuseas no dejaste títere con cabeza... Además me encanta atenderte, después de todo no sos muy complicada.
-¡Porque todavía no empecé con los antojos! Ya vas a tener tiempo para odiarme, no lo dudes... ¿A qué hora vienen tus padres?
-Los invitamos a las ocho y sabés que ellos son muy puntuales..., no como otros que yo conozco –y la miró con cara acusadora.
-No te preocupes, yo a los míos los invité a las siete y media –y poniéndose seria dijo -. Estoy un poco nerviosa...
-¿Por qué?
-Tengo miedo de cómo puedan tomar la noticia...
-Pero... ¿y cómo la van a tomar? ¡Van a estar chochos! Se van a poner locos de alegría...
-Si, claro... Pero siempre nos aconsejaron que esperáramos, que nos tomáramos las cosas con calma, que primero deberíamos tener nuestra situación más holgada..., que deberíamos disfrutar más de la vida. ¡Que antes yo me debería de recibir! –dijo preocupada-. Sobre todo a mis padres, siempre les pareció apresurada nuestra decisión de casarnos..., siempre con eso de que somos tan jóvenes y todo eso...
-No te preocupes todo va a salir bien, ya verás.La cena resultó muy amena y cuando estaban en los postres les dieron la gran noticia a sus padres: "¡Estamos embarazados!" Los padres de Roberto saltaron de alegría contagiando en el festejo a los padres de Claudia. Enseguida los bombardearon a preguntas: que cuántas semanas tenía, que cómo no les habían avisado enseguida, que si le iban a poner el nombre del tatarabuelo tal o el de la bisabuela cual..., la alegría era general pero Claudia alcanzó a ver en los ojos de sus padres el velo de la preocupación...
Luego de que los padres de Roberto se fueran, los papás de Claudia hablaron con los chicos.
-...pensé que la noticia te alegraría, mamá.
-Claro que me alegra, Claudia. Es solo que no lo esperábamos tan pronto, pensamos que iban a esperar un poco más..., ¡son tan jóvenes! ¿Por qué apurarse tanto? Tienen toda la vida por delante. No me gusta ver que te saltees etapas..., aún eres muy joven para tener un bebé.
-Mamá..., tu me seguís viendo como una nena y para ti siempre lo seré, pero ya tengo veintidós y llevamos más de año y medio de casados. No soy ninguna niña y este bebé es el fruto de nuestro amor. Sentíamos la necesidad de que floreciera, de compartir esta enorme felicidad que estamos viviendo con alguien más..., y qué mejor que un hijo para hacerlo. Por supuesto que tengo cien dudas y mil miedos, pero si lo tengo a Roberto a mi lado todo va a estar bien, y si ustedes están conmigo, mis incertidumbres serán resueltas.
-Pero es que eso no es todo –intervino su padre-. Los bebés insumen muchísimo tiempo y tu tienes tu carrera..., tu trabajo... Aún tienes que recibirte... Tenías tu vida programada, ¿lo recuerdas? ¿Olvidaste tus sueños?
-No papá, no los olvidé. Y sí quiero terminar mi carrera y recibirme de docente...
-Pues ahora te va a ser muy difícil. Con el trabajo y teniendo que atender a un niño no vas a poder hacerlo... Y no puedes dejar de trabajar, con el sueldo de Roberto solamente no les alcanza para vivir.
-Mis planes siguen en pie. Solamente se van a ver postergados un poco, y creo que vale la pena hacerlo, quiero ser una madre joven, quiero disfrutar todas y cada una de las etapas de mi hijo, quiero verlo crecer, quiero poder disfrutar de sus hijos como ustedes van a disfrutar de los míos...
-Y con respecto al trabajo, ya pensamos en eso –corrió al auxilio Roberto-. Si yo me quedo hasta más tarde en el estudio, puedo tener las mañanas libres para buscar algún otro trabajo. Ya está arreglado con mi jefe y estoy buscando... Creo que si trabajo más horas podré mantenernos a los tres.
-Es sólo que...
-Mamá..., tu también me tuviste a mí cuando eras muy joven... Es más, tenías recién veinte cuando yo nací. Y luego vinieron José y Damián.
-Por eso mismo te lo digo, mi amor. Porque yo ya lo viví, y porque tuve que renunciar a todo lo que había planificado. No quiero que tu renuncies a tus sueños...
-¿Y te arrepientes de lo que viviste, mamá?
-No..., ni por un segundo... –y la madre de Claudia quedó mirándola pensativa.
-¿Me entiendes ahora entonces? –le dijo-. No creo estar cometiendo ninguna equivocación, pero si lo estuviera haciendo debes aprender a respetar las decisiones que tome sobre mi vida y mi familia. Tienes que dejar que yo me equivoque, porque es la única forma de seguir creciendo.
-Lo sé, mi querida –y la abrazó cariñosamente-. Y lo siento, lo siento mucho... Por supuesto que estamos súper contentos de que vayas a tener un hijo, ¡nuestro primer nieto! Es sólo que me gustaría que tu tuvieras una vida más fácil de lo que fue la nuestra.
-Y lo será, mamita. Lo será... –le contestó tomándola de las mejillas-. Y lo será porque los tengo a ustedes dos para apoyarme, para aconsejarme. Tú estabas sola en la vida, sólo lo tuviste a papá, yo no... Los tengo a mis hermanos y los tengo a ustedes. ¿Y sabes por qué los tengo a ustedes?
-¿Por qué?
-Porque fueron padres jóvenes..., porque decidieron tenerme...
Ahora dormía tranquilo, pero había vivido por unos momentos una extraña emoción que nunca antes había sentido: preocupación e inseguridad. De alguna manera todo su universo había experimentado la misma sensación... No podía explicarse la causa de ésta sensación, y estaba seguro de no haber sido el causante de dicho desajuste, en su mundo de paz y tranquilidad. Afortunadamente había sido algo pasajero y ahora todo había vuelto a ser como antes y un sentimiento de amor reinaba por todos lados..., pero comenzaba a comprender que había sucesos que ocurrían fuera de su mundo que lo afectaban de alguna manera y que él no podía hacer nada por evitarlos o ponerle algún tipo de remedio. No, no estaba solo... Podría ser el único habitante de aquel lugar, pero no estaba sólo. Había algo más que él aún no podía comprender...
El cuarto mes
Claudia estaba muy cansada. Esa semana había sido muy complicada en el trabajo y además se había propuesto rendir un par de materias antes de tener al bebé. Roberto estaría al llegar, había empezado ya a trabajar hasta tarde en el estudio y en las mañanas se dedicaba a recorrer empresas, aún con poco éxito, dejando su currículum y yendo a entrevistas de trabajo. Se recostó un poco en la cama y levantó las piernas cuando Roberto irrumpió cargado de libros...
-¿Qué hacés, loco? ¿Qué son todos esos libros?
-Libros sobre el embarazo: Cómo educar a los hijos desde el primer día, los trastornos del embarazo en la mujer, -y mientras leía los títulos comenzó a tirarlos sobre la cama- “Las preguntas más comunes de los futuros padres”, “La importancia del corral en la vida del bebé”, “Cuando sacarle la mema y el chupete”.
-¡Qué exagerado!
-¿No nos atormentábamos mutuamente anoche cuestionándonos sobre si estábamos preparados o no para tener un hijo? ¿Qué ni siquiera tenés idea de cómo preparar una mema y tantas cosas más?. ¿No era que querías ser la mejor madre del mundo? –respondió gesticulando exageradamente y haciéndose el gracioso-. Bueno, ahora no vas a tener excusas para no serla. ¿Todo lo que siempre quisiste saber y jamás te atreviste a preguntar? Ahora lo sabrás gracias a esta pequeña selección de bestsellers pre-alumbramiento.
Ella rió.
-¿Querías saber cómo se arma un biberón? Aquí está explicado paso a paso. ¿Y qué tal del proceso para poner un pañal? Curso práctico con ilustraciones y todo.
-Y escuchate esto –intervino Claudia ojeando uno de los libros-. Todo lo que usted quería saber sobre el sexo en el embarazo y nunca se atrevió a preguntar...
-Fíjate a ver si dice algo sobre los cambios físicos en el cuerpo de la mujer...
-¿Qué quiere saber específicamente, señor?
-Esteee..., a ver si el aumento de los pechos se mantiene o si se vuelven a desinflar luego de que dejan de amamantar...
-¡Claro gansi! ¡Ojalá quedaran así! Pero lamentablemente no, incluso pueden llegar a quedar más chicos...
-¡Más! ¡Shit, estoy perdido...!
-Yo no, ahora sí ya me siento capaz de ser una súper Mum –y rieron de sus propias ocurrencias.
-¡Ayy! –exclamó de pronto Claudia.
-¿Qué pasa mi amor?
-¡Ay Robe, querido...! ¡Creo que lo sentí!
-¿Sentiste? ¿Qué sentiste? Un dolor..., un ruido..., ¿una premonición tal vez?
-¡No tonto..., al bebé! Estoy segura que lo sentí moverse.
-¡Noooo, en serio! ¿Dónde te pateó? Quiero sentirlo, ¿dónde apoyo mi mano.
-No, no me pateó...
-Entonces qué fue lo que sentiste...
-No sé, como un burbujeo...
-¿Un burbujeo? Jajaja..., esos son airecitos que tenés en la pancita. No los vayas a dejar escapar, ¿ehhh?
-¡Ayy, nene! ¡Qué guarango! Podrás decir! A mí esas cosas no me pasan.
-Entonces el que anda con airecitos es el bebé...
-¡Con la descendencia no te metas! –y volvieron a reír.
-¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Qué razón hace que yo me encuentre en este mundo y cuál es el fin de mi existir –filosofó por un momento el pequeño ser. Tenía mucho tiempo libre..., ¡bah!, todo su tiempo era libre por lo que se la pasaba mucho tiempo pensando y analizando hasta el más mínimo suceso y hasta el más pequeño cambio en su ecosistema. A pesar de que aún no podía ver, tenía clarísimo que no estaba solo en ese universo, había alguien más..., un ser superior que era quién sin duda lo había creado y era quién se ocupaba de todas sus necesidades, tanto físicas como espirituales. Y si bien no podía tocarlo sabía que éste estaba muy cerca de él.
Además de filosofar pasaba el rato haciendo ejercicios e investigando todo lo que podía de su mundo. Podía moverse con total libertad y sólo estaba agarrado por un suave cordón que supuso era el responsable de evitar que fuera arrastrado por infinidad de corrientes que de vez en cuanto, allí se producían. Los cambios impresionantes que sucedían con su cuerpo no hacían más que alimentar sus interrogantes y asombrarlo a cada momento. Su piel se había cubierto de un fino y suave pelo y no dejaba de frotarse los brazos divertido ante este nuevo fenómeno. Y además había notado que en determinados momentos podía emitir algún tipo de sonidos.
Se sentía seguro y amado, y por ningún motivo deseaba dejar aquel lugar..., pero sabía que no siempre iba a ser así. Que algún día iba a tener que enfrentar a su destino y si bien eso le provocaba una cierta inquietud, sabía que también sería un momento de grandes revelaciones para él y la respuesta a muchas de las preguntas que normalmente se hacía.
Ya conocía perfectamente su cuerpo, sabía que tenías dos extremidades inferiores y dos superiores. Con éstas últimas se valía para obtener información de lo que lo rodeaba. Cada una de sus extremidades tenía a su vez otras cinco más pequeñas y alargadas, y hallaba cierta paz al succionar a la más gordita con su boca, incluso había notado que lograba conciliar el sueño más fácilmente si realizaba esa práctica y mientras probaba con otros dedos, se quedó dormido...El quinto mes
-¡¿Y Clau, cómo te fue?! –le preguntó esa noche al sentir que su mujer entraba al apartamento. Ella venía de la facultad, de rendir uno de los exámenes que se había propuesto dar antes de tener a su bebé.
En cuanto la vio lo supo...
–Te fue mal, ¿no?
-Si..., ¡perdí! Es el primer examen que pierdo en toda mi carrera, no lo puedo creer... No sé qué me pasó...
-¡Mi amor..., no te preocupes! No es ningún drama perder un exámen...
- ¡Ja! Tu lo decís porque estás acostumbrado..., has perdido muchos.
-Exactamente, aunque no deberías aprovecharte para echármelo en cara. Además tu estás en un estado especial, y los cambios que están sucediendo en tu cuerpo pueden afectar tu rendimiento natural.
-¿Te parece?
-Pero claro...
-¡Ay, no sé! Yo me siento una burra...
-Ninguna burra, y de última: una burrita muy linda y sexy –y logró sacarle una sonrisa.
-¡Bobo!
-¡Vamos, arriba ese ánimo! Que la próxima vez lo salvarás con la mejor nota. Además tenés que estar bien para nuestro bebé, no olvides que ellos sienten..., perciben los estados de ánimo de sus madres y éstos influyen en su futuro carácter...
-¿Qué está pasando? Nuevamente siento que extraños sentimientos se apoderan de mí, sin una razón aparente... Me siento raro..., como abatido y rabioso a la vez. Es una sensación extraña... –pensaba el pequeño bebé, mientras se desplazaba a voluntad por aquel mundo ingrávido. ¿De dónde me vendrán estos sentimientos? Si aquí nada sucede, ningún acontecimiento perturba mi existencia... ¿Entonces cómo es posible que experimente nuevas y distintas sensaciones? ¿Será quizás porque mi mundo se está achicando? ¿Capaz algo en mi alimentación? ¿O será porque estoy íntimamente ligado a mi creador? No lo sé..., quien sabe alguna vez lo sepa. Pero ahora sólo sé que quiero romper todo..., aunque no hay nada por aquí que pueda destruir... Ya sé, iré a explorar mi mundo e imaginaré que encuentro cosas para romper –y así lo hizo y salió raudo moviendo sus piernitas y bracitos enérgicamente hacia delante y atrás, como lo haría un perrito nadando.
-¡Epa!
-No te seguirás quejando por el examen, ¿no?
-¡Vení, vení! Ahora sí...
-Ahora sí qué... –dijo mientras se acercaba.
-¡Me dio flor de patada!
-¿Eh? ¿En serio? Dónde...
-Acá, poné tu mano acá.
Roberto sintió cómo su mano era sacudida por un feroz golpe y retiró la mano rápidamente, como asustado.
-¡Opa! ¿Y eso? –dijo sorprendido.¡Que patadón más impresionante! ¿Te dolió?
-No, pero me preocupa... Si ésta fue su primer patada no quiero ni pensar lo que será dentro de un par de meses...
-¡Es varón..., estoy seguro! –dijo entusiasmado. –Va a ser un artillero fenomenal, mejor que Ronaldo...
-¡Ay, no digas pavadas! Eso no tiene nada que ver, aunque reconozco que patea con fuerza. ¡Si es nena, pobres novios..., los va a tener cortitos! –y sonrió.
-Así me gusta verte Clau, alegre y divertida.
-Si, la verdad es que este estado aplaca cualquier contrariedad. Me siento tan dichosa... Hoy fuí el centro de atención en la facu: las chicas me hacían infinidad de preguntas, me tocaban la panza, estaban todas chochas... Los únicos que no tuvieron en cuenta mi estado fueron los malditos profesores de la mesa examinadora.
-Lo que pasa es que todavía no se te nota tanto la panza.
-Ahhh..., ¿en serio me lo decís? –dijo esperanzada con gesto vanidoso mientras despejaba su cara de un mechón de pelo con su mano, en una actitud que intentó ser sexy.
-No..., la verdad es que no. Realmente se nota, te saltó de repente... Es como si te hubieras tragado un melón...
-¡Nene, te voy a matar...!
Era un día gris y frío, el viento hacía mover las copas de los árboles a voluntad, barriendo al ser humano al interior de sus viviendas en busca de calor y abrigo. La calle estaba prácticamente desierta. La pareja caminaba abrazada, vestidos con grandes tapados de paño, luchando contra el viento hacia la parada del ómnibus. Estaban contentos, venían del hospital, de su segunda ecografía, ordenada por el ginecólogo en la consulta de unos días atrás.
-Por suerte está todo bien –dijo ella.
-Si, buenísimo... Pero me quedé helado cuando el asistente le preguntó al técnico a ver si estaban todos los miembros...
-¡¿Viste?! ¡Qué animal! ¿Y si faltaba alguno, que hacían? ¿Cómo nos comunicaban esa noticia?
-...señores, lamento informarles que vuestro bebé... ¡es sólo una oreja! –bromeó Roberto.
-¡Hay, Robe! No hagas chistes con eso ¡Qué horrible!. Pero la verdad es que esos segundos entre la pregunta y la respuesta del técnico me parecieron una eternidad... Te digo son medio bestias... ¡Mirá, allá hay una farmacia! Mientras yo llego a la parada, ¿por qué no me vas a comprar una crema hidratante?
-¡La señora y sus cremitas! ¿No tenés suficientes en casa?
-Esta es en realidad para tu beneficio. Tengo que empezar a ponerme en la panza y cadera para que no se me formen estrías. ¿Tu no querés que las tenga, no? Mirá que sinó, el próximo verano en la playa, me van a decir “la cebrita...”
-¡No se hable más, ya te traigo! –y salió corriendo hacia la farmacia.
-¡Ahí está de nuevo! Sin duda debe de tratarse de mi creadora... Cada vez la siento con más claridad y con mayor frecuencia. Es sonido que produce me trae sosiego y serenidad. Hay otro sonido que también escucho bastante seguido, aunque de forma más apagada y distante. Por momentos siento que intentan comunicarse conmigo y he notado que yo mismo, también puedo emitir algunos sonidos. Quizás si lo intento con ganas, pueda establecer una comunicación con ellos... ¡Sería fantástico! –y sin pensarlo más comenzó a tratar de emitir todo tipo de sonidos y grititos, con todas sus fuerzas, con la esperanza de que su creadora pudiera escucharla...
El sexto mes
-Robeeee... Roberto, mi amor... –le susurró al oído timidamente.
-¡Atrás! Atrás víbora... –contestó entre sueños. Seguramente viviendo una pesadilla en la selva, o algo por el estilo.
-Nooo..., ninguna víbora. Soy yooo, tu amorcito, Clau..., despertate –volvió a susurrarle mientras le movía el hombro. –Robeee..., ¡Roberto! –le gritó esta vez al oído, perdiendo la paciencia y la ternura, zarandeándolo del hombro.
-¡¿Ehhh...?! ¿Sí, dónde? ¿Cuándo, cómo? –dijo sobresaltado mientras se incorporaba en la cama.
-¡Ay! ¿Te desperté? –dijo con cara inocente, y recuperando su ternura natural. –Perdoname, no quise...
-¿Qué pasa?
-No,no..., nada.
-Entonces vuelvo a dormir... ¡Ahuuuuuummmm! ¡Estoy molido!
-Bueno, ya que te despertaste... Te quería pedir un favor... –volvió a tocarle el hombro.
-¿Eh? Esteee... Sí, claro amorcito... ¿Qué necesitás? –dijo incorporándose nuevamente y sacando las piernas de la cama.
-Nada, me vino un antojito...
-A veeeeeer...
-Una pavadita... Tengo antojo de frutillas con chantilly –le espetó de una, a la carrera, sabiendo lo que estaba pidiendo. -¡Por favor, no me digas que noooo! –agregó desesperada.
-¡Frutillas... ¿con chantilly??! A las... –y consultó el reloj- ¡Tres de la mañana! A eso le llamás pavadita..., mas bien es una misión imposible. Lo siento..., vas a tener que esperar a mañana –y se volvió a acostar, tapándose inmediatamente –Vamos, si cerramos los ojos rápido, aún podemos llegar a dormir las ocho horas necesarias...
-¡Claaaaro, a la primera de cambio el señor larga todo y se mete a la cama! Si me amaras de verdad saldrías corriendo a cumplir los deseos de tu reina... –dijo descorazonada. Sabía que tenía sólo una oportunidad para convencerlo... Debía elegir muy bien sus palabras para conseguir su objetivo.
-¡Pero chiquita, son las tres de la mañana! Ni las comisarías están abiertas a esta hora...
-El amor se demuestra en las pruebas difíciles. Es fácil amar cuando todo es sencillo –lo tenía, lo vio en sus ojos, estaba logrando crear en él el sentimiento de culpa. Sólo faltaba la estocada final, y tenía en su mano la espada adecuada... –si el bebé sale con una mancha con forma de frutilla en las mejillas ya sabrás que decirle: lo que pasa es que me quedé durmiendo...
-¡Está bien, está bien...! Pero no te hagas ilusiones, a esta hora es imposible que pueda conseguirlas.Dos horas más tarde, Roberto cruzó la puerta de entrada del apartamento. Estaba rebosante, victorioso: en su mano blandía cual caballero medieval un copón de vidrio lleno de frutillas y coronado por un cono de blanca chantilly: ¡Lo logré!, exclamó al entrar.
El taxista que lo llevaba a cumplir su difícil misión, había recordado que se estaba festejando una boda en las afueras de la ciudad, y una vez allí Roberto habría solicitado..., en realidad: implorado arrodillándose y llorando, al cocinero del buffet que le preparara semejante aperitivo.
- ¡Lo logré!- Volvió a exclamar al no sentir los merecidos vitoreos de su doncella...
- ¿Claudia?, llegué...–pero nada, silencio absoluto. Se dirigió a su dormitorio con el trofeo en sus manos, pero al llegar se percató que hoy no habría vitoreo ni loas... En la cama, usurpando su lugar, Claudia dormía plácidamente...
-Clau..., Claudita mía. Te traje tus frutillitas –y la besó en el cuello con paciencia y tal vez algunas inconfesadas ganas de morderla...
-¿Mhmmm?
-Tus frutillitas..., amorcito mío..., las conseguí..., aquí están, te las traje..., como tú querías.
-Ahhh..., gra gracias –apenas se pudo escuchar. –Dejá..., dejámelas por ahí... Mañana me las como.
-Pero, pero... ¡Noooo...! –dijo lastimosamente mientras se dejaba caer abatido sobre la cama. –¡Vamos, no decaigamos...! Todavía estoy a tiempo de poder dormir al menos seis horas... ¡Rápido, a cerrar los ojos! –y se tapó vestido. De pronto recordó –¡Pero..., si mañana es sábado! ¡Lo había olvidado! No tengo que ir a laburar..., puedo dormir hasta tarde... ¡Qué placerrrrrrrr!Ocho y treinta de la mañana, Claudia vestida impecablemente de jogging camina de un lado al otro de la cama.
-Robeee, Roberto –dice sin dejar de caminar –¡arriba dormilón!
-¿Qué...? ¿Qué pasa? –contesta él saliendo de debajo de la almohada, completamente desaliñado y con cara de mal dormido.
-¿No me acompañás a caminar? Tengo que aprovechar para hacer un poco ejercicio. Me siento bárbara y la panza todavía no me pesa. Antes no salía porque me sentía mal y dentro de poco tampoco podré hacerlo porque no me voy a poder ni mover..., es ahora o nunca.De nada valieron las quejas de Roberto. Veinte minutos después caminaban por la Rambla Costanera, lo único positivo para él fue que como se acostó vestido, no se tuvo que cambiar de ropa.
Allí iba ella: sacando panza orgullosa, caminaba moviendo sus piernas rápidamente, casi a velocidad de trote, con la cola apretada y la espalda erguida, y sus brazos moviéndose al ritmo, elevándose exageradamente: como diciendo "aquí vengo yo: una orgullosa futura madre, deportista y vital... "
Unos metros más atrás, venía Roberto: arrastrando los pies y bostezando exageradamente, aún desaliñado y con los pelos peinados a mano como diciendo: aquí vengo yo: un futuro padre hecho bolsa y víctima inocente de una mujer embarazada.Esa tarde, se acostaron a dormir una siesta. A los dos les venía bien: a Roberto para recuperarse de la trasnochada y a Claudia para calmar uno de esos fuertes dolores de cabeza, ya frecuentes en esos meses. El exceso de sangre en el cuerpo de las madres, producida por el nuevo ser que vive en su vientre, suele producirlos. Una par de analgésicos y pronto, pensó, mientras se acariciaba la panza y luego se preguntó: ¿qué estará haciendo el muy, o la muy bandida, allí dentro?
-¿Qué estará pasando allí afuera? –pensó el pequeño. Desde hacía varios días, y sobre todo con la aparición de nuevos ruidos en su vida, ruidos que estaba convencido eran de sus creadores que intentaban comunicarse con él, había concluido que efectivamente, estaba solo en ese mundo ingrávido, aunque no abandonado, y que además, existía otro mundo fuera del suyo... También había concluido que en algún momento él iba a tener que abandonar su hábitat original para pasar a habitar ese mundo exterior. El hecho de que su ecosistema se estaba achicando paulatinamente le había convencido de ello. Por otro lado las enormes transformaciones físicas acontecidas, y que le seguían sucediendo constantemente, le permitieron comprender que se encontraba allí en un proceso de preparación para el momento en que tuviera que dejar su mundo y volvió a acariciarse la frente nuevamente, divertido ante el nuevo suceso: le habían aparecido como dos cepillitos sobre los dos globos de la cara y en esos tubérculos de sus extremidades, que después sabrá que se llaman dedos, aparecieron como unas cascaritas que le permiten rascarse. También notó una nueva sensación cuando traga del líquido dentro del cual flota libremente y si lo supiera, podría decir que es salado... Nunca antes lo había notado. ¿Es que ese líquido se había puesto salado de repente? ¿O recién ahora era capaz de apreciarlo? ¿Y qué era esa extraña sustancia grasosa que comenzaba a cubrirlo?
-¿Vernix... qué?
-Vernix caseosa –respondió Claudia. Todos los días leían en uno de los libros que Roberto comprara sobre lo que supuestamente le iba pasando al bebé en la panza: sus adelantos y transformaciones, cuánto pesaba y medía, etc. –Es una sustancia grasosa que protege su piel del contacto con el líquido amniótico y que además le ayudará a resbalar fuera del útero durante el parto. ¡Ay, vení, mirá! Acá hay una fotito de cómo es ya en esta semana. Dice que tiene las proporciones de un recién nacido... ¿Qué increíble, no? Aunque le falta ganar mucho peso. Su piel está muy arrugadita porque no tiene grasa. Y ya está perfectamente definido el sexo, pero como tú no quisiste saber si era varón o nena en la última ecografía ahora deberemos esperar a que nazca para saberlo.
-¿Yoooo? Pero si fuiste tu la que no quería... ¿No era que preferías tener la sorpresa el mismo día del parto? Yo la verdad es que me moría por saber si ya le tengo que comprar el equipo de fútbol.
-Cómo si el sexo te fuese a detener... Aunque sea nena, ya me la veo al lado tuyo, colgada de los alambrados de la tribuna, gritándole cualquier barbaridad al réferi.
-Si..., jejeje. La verdad es que no me importa de que sexo sea, si de todas formas me va a acompañar al estadio todos los domingos... Aunque si es varón ya lo tengo anotado en la escuelita de fútbol del club ¿eh?
El séptimo mes
Miró su trabajo orgulloso, y no porque hubiera quedado tan impecable sinó porque lo había hecho con todo su amor, y además, para haberle dedicado sólo un par de fines de semana, no estaba nada mal. Por supuesto que faltaban algunos pequeños detalles, pero el cuarto para el bebé estaba casi pronto para recibirlo y Roberto se había quedado sin escritorio, que había pasado a formar parte del estar.
Estaba muy lindo: las paredes color crema y los marcos y contramarcos de madera, de color alhucema. Como no sabían el sexo de la criatura les pareció que esos colores pegaban bien con los dos, indistintamente. Ahora sólo faltaba decorarlo y poner los muebles, pero eso seguramente sería tarea de Claudia que se había mantenido lo más alejada posible del pequeño cuarto ya que el olor a pintura fresca le provocaba náuseas.
-Quedó pronto –dijo entrando a la habitación –¿Qué hacés? –le preguntó al verla acostada, con la panza al aire y con unos auriculares puestos en ésta.
-Le estoy haciendo escuchar música...
-¿En serio? ¿Y estás segura que escucha?
-Sí, en el libro dice que desde el sexto mes ya puede diferenciar los ruidos.
-¿Me estás queriendo decir que todas las charlas que tuve hasta ahora con tu ombligo fueron absurdas?...
-Bueno, al menos no todas. Las del mes pasado valen.
-¿Y? ¿Qué música le pusiste?
-Un cassete de música clásica que compré ayer en la tarde. Dijo el...
-¡Para, para, para...! ¡¿Música qué...?!
-Música clásica
-¿Pero qué te pasa, te pateó el ropero? –dijo serio pero usando sus típicas frases insólitas que le hacían perder toda su severidad.
-¿Por qué me decís eso?
-¿Me lo querés afeminar al artillero, poniéndole esa musiquita?
-¡Ay, no digas pavadas! Además, ya te dije que no te ilusiones con el varoncito. La fuerza de las patadas no quiere decir nada... Y la música, para que sepas, no es música afeminada sinó que es música culta.
-¿Culta? La cumbia no te digo..., pero música de culto es el rock. Y estoy seguro que le va a gustar más que eso que le estás poniendo. Mirá ponele este de los Rolling y vas a ver...
-Música culta, no de culto, bestia bruta. Música que eleva el alma...
-¡Pavadas! Ponele esto.Claudia cambió de cassetes, y volvió a prender el aparato. A los pocos segundos el bebé se hizo sentir con fuertes patadas...
-¿Ves cómo se puso? No le gustó.
-¿Cómo que no? ¡¿No ves cómo baila...?!
-¡Por Dada! ¿Qué son esos ruidos aterradores? Han invadido mi mundo distorsionándolo todo, confundiendo mis pensamientos, evitándome pensar con claridad –dijo o quizás sólo pensó el pequeño. –¿Qué pasó con aquellos sonidos maravillosos que hacían mi alma bailar y mi mente regocijarse? ¿Cómo es posible que ésta haya sido interrumpida por aquella? Esto no hace más que confirmar mi teoría del mundo de afuera y de las guerras que allí se deben de estar desarrollando.
Desde que el bebé comenzó a poder diferenciar los distintos sonidos, se fue creando en su virgen y fértil imaginación, un escenario de lo que sucedía en ese “mundo de afuera”, como él le llamaba. Vivía períodos de gran calma donde sólo escuchaba el sonido de su creadora, creía, intentando comunicarse con él. Era un sonido suave, tranquilo y paciente, y gozaba cada vez que llegaban esos momentos. Pero había momentos en que los ruidos resultaban estruendosos y molestos, y en su mente reproducían un posible combate de seres malvados que intentaban apoderarse de su propio mundo destruyendo a su creadora, a quién había bautizado cariñosamente con el nombre de Dada, en su intento de protegerlo de éstos ataques. Claro..., imposible para él saber que esos ruidos no respondían al fragor de una batalla, sinó a los sonidos naturales de la vida moderna, de una ciudad en movimiento: los ruidos de las bocinas y motores de los vehículos, la explosión de un caño de escape... Ruidos normales para cualquiera pero anormales para él, que los sentía cada vez que su madre se dirigía al trabajo.
Además de su Dada, había sentido a otro ser intentado comunicarse... Su sonido era más grueso y firme aunque notaba también un timbre de ternura y ansiedad. De alguna manera había concluido, que éste, también era un ser superior, que estaba muy vinculado a él y a su Dada, y que también tendría una participación destacada en la lucha contra el mal y en defensa de su seguridad. Si bien se sentía agradecido por la protección que éste le brindaba, no tenía cómo saber que también a él debía su existencia. Y lo bautizó..., de ahora en más lo llamaría Baba.
Los otros sonidos que sintiera desde que él recordaba, habían pasado a un segundo plano y formaban parte de su vida. Se había acostumbrado de tal forma a ellos que prácticamente ya no los escuchaba y debía hacer un esfuerzo de concentración para poder distinguir el “Gran Tumb”, como le llamaba al sonido del corazón de su madre, que le servía como herramienta de medición. Gracias a esto había conseguido determinar la duración de algunos acontecimientos. También constató que había algunos sonidos sobre los que tenía una incidencia directa, y que podía hacer que éstos se detuvieran... Aturdido entonces por el sonido repetitivo que aún lo atormentaba decidió tomar cartas en el asunto y detenerlo; y comenzó a golpear con sus dos extremidades más poderosas, y con fuerza las paredes de su mundo. Unos segundos más tardes el ruido se detuvo y el sonido suave y embriagador que lo precediera, se dejó escuchar nuevamente.
-¡Hola, chicos!
-Hola Mami, que bueno que viniste.
-Mirá lo que te compré...
-¡Aaaaaayyy, qué divino! –dijo mientras su madre sacaba de una bolsa de nylon: batitas, pantaloncitos, baberos y medias.
-Tenemos que armar tu valija para el parto y las primeras mudas del bebé.
-¿Tan pronto?
-Cuanto antes mejor. Ya estás por entrar al octavo mes y es mejor no dejar todo para último momento.
-Gracias mamá, está todo divino. De a poco le estamos armando el ajuar al bebé y además Roberto ha estado comprando pañales todos éstos meses y tenemos un buen stock, ya no sabemos dónde guardarlos.
-Y mi mamá nos trajo las mamaderas y chupetes que usábamos de bebé, ¡están re-buenos! –agregó Roberto.
-Es cierto, están re-buenos –dijo Claudia para conformar a su esposo, pero con la mirada le hizo entender a su madre que ni loca las usaría con su hijo.
-¿Y cómo te fue en el ginecólogo?
-Bárbaro, está todo perfecto. Estima que ya está pesando alrededor de un kilo setecientos y por la última eco mide unos cuarenta centímetros. ¡Y se lo hizo tocar a Robe palpando la panza! Parece que se está colocando en posición y ya tiene la cabeza para abajo.
-Creo que le toqué la colita.
-¿Y tú, cómo te sentís?
-Supongo que normal..., aunque me cuesta un poco respirar y estoy con bastante acidez
-No te preocupes Clau –dijo su madre. –Ya va a pasar, en cuanto encaje la cabeza en el cuello del útero, te va a dejar más lugar ya que ahora esta apretando el diafragma y los pulmones. Es normal...
-Y me mandó tomar calcio y vitaminas. Parece que estos últimos meses son bravos y el bodoquecito engorda mucho y me está exprimiendo.
-Y sí. Si no se lo das, te saca todo lo que necesita para estar sano, fuerte y gordo. En estos meses además te tenés que cuidar porque le pasas muchos anticuerpos al bebé para protegerlo los primeros meses de vida y tus defensas pueden bajar. ¿Y cuándo es la próxima consulta?
-En dos semanas y a partir de ahí, una por semana.
-¿Querés que te acompañe a la próxima?
-¿Robe?
-Si, claro... Venga nomás, suegrita –respondió resignado.
-Mamá, tengo algo para que escuches –y se abrió la camisola amplia que vestía –apoyá acá tu oreja y escuchá.
-¡Qué lindo! –fue el único comentario que pudo esbozar su madre al escuchar la extraordinaria sinfonía de dos corazones, el de una madre y su bebé, latiendo juntos en un ritmo maravilloso, en un canto a la vida.
-Me estoy quedando sin espacio, si esto sigue así, pronto no podré ni moverme. Al menos gané un poco de lugar girando y ubicando mi cabeza en la parte más angosta de mi mundo –pensó desde lo profundo de la panza. –Mi tiempo aquí está llegando a su fin, se acaba. Pronto seré llevado a la presencia de mi Dada, conoceré el “Mundo de afuera”, y tomaré partido de esas batallas que siento que allí suceden, creo que estoy preparado para ello. Sin duda que todo este tiempo que pasé en éste, mi mundo, fue de preparación para los momentos que deberé enfrentar y vivir en el futuro y creo que supe aprovechar mi tiempo aquí. He desarrollado infinidad de poderes: el poder de escuchar aunque aún no entienda, el poder de observar aunque aún no distinga, el poder de emitir sonido aunque aún no me comprendan, el poder de gustar..., de descifrar cosas con sólo tocarlas... Y me he preparado para la lucha cuerpo a cuerpo, ejercitándome periódicamente... Siento que en mis extremidades he desarrollado una mayor fortaleza y noto que éstas están más gruesas y, aunque la capa que los cubre y protege sigue siendo arrugada, flácida y elástica ya no lo es tanto y siento que algo crece debajo de ella. Extraño mis paseos por mi mundo, la libertad de desplazarme de aquí para allá y de dejarme llevar por las corrientes internas..., pero estoy ansioso por llegar al “mundo de afuera”, conocer a mi Dada, decirle que la quiero y que estoy agradecido por haberme creado. Que estoy dispuesto a defenderla hasta con mi vida si es necesario, de aquellos que quieran hacerle daño... Si, ya quiero salir de aquí...
continúa en El mundo de Luna y Sin Nombre. Segunda parte
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