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El mundo de Luna y Sin Nombre. Segunda parte
Viene de El mundo de Luna y Sin Nombre. Primera parte.
El octavo mes
Roberto amaba las mañanas del fin de semana. Si bien entre semana, trabajaba de tarde en el estudio, igual madrugaba todas las mañanas y salía temprano en busca de un segundo trabajo. Con el diario bajo el brazo, trataba de llegar de los primeros a los lugares que figuraban en los distintos avisos, en la sección de ofertas de trabajo.
No había sido fácil, llevaba ya varios meses dejando su currículum y teniendo entrevistas, pero sólo conseguía llegar de vuelta a casa, con más y más avisos tachados.
Lentamente comenzaba a instalarse en su mente una sensación de desaliento y sintió miedo... Miedo por lo que vendría, no sólo por lo que pensaba que el parto significaba, sinó también por el futuro que les esperaba. Cada vez mas a menudo se preguntaba si serían capaces de educar a un niño en un mundo tan caótico, peligroso e injusto; si serían capaces de darle a ese pequeño ser que no paraba de crecer en el vientre de su mujer, lo necesario para brindarle una educación, al menos como la que ellos habían tenido.
Tenía miedo de no poder mantener a su familia y por primera vez sintió el peso que ésta significa. Por momentos se sentía angustiado, pero bastaba que viera a su mujer rebozante de alegría y entusiasmo, para que sus miedos se esfumaran por completo.
Pero los fines de semana, Roberto sí podía aprovechar para dormir (salvo algunos días en que su mujer se empeñaba en arrancarlo temprano para salir a caminar) pero además, ahora había descubierto un nuevo placer al despertar: descubría la panza de su mujer para besarla y conversar con su futuro hijo (o hija, le repetía siempre ella). Esa mañana no fue la excepción, aunque no fue igual a las anteriores.
- ¡Opa, y esto!
- Mmmmm, ¿...lo que? –dijo ella semi-despierta.
- ¡Mirá negrita..., tu ombligo...!
- Si, ya lo vi... La panza lo escupió... – dijo al ver que su ombligo se había proyectado hacia fuera. -¡Qué gracioso!
De pronto su panza comenzó a moverse y deformarse de una manera increíble.
- ¡Waw! –dijo él. –Se está despertando... Nunca dejará de impresionarme este maravilloso proceso que es el embarazo. Es tan cambiante..., suceden tantas cosas, todos los días algo nuevo...
- Mirá, tocalo acá. Me parece que es la rodilla –dijo ella apretándose la panza.
- Si, y parece que le gusta que lo toques, mirá cómo empuja hacia fuera..., como si buscara el contacto contigo.
- ¿Cómo será nuestra vida con un bebé? –preguntó ella luego de un pequeño silencio lleno de paz y admiración.
- ¿Y cómo va a ser? ¡Espectacular! Desde ese momento, ya nunca más seremos dos –dijo él ocultando sus propios temores. –Un pequeño intruso pasará a ocupar todos nuestros pensamientos, nuestro tiempo..., nuestros sueños y anhelos... Tu, yo y el pequeño..., el pequeño... ¿no deberíamos empezar a buscarle un nombre?
- Sí, justo ayer pensaba en eso. Si es nena me gustaría llamarla como mi abuela.
- ¡¿Amapola?! Es un chiste, ¿no? ¡Decime que es un chiste, por favor! –dijo angustiado.
- Jajaja –rió. – ¿Pero sabes qué? Me gustaría ponerle el nombre cuando la vea, ahí sabré cómo se tiene que llamar. Cuando la tenga en mis brazos y vea su carita..., cuando acaricie su piel y bese sus mejillas... Recién allí sabré su nombre.
- ¿Porqué todo “la” y no “lo”? Además sería bueno, al menos tener una lista de los que nos gustan a los dos, ¿no te parece?
- No sé... Hagamos una cosa... Si es nena, el nombre lo elijo yo y si es varón, tú.
- Me parece justo. Pero ambos tendremos la posibilidad de vetar al menos un nombre, ¿ta?
- ¡Hecho! –y se dieron la mano como sellando un contrato privado. – Bueno, ¿nos levantamos?
- ¿Ehh? ¡Qué apuro hay! Son la nueve y veinte..., quedémonos en la cama remoloneando un rato... Dejáte de jorobar con tus caminatas, si querés salimos más tarde.
- ¡Nooo, qué caminatas! Con esta panza ya no puedo ni ir a la esquina. Pero tenemos que ir a la partera... ¿No te acordas? Hoy empezamos las clases de parto.
- ¡Es cierto, vamos! –y saltó de la cama. Roberto le tenía un poco de miedo a todo el tema del parto. Por eso cualquier cosa que pudiera ser beneficiosa para prepararlos para ese momento, la encaraba con mucha responsabilidad.Una vez allí las embarazadas aprendieron la forma de pujar más eficientemente, a respirar entre los pujos y ejercicios para prepararse para ese esfuerzo tan importante que significa el trabajo de parto. A los hombres les enseñaron el lugar que deben ocupar durante el mismo, y cómo podían hacer para ayudar a sus mujeres y no ser una molestia. Debían volver a varias sesiones más de práctica y se llevaron como deberes: practicar los distintos ejercicios y la respiraión.
No dejaba de tocarse el cuerpo y apretarse la piel. Estaba más gordito, algo crecía debajo de la piel y ésta había perdido prácticamente todas las arrugas y bastante elasticidad. Y además parecía estar más gruesa y rosadita.
- Me estoy volviendo más grande y fuerte. Seguramente cuando entre al mundo de afuera todos me admirarán y respetarán por mi gran tamaño. Y mis poderes siguen creciendo. Mi poder de visión mejora minuto a minuto y ya puedo ver las cosas con más nitidez, y percibo que en el mundo de afuera existen extensos momento de claridad y oscuridad. Si bien he intentado determinar la duración de estos dos momentos utilizando la unidad de tiempo que me proporciona el “Gran Tung”, no me ha resultado sencillo ya que al intentar hacer el conteo quedo inexorablemente dormido. Además, no existe un límite claro entre ambos ya que el pasaje de uno al otro, es como si los dos se fundieran, de forma que no puedo determinar un momento puntual en el que termina uno y empieza el otro. Pero sí está claro en que durante los momentos de claridad es cuando se produce la mayor actividad en ese mundo y cuando se desarrollan las batallas más encarnizadas. Parece lógico, ya que yo mismo, durante los momentos de oscuridad, tampoco puedo percibir nada de mi propio mundo y me siento muy limitado... Aunque a veces me pregunto si no serán mis propios poderes que se activan y desactivan por momentos produciendo esta dualidad de situaciones.
– Y siguió pensando o tal vez conversando consigo mismo, este pequeño aprendiz de filósofo, acerca de los acontecimientos que estaban sucediendo en su mundo y sobre los que pronto él mismo debería vivir en búsqueda del “mundo de afuera”.
- ¡Robe..., Roberto!
- Si, mi amor –contestó desde la cocina. Estaba preparando la cena y había comprado un vinito espumante para festejar el resultado del segundo examen que Claudia estaba preparando. Había rendido esa tarde y había salvado con muy buena calificación.
- Estoy preocupada, hace un par de horas que el bebé no se mueve..., no lo siento para nada. Tengo miedo de que algo le haya pasado.
- ¡Pero no, mi amor! Ayer me preguntaste lo mismo y lo consultamos en el libro... Y el doctor ya nos había avisado que bebé se movería cada vez menos. Conque se mueva unas cinco veces en el día está bien. Ya no tiene lugar en la panza y está muy apretadito, pobre.
- Pero es que hace mucho que no se mueve, y tengo un mal presentimiento...
- Negrita, estás sensible, es perfectamente normal que suceda. El bebé debe de estar roncando... Tuvieron un día muy complicado y lleno de emociones. Tú estás agotada, imagínate cómo debe de haber quedado él.
- Ella. Y por qué si la que carga con las dos soy yo, y la que dio el examen también... ¡Ayyy!
- ¡Qué pasó! –dijo Robe, ahora sí preocupado.
- Ayyy, jajaja... Está con hipo. ¡Qué divina! Mirá, tocá mi panza y sentila.
- Siiii, jajaja. Pobrecito...
- ¡Otra vez esta molestia que no me deja dormir –se quejó el bebé. – Ya bastante difícil me resulta conciliar el sueño así como estoy, todo apretado y apiñado, como para que además me aparezca esta cosa a cada rato... Son como pequeños sobresaltos que se repiten varias veces... No veo el momento de escapar de aquí, aunque estoy un poco confundido: no sé si quedarme esperando a que algo pase o si yo mismo tengo que buscar la forma de escapar, pero sin duda mi tiempo en este mundo ha concluido ya no hay espacio para mí aquí..., mi mundo se ha encogido de forma alarmante, cómo diciéndome: bueno che, ¿que te perece si tomas tus cosas y seguís tu camino? Si, ya es hora. Mis armas también parecen estar en posición: las tapitas duras y filosas en los extremos de mis innumerables extremidades pequeñas y regordetas están listas para la batalla... ¿Cómo funcionarán? ¿Serán como armas filosas que deberé blandir, o quizás cómo dardos que podré lanzar hacia mis enemigos? Aún no comprendo su funcionamiento pero cuando raspo mi cuerpo con ellas siento lo temibles que pueden llegar a ser... Si, creo que va llegando el momento de que busque mi camino, que empiece a forjar mi propio destino...El noveno mes
Intentó moverse pero le resultó casi imposible, estaba muy apretado. Había decidido ir en busca de su destino, a salir en busca del lugar o pasaje, que lo sacaría de allí hacia, él creía, “el mundo de afuera”. Pero no tenía cómo hacerlo, prácticamente no había lugar para realizar el más mínimo movimiento, mucho menos para girar y buscar la salida. Si embargo no se sentía abatido, tenía la seguridad que Dada lo auxiliaría. Confiaba ciegamente en ella, lo había cuidado durante tanto tiempo, con tanto celo y tanto amor, que no lo dejaría abandonado a su suerte, ahora en el momento quizás más importante de su existencia. No..., ella recurriría en su ayuda, estaba seguro. Sabía que su Dada sería capaz de realizar el sacrificio más importante, más doloroso, e incluso que sería capaz de poner en riesgo su propia integridad por proteger la suya.
Su organismo, a pesar de que él ahora no podía constatarlo, seguía cambiando y desarrollándose: tenía pelo en la cabeza, todos sus órganos estaban maduros y prontos para dejar aquel paraje de paz y tranquilidad. Sus pulmones que hasta ese momento “respiraban” líquido amniótico, habían sido los últimos en madurar y se encontraban listos para respirar un nuevo elemento, completamente desconocido en su mundo: el aire.
De pronto, sintió una succión en su cabeza, y un encajamiento mayor de la misma. Si bien ahora sentía cómo su cabeza se encontraba más inmovilizada que antes, se había generado mayor espacio para sus piernas y le brindó un momento de mayor comodidad y la sensación de que había encontrado el camino y que finalmente su odisea hacia el “mundo de afuera” estaba cor comenzar.
Tenía muchos deseos de conocer por fin a su Dada. Se la imaginaba un ser maravilloso, el más hermoso de cuantos pudieran existir. Con ojos color del amor y la ternura, su piel color pureza, su voz color de la suavidad, sus manos color caricias, sus labios color de besos...
- ¡Estoy pronto!
- Creo que el bebé se encajó... –dijo Claudia mientras comían. Se sentía mucho mejor de su acidez y ya no le costaba tanto respirar o comer.
- ¿Porqué lo decís, Clau?
- Porque hoy al mediodía, sentí una sensación extraña y a partir de ahí como que me costó mucho más caminar, como si las piernas se quedaran sin su amplitud de movimientos normal –explicó. –Ya le avisé a la directora que a partir de mañana, me tomo la licencia maternal.
- ¿Ya tomaron a tu suplente?
- Si, tomaron a Matilde. Hace casi una semana que me esta dando una mano.
- Y..., y ahora que va a pasar... –dijo Roberto nervioso. A medida que se acercaba el momento del parto más nervioso se ponía. Claudia sin embargo mostraba mucha mayor compostura a pesar de ser la más afectada por esta situación.
- Tranquilo, lo único que significa es que el bebé ya está en posición para salir. Podría ser en cualquier momento...
- ¡Y me pedís que me quede tranquilo...!El parto
- ¡Vámos Clau, que llegamos tarde! –exclamó Roberto mientras miraba su reloj.
Iban a un “baby shower”, como decía él, una reunión que habían organizado sus amigos para preparar la llegada del hijo de ambos. Cada pareja les llevaría un regalito para completar el ajuar del futuro bebé. ¿Futuro bebé? Refunfuñaba siempre Roberto cuando escuchaba esa expresión, y se contestaba a sí mismo pero de forma que quién había emitido tal juicio escuchara: ¡de futuro no tienen nada! Es tan real como la panza de Claudia y está tan vivo como el primer día en que fue gestado... Puedo llegar a aceptar que le digan: “bebé uterino” o si quieren “beberino”, pero es tan real como que hace más de tres meses que a mi mujer no me animo a tocarle ni un pelo...
- ¡Ya está, estoy lista! –contestó Claudia aproximándose a la puerta del apartamento. –Me estaba pintando.
- ¡Estás prec... preciosa!
- ¡Ahhh, no digas pavadas! No puedo estar linda con esta panza... Tengo las patas hinchadas, la cara gorda...
- Ahora la que dice pavadas sos vos, si estás estupenda... Y además casi no engordaste, si no fuera por la panza, nadie podría decirte que estás embarazada. ¡Estás divina!
- ¿Verdad que sí? Llevo engordado apenas unos ocho kilos doscientos. Dice mi médico que es lo mínimo que se puede –contestó vanidosa.
Roberto tomó su carita entre sus manos y la besó con ternura.
-¿Ves? ¿Ves que sos tú quien nos hace llegar, siempre tarde a todos lados? Ahora voy a tener que pintarme los labios de nuevo...Llegaron a la calle y mientras Roberto iba en busca del auto hasta la esquina, Claudia se quedó esperando en la vereda. Los papás de Roberto les habían prestado su auto desde hacía unas semanas para que no tuviesen problemas a la hora de trasladarse al hospital, cuando llegase el momento. Eran las ocho y cuarto de la noche...
- ¿Qué sucede? Siento que algo extraño sucede con mi mundo, ¿Será que ya llegó el momento? ¡Será que es el “desprendimiento”! Sentí como un cosquilleo recorrer todo mi cuerpo y recién ahora lo siento como algo sólido..., también siento que el calorcito que siempre siento, cambió –pensaba-decía el ahora no tan pequeño ser –¿Será cierto? ¿Estaré pronto para abandonar este mundo? ¿Veré por fin la cara de mi creadora? Ella me está esperando, lo sé. ¿Será como me la he imaginado todo éste tiempo? Sus ojos color amor me mirarán horas y horas sin poder despegarse de mis cachetes mofludos, sus labios sabor miel besarán mis mejillas, mi pancita y hasta mis patas... Sus caricias como plumas sentiré en mi espalda y en mis brazos, y escucharé, sin cansarme jamás, su voz suave y cariñosa, cantándome canciones que hablarán del amor más grande que jamás existió... Y yo la miraré y la amaré con cariño y ternura por el resto de mi vida. Siempre estaré a su lado y la protegeré hasta con mi propia vida, porque ella la vida me dio y de un mundo tan caótico me protegió. ¡Qué feliz que soy! Un tambor golpea mi pecho y una lombriz recorre mi panza y por más que lo intento no puedo achicar mis labios que de tan estirados que están, ocupan casi toda mi cara... Y qué extraño...,siento cómo de mis ojos brotan unas extrañas gotas ¡Qué feliz que soy! El momento ha llegado, y pronto estoy.
El auto se acercó lentamente. Sin esperar a que se detuviese del todo estiró su mano, agarró la manija y la abrió. En eso sintió un torrente incontenible desbordándose por sus piernas. Fue tan claro que hasta su esposo, que estaba sentado en el sitio del conductor se percató y la miró con ojos de susto.
- ¡Ay Robe, se me rompió la bolsa! –dijo Claudia.
- ¿La queeeeeeé?¡! –contestó en un hilo de voz temeroso.
- ¡La bolsa, la fuente...! ¡Qué se yo..., pero se rompió!
- ¡Mi madre! ¿Y ahora?
- Ahora llegó el momento... ¡Llegó la hora, hay que ir al hospital!
- ¡¿La...la hora?! ¡Si...la hora, hay que ir al hospital! –repitió con voz más firme como intentando tomar el control y mostrarse valiente. Enseguida se bajó del auto lo rodeo y ayudó a su mujer a entrar al vehículo. Volvió a su lugar y arrancó. No llegó muy lejos cuando Claudia preguntó...
- La valija está en el auto, ¿no?
- ¿La valija? ¿Qué valija?
- ¡La valija para el hospital, la de mi ropa y la del bebé! Te pedí que la metieras en el auto hace más de una semana...
- ¡Ya la traigo! –y frenó el auto, bajó y corrió los cincuenta metros que ya habían recorrido hasta el edificio, sin percatarse de que hubiera sido mejor hacerlo en reversa con el auto.- ¡Enfermera..., enfermera! –entró nervioso en la urgencia del hospital.
- ¿Qué sucede señor?
-Mi mujer..., está por parir... La dejé en el auto..., hay que ir con una camilla a buscarla.
- Disculpe... ¿Su mujer no es esa?
Claudia caminaba con dificultad mientras entraba tras su marido. Con una mano se sujetaba la panza y con otra...¡cargaba la maleta!Ya instalados en la habitación, a medida que pasaban las horas, las contracciones que Claudia que había comenzado a experimentar durante el viaje, se hacían cada vez más fuertes y prolongadas. Roberto estaba sentado a su lado y le tomaba una mano con cariño. Cada vez que venía una contracción ella le apretaba la mano con tanta fuerza hasta hacerle doler, y por un momento sintió que ella lo hacía a propósito. De pronto comenzó una contracción muy fuerte...
- ¡Respira profundo! ¡Vamos! Inhala..., exhala... ¡Profundo, vamos! Inhala..., exhala –de pronto sus ojos se cruzaron con los de su mujer, ella lo estaba mirando directamente. Lo que vió en esos ojos le hicieron desviar la mirada. Distaban mucho de ser miradas de amor. Cuando la contracción pasó Claudia le dijo...
- ¡Roberto, por favor! ¡No me digas qué hacer!
- Bu...bueno. ¿Y qué quieres que haga?
- Agarrá una revista y haceme viento... Tengo mucho calor...
- ¡Ésta no es mi mujer! –le susurró a su suegra, que ya había llegado, mientras corría a agarrar la revista – Alguien me la cambió cuando entramos al hospital...Ya en la sala de partos ubicaron a Claudia en la camilla, había dos enfermeras con ella. La sala era blanca, muy luminosa y esterilizada. En eso entraron tres personajes completamente cubiertos por pantalones, blusas, gorrito y tapabocas blancos, y también los pies, con una especie de bolsa de tela. Uno era el ginecólogo, otro el pediatra que recibiría al bebé para hacerle los primeros chequeos, y el tercero..., el tercero parecía no saber qué hacer allí dentro, ni dónde meterse...¡Era Roberto!
- Atrás de la madre, señor –dijo uno de los médicos, el ginecólogo de guardia. Roberto obedeció inmediatamente.
- Bueno Claudia –dijo el médico- ya has hecho prácticamente todo el trabajo de parto en la habitación, tenés muy buena dilatación, así que voy a tratar de evitar la episiotomía. El bebé está a punto de salir. Sé que estás muy cansada, fueron varias horas, pero estoy seguro que si me das dos buenos pujos, lo podré sacar. ¿Vamos a hacerlo?
- ¡Sí! –exclamó agotada.
- Ya viene una contracción, doctor –dijo una enfermera.
- Bueno, aquí viene. ¡Vamos con todo Claudia! –y se sentó en un banquito, entre las piernas de Claudia, a ayudar al bebé a nacer.
- ¡Mmmmmmmmmmhaaaaaaaaaaaaa!
- ¡Otra vez, Claudia! –dijo el médico.
- ¡Mmmmmmmmmmhaaaaaaaaaaaaa! ¡No puedo más...! – y la contracción cedió.
- ¡Estuvo muy bien! –ya casi está.
- Vamos chiquita, ya falta poco –dijo Roberto, que la tomaba por los hombros, tímidamente.
Ella hizo un esfuerzo para mirarlo y dijo:
- ¡Esto...es...tú culpa...! –callando a su marido que luego, revelaría que esa mirada lo atravesó inundándolo de miedo.
- Ya viene otra –interrumpió la enfermera.
- ¡Vamos, vamos ahora que está para salir! ¡Con fuerza!
- ¡Mmmmmmmmmmhaaaaaaaaaaaaa!
- ¡Una más, vamos!
- ¡No..., no puedo más! Por favor... –apenas pudo balbucear por el cansancio y el dolor que sentía.
- ¡Vamos Claudia, no aflojes ahora! ¡Una más!
- ¡Mmmmmmmmmmhaaaaaaaaaaaaayayay! – y la contracción volvió a ceder.
Mientras la enfermera la ayudaba a hacer la respiración y le secaba el sudor, el doctor le dijo.
- Ya lo tengo, casi puedo meter los dedos hasta el cuello. Necesito un esfuerzo más para poder agarrarle bien la cabeza y ya está. Uno más madre, pero que sea con todo...
- Ahí viene –anunció la enfermera.
- ¡Vamos! ¡Con todo lo que tengas!
- ¡Mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmhaa aaaaaaaaaaasaaaaquenloooooooo!
El médico con movimientos expertos tomó a la criatura de la cabeza le practicó un suave giro mientras tiraba de ella y sacó al bebé del cuerpo de su madre...
Una resplandeciente luz lo invadió todo, había vivido momentos muy intensos, un viaje alucinante hacia el “mundo de afuera”. Por momentos pensó que no lo lograría, que su cuerpo no aguantaría semejante travesía, mientras era aplastado y estirado en el proceso de salida. Claro que no esperaba que fuera fácil, tenía que romper con la atracción grávida que lo mantenía en su mundo interior. Pero evidentemente estaba listo y preparado para tremendo viaje, no en vano se había ejercitado durante tanto tiempo. Se sentía muy bien, muy complacido, cuanto más difícil había sido la prueba, más valor adquiría el haberla sorteado con éxito. Aunque tenía que reconocer que había recibido alguna ayuda, en un momento sintió que alguien lo jalaba por la cabeza..., ¿habría sido su creadora?
Quería verla, estar con ella, pero ese extraño fenómeno resplandeciente que todo lo abarcaba no le permitía abrir sus ojos, y sentía una cantidad de manos que le apretaban la panza, le abrían la boca y le raspaban los pies. Eso no es lo que se había imaginado que sucedería al encontrarse con su Dada... ¿Dónde estaban los ojos color amor, las caricias como plumas, los labios sabor miel y los cantos de dulzura?
- No, éstos no son mi creadora, son impostores. ¿Habré caído en manos del enemigo? - Y mientras sentía que le golpeaban en la cola, gritó tan fuerte como pudo -¡Quiero a mi Dada!
- ¿Esa es ella...? –preguntó Claudia mientras recuperaba el aire, al sentirla llorar.
- ¡Sí madre! Estuviste muy bien –dijo el doctor mientras le ponía a la bebé sobre el pecho. En cuanto la niña estuvo en contacto con su madre, sus llantos se detuvieron de inmediato. Había reconocido el calor, los latidos del corazón, su voz (aunque sonaba cansada y más clara), y sobre todo el amor de su madre... Ella la había rescatado de sus raptores, ahora estaba todo bien...
- Doctor, ¿está todo bien?
- Si, perfectamente, es una beba fuerte y sana, ¡y pesa casi cuatro kilos! ¿Dónde la tenías escondida?
Miró la carita tierna que reposaba sobre su pecho y enseguida se borró de su mente el momento que había pasado y los dolores que había sufrido para ser ocupados por una ternura inmensa, que le provocaba este pequeño ser, que ahora invadía su mundo.
- ¡Es tan linda! ¡Tan tiernita! -y entre risas y llantos buscó con la mirada a su esposo – ¡Robe, la ves! Es nuestra bebé... ¿Robe? ¡¿Dónde está mi marido?!
Nadie había reparado en el pobre Robe, que yacía inconsciente en el piso. En cuanto vio salir de entre las piernas de su mujer esa increíble criatura, toda embadurnada de una extraña grasa blanca, todo su mundo comenzó a girar y el piso desapareció bajo sus pies.Horas después, rodeados de parientes y algún amigo en la habitación, Roberto tuvo que aguantarse innumerables bromas por su desvaído. Pero ya nada le importaba había recuperado a su mujer, a la tierna y delicada Claudia con la que se había casado, y una hermosísima beba descansaba tranquila, durmiendo en sus brazos...
Treinta años despuésEra un día espectacular, el sol brillando alto en un cielo azul y diáfano. Las hojas del gran roble debajo del cual se había refugiado del calor, dejaban pasar unos pocos rayos de luz que se proyectaban hasta el césped brindando un espectáculo de luces y colores casi mágico. Se recostó contra el gran tronco y con una sensación de paz y ternura se puso a contemplar los juegos de una madre con sus hijas. La mujer trotaba suavemente mientras las dos niñas corrían a su alrededor entre risas y carcajadas. Las risas de las dos niñas eran tan contagiosas que pronto ella reía también, y con este espectáculo y una sonrisa marcada en sus labios se fue quedando dormida...
Soñó que era una exitosa profesional de la educación, que ocupaba un alto cargo en la pirámide de decisiones del sistema educativo de su país. Era una mujer respetada por sus pares, y querida por su mesura y buen tino a la hora de tomar decisiones importantes. Tenía un esposo, también exitoso en su carrera, que la quería y apoyaba. Y ella lo amaba a él profundamente. Habían estado juntos en las buenas y en las malas, y gracias a él había podido llegar a ser lo que era. Se podría decir que formaban una pareja feliz, y sin duda lo eran. Sin embargo había algo que manchaba esa felicidad impidiendo que fuera completa y que aún no podían superar: nunca habían tenido hijos. Ella amaba a los niños, había dedicado su vida a ellos desde su lugar de educadora y ahora velando por su futuro desde su cargo.
En su momento había tomado la decisión de priorizar su carrera para lograr una mejor posición, eran jóvenes..., ya habría tiempo para los hijos. Lamentablemente, a veces, los planes que uno se traza no se hacen realidad, y no por decisión de uno si no porque la vida sigue su propio curso y no el que nosotros pretendemos marcarle. Entonces cuando sí decidió que estaba pronta, los hijos no vinieron y ahora cada vez que ve un niño riendo y jugando con su madre, un enorme vacío la inunda y no puede evitar dejar escapar unas lágrimas.-¡Abu, Abu...! ¿Por qué lloras?
La mujer abrió los ojos y sonrió con ternura. Era su nieta que la despertaba de ese mal sueño. La tomó en sus brazos y miró a su hija, que continuaba jugando en el pasto con su otra nieta. Por ella había renunciado tal vez a un futuro distinto. Ya nunca sabrá cómo hubiera sido su vida profesional, pero sí sabe que de no haberla tenido en el momento en que lo hizo, jamás se le hubiera presentado otra oportunidad. Al año de haber dado a luz a su hija, padeció un cáncer de útero que casi acabó con su vida y la imposibilitó de soñar con otro hijo.
Si bien siguió trabajando en el área de la educación, nunca terminó su carrera y si bien ese tema le quedó en el "debe", jamás se arrepintió de haberle dedicado a su niña todo el tiempo que lo hizo. Educó a una buena hija y a una gran mujer, que también fue una madre joven y que por ahora, le dio dos hermosas nietas y a quienes también le dedica muchas horas.
Quizás su hija logre lo que ella no pudo: tener una vida familiar hermosa y una vida profesional plena. Y ella la ayudará en lo que pueda, porque los logros de su hija serán también los suyos propios, aunque tampoco se develará por ello. La vida se reduce a una constante toma de decisiones, decisiones que implican renunciamientos. No siempre se puede tener todo en la vida, y según a lo que renunciemos para lograr un determinado objetivo, mayor valor tendrá dicho alcance.
Claudia nunca se arrepintió de haber tenido la vida que eligió: tiene un esposo que la ama y cuida y una hija a la que disfrutó y vio crecer, y a la que hoy, además de llamar “hija”, también puede llamar “amiga”.
Aún recuerda el primer día en que la tuvo recostada sobre su pecho luego de un agotador trabajo de parto, y cómo cesaron sus llantos en cuanto sintió su calor de madre. Fue el momento en que empezaron sus propias lágrimas a caer cuando vio la hermosa carita, redonda y blanca, esbozar con sus labios muy rojos lo que creyó fue una sonrisa... En ese momento no tuvo dudas..., al ver su bello rostro apoyado sobre su pecho, supo cuál sería el nombre de su hija. A partir de entonces la llamarían Luna.
Índice de capítulos
El primer mes
El segundo mes
El tercer mes
El cuarto mes
El quinto mes
El sexto mes
El séptimo mes
El octavo mes
El noveno mes
El parto
Treinta años despuésEl mundo de Sin Nombre
A esas criaturas inocentes
que jamás verán la luz del día,
ángeles sin culpa ni perdón
que regresan al cielo afligidos
al no haber sido, con amor, recibidos.Y a sus padres...,
que ciegos de temor o vergüenza,
cierran las puertas del corazón,
negándose la oportunidad de abrir sus vidas
a estos seres de luz, pureza y amor.
El primer mes
Se desplazaba por la amplia galería de forma segura y despreocupada, saludando a cuanto estudiante se cruzaba con ella. Colgando de su hombro llevaba la pesada tabla de dibujo y un bolso de arpillera deshilachado en las costuras, mientras que con sus brazos cruzados contra el pecho, apretaba los cuadernos de apuntes. Salía de la clase de historia contemporánea y se dirigía al taller de dibujo.
La vida le sonreía, era feliz... Excelente estudiante, buenos amigos y dos padres que la adoraban y consentían en todo... Quizá lo único que le faltaba para tener una vida perfecta era un hermano..., o quizá no.
Con sus radiantes veintiún años, tiene el mundo a sus pies, pareciera que a esa edad no existen los peligros, como que nada les puede pasar, que son inmunes a las miserias de la vida... Pareciera que tienen energía ilimitada, ¡que son inmortales!Allí estaban ya sus amigos, a algunos los había conocido al entrar a la facultad pero con otros estaba desde el liceo y los conocía muy bien.
-¡Hola Andrea! ¿Cómo estuvo la clase?
-¡Hola chicos! ¡Que rata se mandaron...! Me dejaron sola... Después no se quejen si les va mal en las pruebas.
-¡Es que la gorda es insoportable! ¿No puede darle un poquito de onda a la clase? Además la clase es al santo botón, para el examen basta con leer los libros y ya –dijo Pablo.
-Yo prefiero ir a clase, después es más fácil estudiar. Ustedes hagan lo que quieran... ¿Y esta noche? ¿Sale algo?
-Si, nos juntamos en el boliche, nos bajamos unas birras y después a agitar a “La City” ¿Venís no?
-Como siempre, la noche sin mí no es la misma...Así era Andrea, un bicho de la noche. Le encantaba la farra, la cerveza y los amigos. Vivía la vida al máximo, al límite. Había que aprovechar la juventud, no duraría para siempre y ya llegaría el tiempo del trabajo y las obligaciones. Sin embargo era muy responsable y ordenada, y a pesar de su edad ya tenía toda su vida perfectamente programada. Se iba a recibir de arquitecta, iba a poner su propio estudio, se iba a casar y quería tener dos hijos: un varón y una nena. Viviría en una casa y se llevaría a sus padres a vivir con ella. Los adoraba y se los debía. Ellos se desvivían por ella. Su madre estaba pendiente de ella en todo momento, y más que una madre parecía casi su sirvienta... Y su padre trabajaba como un burro para darle, dentro de lo que podían, lo mejor. Habían tenido algunos problemas, años atrás, cuando a Andrea le picó el bichito de la joda y empezó a volver tarde en las noches. Sus padres no entendían esa rebeldía que le había surgido de repente y Andrea necesitaba salir un poco de casa donde se sentía sobreprotegida y a veces un poco sofocada por los excesivos cuidados de su madre. Finalmente, todo se resolvió como siempre sucedía, y Andrea consiguió salirse con la suya. Después de todo, ella cumplía con sus obligaciones, era una hija atenta y cariñosa, y no daba muchos problemas.
Esa noche se juntó en el boliche y con sus amigos se tomaron varias cervezas. A eso de la dos de la mañana se fueron a bailar. Si bien siempre salían en grupo, Andrea bailaba con cualquiera, siempre y cuando le gustara. Nunca tuvo novio, ya habría tiempo para ellos, ahora era el tiempo de divertirse, de la libertad... ¿Quién necesita ataduras a los veintiún años? Tampoco tenía muchos problemas a la hora de tener sexo. Si el chico le gustaba y los dos querían, ¿por qué no?, si es lo más natural del mundo... Después de todo ella es mayor y sabe cuidarse.
Esa noche fue igual que muchas, bailó, tomó más cerveza, se divirtió como loca y terminó con su compañero de baile en el asiento trasero de un auto. Quizá a la mañana siguiente ya no recordase nada de lo que había pasado.Millones de microscópicos espermatozoides son arrojados a un extraño lugar, de sorpresa..., como bomberos durmientes que son despertados intempestivamente para apagar un incendio. No estaban preparados para lo que vendría y sin saber mucho que hacer, siguiendo sus propios instintos comienzan una carrera larga y perezosa con un fin que no entienden y quizás ni comparten... ¿Pero quiénes son ellos para disentir? Sólo tienen que cumplir con su trabajo, con el fin para el cual fueron creados y acudir al llamado de la naturaleza. Confundidos y desorientados quedaron en aquel lugar, que no les resultaba amistoso, chocándose unos con otros hasta que finalmente algunos se dirigieron por un conducto que se abría, dejando aquel lugar de caos y confusión. Muchos quedaron allí perdidos y agotados..., millones.
Los que iban por los conductos lo hacían desordenadamente, golpeándose entre sí y contra las paredes del mismo, a un ritmo cansino y aletargado, como tratando de cumplir con el encargo por el sólo hecho de hacerlo. Muchos quedaron también en aquellos conductos que se les hizo una verdadera trampa mortal... Pero algunos, unos pocos cientos de miles, lo lograron y se encontraron al final del accidentado trayecto en un gigantesco espacio vacío, podían percibir las fuertes corrientes que allí existían.
En el centro, ingrávido reposaba un enorme globo..., como un sol en un mundo interior. No había dudas, todo su esfuerzo tenía como fin llegar hasta él, pero estaba muy lejos y el sólo espectáculo que se abría ante ellos los dejó helados por un momento. Después de todo lo que habían pasado y sufrido, se tendrían que enfrentar a este nuevo desafío: más difícil y peligroso...
Titubearon por un momento, sabían que jamás lo lograrían, era un desafío imposible de superar... Pero uno de ellos, quizás por rebeldía ante las adversidades, tal vez porque su instinto lo azuzaba más que al resto, se lanzó al vacío en un acto de arrojo y valentía. El ejemplo cundió y tras él se lanzó el resto, como un batallón de soldados que tras largos días sitiados, en un acto de desesperación deciden romper el sitio en un ataque sorpresivo y espontáneo bajo el grito de ¡libertad o muerte!
Pero el esfuerzo era demasiado y las convicciones débiles y las extrañas corrientes comenzaron a hacer mella en el grupo hasta acabarlo por completo... ¡Pero no! Uno aún continuaba luchando, contra todo pronóstico, contra las adversidades, en busca de la gloria... Era el que se lanzara primero azuzando a todos lo demás, pequeño rebelde, vasco tozudo. De esos que se ven poco, de esos que se agrandan ante las dificultades y sacan más fuerza cuanto más difícil es el desafío, de esos que hacen historia, y luego de nadar en aquel ambiente hostil dejándolo todo logró en un esfuerzo titánico alcanzar la ansiada meta y llegar a destino.
Millones habían partido pero solo uno llegó. No por el esfuerzo de todos sinó por la tenacidad de uno solo. El resto quedó por el camino víctimas de sus propias flaquezas, de su falta de determinación, de no haber comprendido o no haber compartido el fin último de toda aquella actividad. Sufriendo una muerte indigna, sin gloria ni honor, la muerte del manso...De una aventura sin pretensiones y de la que no se tenía ninguna expectativa se produjo sin embargo el milagro más fabuloso de todos: el milagro de la vida y por la unión de éstas dos células, una nueva y fervorosa actividad comenzó a desarrollarse. El organismo más elemental de todos comenzó a producir una actividad ahora irreversible que culminaría con un nuevo individuo totalmente único y especial. Para eso, el ahora llamado “huevo” emprende un nuevo viaje hacia el lugar donde anidará hasta que el nuevo ser complete sus transformaciones y se encuentre pronto para afrontar la experiencia maravillosa de la vida en sociedad.
Andrea continúa con su vida, sus estudios y sus amigos. Continúa su existencia despreocupada sin saber que en su vientre está creciendo un nuevo ser, un ser que cambiará su vida y sus planes de forma total y definitiva. Aunque ella aún no lo sabe y quizás demore un mes más en saberlo, los engranajes de la vida empezaron a girar y ya nada podrá detenerlos, ya no se podrá volver atrás y lo que está hecho ya no podrá deshacerse. Todo lo que suceda de aquí en más, marcará para siempre la vida de estos dos seres que por ahora, están ligados íntimamente.
El otro responsable de estos sucesos, el compañero de Andrea en aquella noche de baile, tragos y excesos, nada sabe de esto ni se lo imagina, y quizá jamás se entere de que ha sido parte indispensable de este milagroso evento, que si bien parece el más natural del mundo resulta también el más complejo.
El segundo mesTres de la mañana... Andrea llega a casa. Salió con sus amigos de facu a tomar unos tragos y se quedaron de charla hasta tarde. Después decidió caminar hasta su casa para despejarse un poco, no le gustaba llegar medio alcoholizada, no era raro que alguno de sus padres se despertara al escucharla llegar y se levantaran a recibirla.
- ¡Andrea..., llegaste! –dijo su madre preocupada.
- ¿Qué...? ¡Ah, mamá! Me asustaste.
- Estaba preocupada...
- ¿Preocupada? ¿Por qué?
- ¡¿No dijiste que vendrías temprano?!
- ¡Ay mami! –dijo fastidiada- ya sabés que cuando salgo con los chicos no me fijo en la hora. No tenés porqué preocuparte, ya soy mayor...
- Así tengas cuarenta años, tu padre y yo vamos a seguir durmiendo con un ojo abierto hasta que vuelvas a casa.
- ¡Ay mamá, no empieces de nuevo! Ya hablamos sobre esto muchas veces...
- Y nunca nos ponemos de acuerdo... ¿Es necesario que vuelvas tan tarde a casa? Ya casi no te vemos.
- Mamá, ya soy grande, no puedes seguir cuidándome como antes... A veces me siento ahogada en esta casa, están demasiado pendientes de mi...
- ¿Pero no entiendes que tú eres todo para nosotros? ¿Qué todo lo que hacemos..., que nuestra vida gira alrededor de ti?
- Pero mamá...
- Sólo queremos lo mejor para ti, que nada te pase, que puedas tener una vida mejor que la nuestra, que seas una profesional exitosa, que tengas una linda familia, que puedas vivir en un lugar mejor que este... Para eso trabajamos tan duro, por eso nos sacrificamos tanto para que tengas lo mejor que podamos darte, por eso nos preocupamos tanto. ¿Es tan malo querer lo mejor para una hija?
- No mamá, no es malo ni se equivocaron. Y yo lo valoro y por eso hago el máximo esfuerzo para tratar de ser de las mejores en facultad. Tenés razón..., no te pongas mal. Perdoname por no comprenderte, lo siento.En eso Andrea sufrió un mareo y tuvo que afirmarse en una silla para no caerse...
- ¡Andreita! –exclamó su madre mientras la agarraba para ayudarla y sostenerla. - ¡Qué tenés mi amor! ¡Por favor chiquita...!
- ¡Mamá, mamá! Por favor, no grites... Ya pasó.
- Vení sentate acá, que voy a llamar a tu padre para que me ayude.
- No mami, déjalo tranquilo. Fue sólo un mareo. Ya pasó.
- ¿Segura?
- Sí, no vale la pena molestarlo. Déjalo dormir que él madruga mucho.
- Bueno, vamos a tu cuarto, tenés que dormir. Mañana ya veremos si vamos al médico.
- ¿Al médico? ¡No empieces con tu hipocondriacadas! No tengo nada, es sólo cansancio...
En ese momento sitió el aliento a alcohol de su hija. - Si, puede ser...; cansancio, trasnochadas y quizás la ayudita de bastante alcohol, ¿no?
- ¡No empieces de nuevo, mamá!Ellas no lo sabían pero la causa del casi desmayo no fue el alcohol, ni el cansancio. Algo nuevo y por ahora desconocido estaba sucediendo en el cuerpo fértil de Andrea. Dentro de su vientre, una actividad descomunal e imparable se está desarrollando. El cambio hormonal que esta actividad está produciendo en el resto del cuerpo, fue quizás el causante, produciendo algún tipo de descompensación. Toda la energía vital que cada persona necesita para sus actividades normales y naturales, en Andrea, parte de ellas son desviadas de sus objetivos originales para atender esta nueva actividad, produciendo un faltante inesperado. Al no estar en conocimiento de estos, mantener el mismo ritmo de vida actividad y no reponer la energía faltante, resulta lógica la reacción que se produjo en su cuerpo.
En su vientre este pequeñísimo intruso está cobrando forma. Aunque alcanza a medir poco más de cuatro centímetros y pesar solamente 35 gramos, ya se pueden distinguir los bracitos y comienzan a surgir las piernitas. Atrás quedó aquella masa informe de células para dar paso a un ser de forma humanoide donde se destaca notablemente su cabeza que es casi tan grande como el resto del cuerpo. En ésta se pueden ver las orejitas y los ojos.
No hay que esperar a que nazca y crezca para saber su sexo, el color de sus ojos y pelo. Ya se sabe el carácter que va a tener y para qué deportes va a tener aptitud. Si se va a parecer a su madre o a su padre y hasta el tono de su voz. Va a ser muy inteligente y le va a encantar el dibujo. Seguramente va a ser arquitecto como su madre y ella va a tener la suerte de tener un hijo muy cariñoso y compañero, que seguramente trabaje con ella cuando obtenga su título.Ella aún no lo sabe, pero este pequeño ser que está creciendo en su vientre, donde vive tranquilo y en paz y que depende totalmente de ella, será una fuente inagotable de amor y compañía.
Ella no lo sabe aún, pero este pequeño que tan ligado a ella está que hasta comparten sangre y alimento, será el causante de las alegrías y los sucesos más importantes de su vida.
Aún ella no lo sabe, pero este ser que le debe su existencia, pasará a ocupar el lugar más importante en su vida y todos los logros que ella pueda alcanzar serán opacados, para ella, por los logros de él. Tan importante será, que ella estará dispuesta a dar su vida por la de él.
El tercer mes- ¡Andrea, qué cara tenés! –dijo Josefina, una de sus amigas- ¿te sentís bien?
- ¡Ay Jose, me siento fatal! –contestó-hace ya algunos días que no me siento bien, estoy cansada y sin ganas de hacer nada. Me cuesta concentrarme y la comida me cae mal...
- ¿Hiciste fiebre?
- No.
- ¡Ojo con eso! Dice mi tío que anda un virus dando vuelta por ahí. Que se lo agarró medio mundo y que te deja completamente tirada, y prácticamente sin dar fiebre.
- Capaz que es eso...
- ¿Ya viste un médico?
- No, como no hice fiebre no me preocupé y como de a ratos me siento bien, supongo que también puede ser cansancio. Estamos de entrega en el taller y llevamos varios días trabajando mucho.
- Puede ser estrés, pero deberías ver uno..., por las dudas. Los cuadros gripales, si no se atienden a tiempo tienden a empeorar.
- Tenés razón, quizás me atienda con uno de guardia, porque pedir hora con el que me atiende siempre es al pedo, pueden llegar a darme para el mes que viene, ¿viste como son las sociedades médicas, no?
- Si, un verdadero desastre...
Josefina entró al bar, estaba preocupada: había recibido una llamada de su amiga citándola en aquel lugar. Sus palabras o quizás su tono de voz la habían dejado muy intranquila. Con la mirada buscó entre las mesas, la cara de su amiga. No la encontró, como de costumbre, en aquellas que están junto a las ventanas, sinó acurrucada en una de las del fondo. En nada se parecía a su amiga: siempre alegre y segura de sí misma.
-¡Andrea! ¿Qué te pasa? ¡Estás horrible! ¿Estuviste llorando?
-¡Hay Jose, qué suerte que llegaste! Estoy desesperada...-¿Do..., donde estoy? ¿Qué lugar es este? ¿Hay alguien allí? ¿Es que nadie me escucha? –pensó inquieto.- El lugar es tranquilo y aparentemente seguro, está calentito y es cómodo. Sin embargo..., no me siento completamente a gusto aquí, no sé..., es como una sensación extraña en mi pecho como si algo me estuviera apretando. ¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Tendré que quedarme por mucho tiempo o quizás sea mejor ir a buscar otro lugar donde me sienta mejor? ¿Vendrá alguien a hacerme compañía..., me estará esperando alguien en algún lado? ¿Y qué son todos esos sonidos? Ese tumbtumb parece descoordinado: de a ratos tiene un ritmo pausado y tranquilo, pero de pronto se acelera y descontrola sin motivo aparente. ¿Qué o quién producirá este ruido? Siento que alguien lo produce, alguien que es muy importante para mí..., sin embargo no logro definir mis sentimientos con respecto a éste ser. ¿Debería sentir felicidad? ¿Tal vez amor?
-Tranquilízate Andrea. Respira hondo y contame lo que te pasa... Estás muy angustiada.
Andrea respiró pero no pudo evitar romper en lágrimas, se tomó la cara con las manos y balbuceó... –Creo que estoy..., que estoy embarazada..., Jose.
-¡¿Embarazada, tú?! ¡No puede ser! ¿Estás segura?
-Me hice el test de la farmacia esta madrugada... ¡Y me dio positivo! ¿Qué voy a hacer?
-Tranquila... Mirá que esos tests no son cien por ciento seguros. ¿Cuándo tendría que haberte venido?
-¡Ayy, no lo sé! Sabes que soy muy irregular. Nunca me viene cuando tiene que venir.
-Bueno, pero... ¿cuándo fue tu última menstruación?
-No lo recuerdo, fue hace dos meses cerca del veinte...
-¡Hace dos meses! –exclamó Josefina- ¿Y porqué dejaste pasar tanto tiempo?
-Porque a veces me pasa que no me viene, que se saltea un mes, no es la primera vez. Recuerdo que esa vez también me pegué un susto bárbaro y me hice todos los exámenes, que por suerte dieron negativo desde el principio. El médico me dijo que yo era muy irregular y que podía pasar que un mes no me viniera. A partir de ahí no le di mucha bolilla, aunque me volvió a pasar muchas veces. Pero cuando este mes tampoco me vino...
-Razón de más para guardar esperanzas en que el test pueda haber fallado –dijo su amiga del alma tratando de animarla aunque sabía que las probabilidades eran casi nulas –Pero lo que hay que hacer, ya mismo, es pedir hora con tu ginecólogo. Necesitas confirmar el embarazo y él te va a mandar los tests de laboratorio.
-Si..., tenés razón. Eso mismo me da vueltas por la cabeza desde que ví el resultado del test. ¿Me acompañarías a la sociedad? No me animo a ir sola.
-Tu mamá no sabe nada, ¿verdad?
-¿Estás loca? Ni pensar en contarle hasta estar completamente segura. Y si llegara a estarlo, tampoco sé si me atrevo a contarle...
-¿Porqué no? Ella te adora. Tus dos padres te quieren profundamente, y son de lo más buenos. No creo que...
-No..., créeme. Se van a morir –y volvió a sollozar. –Siempre soñaron con su hija profesional..., su hija arquitecta. Alguien de quién se sentirían orgullosos, alguien en quién verían sus propios anhelos vueltos realidad, como una segunda oportunidad. ¡Y ahora ese sueño se rompió...!
-¡Pero eso ya no es más así! Ahora se puede perfectamente seguir estudiando a pesar de tener un hijo. Muchas chicas lo hacen... ¡Estamos en el siglo veintiuno, por Dios!
-Tu no entendés... Yo soy lo máximo para ellos, quieren lo mejor para mí. Luchan denodadamente para darme lo mejor: la mejor educación, la mejor salud... Sueñan en que yo tenga una vida distinta a la que ellos tuvieron, una vida menos sacrificada, con otro nivel: la vida de un profesional... Nunca me dejaron trabajar porque querían que mi vida fuera distinta, lo más cómoda posible... Querían que sólo me dedicara a estudiar y que nada se interpusiera en el estudio, para que pudiera alcanzar esas metas... Y esto es como una bofetada, es como decirles que todo lo que hicieron por mí, no sirvió de nada...Tuvieron que esperar dos semanas más para poder ver al ginecólogo de Andrea ya que ella no quiso que la viera el médico de guardia. Fueron dos semanas terribles, de dolorosa expectativa. Andrea estaba mal y no podía ocultarlo, estaba desganada y de mal humor, no demostraba el mismo interés que antes por las materias que cursaba, estaba callada y prefería andar sola. Incluso ya no acompañaba a sus amigos a tomarse unas “birras” en el boliche. En nada se parecía a la amiga avasallante y decidida, siempre bien dispuesta a las bromas y a una buena carcajada, de unas semanas atrás. Y ellos no alcanzaban a comprender qué le pasaba, estaban preocupados y a pesar de que insistían en preguntarle por su abrupto cambio, ella nada les decía. No se animaba, no entendía por qué pero la invadía una profunda sensación de vergüenza. Y Josefina tampoco decía nada, le había prohibido comentar el asunto con alguien.
El médico le hizo la revisión de rutina y la escuchó pacientemente. La conocía desde hace años y ese hecho le dio la confianza necesaria para atreverse a regañarla por no tomar los recaudos necesarios para que eso no ocurriera.
-¡Siempre tengo cuidado! No entiendo qué pasó, a veces hasta me paso de pesada exigiendo a los chicos a que usen preservativos... No sé..., talvez estaba fallado o...
-¿O qué? –preguntó el doctor.
-Últimamente se me pasaba un poco la mano con la cerveza y el whisky y cuando estoy así, pierdo el control de lo que hago... Quizás alguna noche me haya olvidado de cuidarme.
-El sexo y el alcohol no son buena yunta. Es como con la droga; nunca mezcles sexo con alcohol o drogas, se sabe como empieza pero no cómo termina.
-¡Yo droga jamás!
-Para el resultado final, es el mismo: el descontrol, el adormecimiento de la voluntad. No te olvides que el alcohol también es una droga.
-¿Y Doc, estoy o no estoy embarazada? –cambió de tema Andrea. No estaba de ánimo para una lección moralista.
-Hasta que no tengamos los análisis clínicos no podemos estar completamente seguros, pero te voy a ser franco..., por los síntomas que me decís que estás sintiendo y por los resultados del examen físico que te realicé, creo que sí.
-¡Ay, Dios mío! ¿Qué voy a hacer?
Tres días después, estaba con Josefina en el laboratorio donde le harían el examen. Andrea estaba muy nerviosa, le temblaban las manos y le costaba hablar. Le extrajeron sangre y la dejaron esperando en el recibidor. Minutos más tarde salió una mujer de túnica y preguntó por ella.
-¡Soy..., soy yo! –contestó mientras se paraba. ¡Por favor, que de negativo! –Susurró por lo bajo.
-Bueno..., el examen estará pronto dentro de tres días, pero no es necesario que vengas a buscarlo, nosotros lo mandamos directamente a tu sociedad médica.
-¿Cómo? Pensé que me lo darían en el momento...
-No, ese examen al que te referís sólo se realiza de forma privada. Hay que pagarlo aparte.
-¿Y cuanto cuesta?
-Tres mil doscientos pesos...
-¡Ay, qué caro! No..., gracias. Tendré que esperar.Tuvo que esperar cinco días más para confirmar su estado, que resultó positivo y a pesar de que la idea estaba ya instalada en la cabeza de Andrea, hubo llantos en abundancia y una feroz autocrítica. Finalmente Josefina logró calmarla y la invitó a quedarse esa noche, a dormir en su casa. En ese estado, no podía permitir que su amiga se fuera a la suya y enfrentar así a sus padres. Increíblemente, ayudada quizás por el cansancio y por el hecho de haber resuelto la incertidumbre que la angustiaba, esa noche, Andrea cayó rendida y durmió como no lo había hecho en las últimas semanas.
Ahora dormía tranquilo, todo se había calmado. En su mundo, reinaba ahora una relativa paz... Pero desde que recordaba sentía una extrañísima sensación que por momentos se confrontaba: presentía de alguna manera que su existencia en aquel lugar no era deseada y sin embargo estaba allí por decisión de alguien, y sentía que su deber era querer y adorar al responsable de su existir.
¿Porqué estoy aquí si no quieren que lo esté? ¿Habrá alguna razón oculta que yo aún no alcanzo a entender que justifique mi presencia en este mundo? Habría pensado el pequeñísimo ser... ¿Estaré haciendo lo que se espera de mí? ¿Será que no, y por eso no he conseguido la simpatía de mi creador? ¿Qué podré hacer para conformarlo? Y tratando de resolver esta situación y ayudado por la inesperada tranquilidad que reinaba en su mundo, se había dejado atrapar por los lazos del sueño.
Esta historia continúa en "El mundo de Luna y Sin Nombre". Tercera parteProhibida su reproducción total o parcial con fines comerciales.
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