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Educación de los hijos
¿Pueden los padres elegir la educación de sus hijos?
Que los padres tienen derecho natural a la educación de sus hijos es evidente. Basta imaginarse a una madre enseñando a su hijo a formular sus primeras palabras.
Los niños nacen en un estado de indigencia que reclama los cuidados de sus padres. A diferencia de lo que ocurre con la mayoría de los animales, los seres humanos dependen naturalmente de sus padres durante mucho tiempo. Un reflejo de esta realidad se observa en las legislaciones de todos los países, en donde se restringe la responsabilidad de los menores de edad y se transfiere la posibilidad civil por daños (derivada de acciones delictuosas) a los padres.
La aptitud de los padres para esta tarea resulta también obvia. Basta ver el amor que todo padre le tiene a sus hijos, la íntima relación que se establece entre ellos, la inclinación natural de los hijos a buscar ayuda en sus padres, la efectiva preocupación de los padres por sacar adelante a la familia y por proporcionar a los hijos una vida mejor y una educación más esmerada.
Esas realidades tan patentes sólo pueden ser negadas violentando la misma razón natural. La sabiduría popular recalca este pensamiento cuando llama “padres desnaturalizados” a aquellos que no cuidan de sus hijos (lo que constituye uno de sus deberes primarios) radica la prioridad de sus derechos en esta materia sobre los del Estado. Los padres son el principio de la generación y de la educación que la complementa, y cuando se desentienden de este urgente deber (o se les impide su ejercicio) se producen graves perjuicios y carencias, tanto en los niños, que son víctimas de diferentes grados de abandono paterno, como en la sociedad.
Es importante que los padres se den cuenta de que son los primeros responsables de la educación de sus hijos y de que no pueden limitarse a delegar esta tarea a una escuela. Deben educarlos ellos mismos, saber qué se les enseña y, si se diera el caso, saber vencer su posible indiferencia y participar positivamente en la escuela.
La intencionalidad de los padres
Hace cincuenta años, un padre de familia sabía lo que quería de sus hijos y en muchos casos lo conseguía. Sin embargo, hoy no existe una afinidad tan estrecha entre lo que quieren los padres y lo que hacen los hijos. Y eso se debe a que las influencias externas son muy poderosas.
Nuestros hijos no sólo están influidos por nosotros, sino también por sus maestros, sus amigos, la televisión, la prensa, las revistas, el ambiente de la calle, la publicidad, las noticias nacionales e internacionales, los padres de sus amigos, etc.
No se trata, desde luego, de proteger a los hijos evitándoles todo contacto con las influencias que pueden llegar a perjudicarlos, pero tampoco se trata de abandonarlos a ellas.
Algunos padres confían en su buen ejemplo para que sus hijos se formen como ellos lo esperan. Otros, abusando de su autoridad, pretenden dominar a sus hijos y resolver el problema estableciendo un sinfín de reglas que el hijo experimenta como un encarcelamiento. En ambos casos, el joven tiende más a dejarse influir por lo externo, buscando con ello una sintonía con su estado psíquico. Si no encuentran esta sensación de seguridad en su hogar, los hijos la buscarán fuera de él. Si los padres no educan a sus hijos para que éstos encuentren en sí mismos su seguridad, entonces todas las intenciones y acciones de los primeros no harán más que provocar el efecto contrario a sus deseos.
Parece, pues, que es necesario reflexionar sobre la intencionalidad de los padres.A) El contexto de la acción educativa
Nuestros hijos establecen todos los días múltiples relaciones, tanto humanas como con determinadas tareas. Pero, ¿hasta qué punto son educativas esas relaciones? La educación siempre supone un “más” y un “mejor”.Si pensamos en las relaciones que los hijos pueden tener con sus padres o con otras personas, veremos que las posibilidades de ser influidos por unos o por otros dependerán principalmente de tres elementos: la situación del hijo, la situación de la otra persona y las condiciones materiales propias de la situación común.
¿Qué puede significar “más” y “mejor”, en relación con las personas?
El comportamiento humano refleja un modo de pensar, de sentir y de ser, y siempre está dirigido hacia algún fin, aunque el interesado no se percate de ello.
Los padres, al actuar en una determinada situación, concretan sus deseos conscientes e inconscientes en alguna actividad que les permita comunicarse con sus hijos. Pero la finalidad de esta comunicación dependerá, a su vez del concepto que tengan de la vida y del hombre, y de lo que debe ser el proceso educativo.
Actuar educativamente supone pues, la comunicación. Uno de los problemas que enfrentan los padres es el saber aprovechar las situaciones de convivencia con sus hijos que les permitan a éstos alcanzar ese “más” del que hablábamos.B) Actuación positiva de los padres
En relación con sus hijos, los padres pueden actuar en función de algún criterio o al azar, si eligen este último, su comportamiento será imprevisible: estarán influidos por el ánimo del momento, por el capricho o por el sentimiento. En consecuencia, difícilmente producirán una mejora en sus hijos.
En cambio, los padres que actúan de acuerdo con algún criterio, que deciden lo que quieren hacer y lo hacen, actuarán con un estilo personal y, seguramente, si su criterio es el adecuado, lograrán la mejora que se han propuesto.Los padres que quieren educar a sus hijos, además de saber lo que significa “educación”, necesitan establecer prioridades.
El peor error que puede cometer un padre es no saber si fracasó o no en la educación de sus hijos, porque no sabía lo que se proponía o no tenía intenciones definidas.
Algunos jóvenes piensan que la persona que sabe lo que quiere puede ejercer coacción sobre ellos. Por eso conviene aclararles que los términos del binomio ser-hacer son inseparables. Educamos a partir de lo que somos y de lo que hacemos. Los educadores deben ser “de una pieza”: deben saber a dónde van y actuar en consecuencia. Y para ello es necesario que reflexionen previamente sobre la educación.
De un modo u otro, los padres siempre van a influir. Por ser la suya la mayor influencia, debe ser la mejor.
C) La palabra "Educación"La palabra educación procede del verbo latino educare, que significa criar, alimentar, y de educere, que equivale a sacar de dentro, extraer.
Educar es guiar, pero también consiste en actualizar lo que se halla potencialmente en el niño.
La auténtica educación es la síntesis de lo que significan los dos verbos latinos educare y educere, referidos al educando como un sujeto que posee diversas posibilidades de recibir ayuda.
Una parte considerable de la conducta de los hijos puede atribuirse a los criterios que sus padres aplicaron en su educación.D) Más vale prevenir que lamentar
¿Qué pueden hacer los padres para prevenir a sus hijos contra las influencias negativas? En primer lugar, deben reconocer que la influencia del ambiente afecta a sus hijos tanto como a ellos mismos.
En segundo lugar, hay que detectar a qué responden las influencias antieducativas. Con este fin, a continuación expondremos someramente las características de las tendencias actuales predominantes.
Probablemente, la influencia más nociva es la que falsea los criterios que deben regir la vida. Hoy domina la tendencia a sobrevalorar el dinero, la novedad, el poder, las posesiones o el intelecto. Esto se refleja en los criterios que se aplican en el momento de decidir; “Elijo esta carrera porque me da más dinero”: “Hay que tener poder a toda costa”; “Salgo con tal persona para lucirla”; “Lo nuevo es lo bueno, lo antiguo es lo malo”; etc.
En lugar de reconocer que la verdad no es algo relativo a cada individuo, sino que es algo objetivo que es preciso reconocer como tal, se habla de “mi verdad” o de “tu verdad”, lo cual es una falacia, pues la verdad no depende del parecer de las personas.
Es la realidad misma la que debe conocer para no vivir en el error.
Antonio Machado invitaba a buscar la verdad: “La verdad, no tu verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela.”
Un padre de familia responsable rechazaría cualquier deformación que pudiera dañar a sus hijos. Sin embargo, no es fácil percatarse de esas deformaciones en una ambiente en el que prevalece la confusión. La manipulación actúa sobre el inconsciente o sobre el subconsciente. Todo cuanto vemos y oímos queda registrado en la memoria, aunque no nos percatemos de ello.¿Hasta qué punto influye en nosotros lo que vemos y oímos? Al respecto, cualquier respuesta podría resultar imprecisa, ya que intervienen muchos elementos en ese proceso de registro.
Por lo que refiere a los jóvenes, se trata de ver si han aceptado o rechazado los criterios que les han enseñado en su hogar y de averiguar si son capaces de enfrentar la realidad y de aplicar esos criterios.E) El ejemplo
Para educar a los hijos, ¿basta el ejemplo de los padres? No, evidentemente. El ejemplo es imprescindible, pero además es necesario que los padres tengan la intención de lograr una mejora en los jóvenes y de contrarrestar la influencia de las malas compañías o de las ideas erradas.
El ejemplo tiene mucho peso porque los hijos tienden a imitar lo que sus padres hacen, pero hay que reforzarlo con ciertas exigencias.
El ejemplo tiene valor porque actúa como estímulo para los hijos, en dos sentidos. En primer lugar, como estímulo para imitar a una persona a quien el niño admirar y quiere y, en segundo lugar, como un estímulo a la reflexión. El ejemplo hará pensar a los hijos sobre el porqué de la acción, especialmente mediante la comparación del modo de actuar de sus padres con el de los padres de sus amigos.
Pero quizá el valor más notable del ejemplo radique en su calidad de estímulo para superarse.
Así visto, el estímulo supone que los padres tienen deficiencias, y ello a pesar de que a veces piensan que es mejor que sus hijos no conozcan sus fallas. Pero seto debe matizarse: si un padre tiene una conducta reprobable o un vicio, entonces su ejemplo será francamente negativo. Pero si tiene una deficiencia no muy grave y los hijos ven que se esfuerza por superarla, entonces pueden imitarlo en este aspecto, de modo que su ejemplo les sirve para desarrollar su fuerza de voluntad.
Con todo, el ejemplo no basta por dos motivos. En primer lugar, no se trata de que los hijos imiten ciegamente a sus padres, sino que sepan hacer suyos los valores, lo cual supone luchar observando ciertos criterios.
En segundo lugar, el ejemplo debe acompañarse por orientaciones razonadas y explicaciones, pues de lo contrario el hijo puede pensar que el comportamiento y las ideas de sus padres nada tienen que ver con él y con su realidad.
Puede suceder que se dé cierta flexibilidad en los hijos, cualquiera que sea su edad, en el sentido de que tiendan a evaluar a los demás por lo que hacen y lo relacionen con lo que ellos han aprendido en su hogar. Así, adoptan su propia conducta como criterio para juzgar a los demás.
La buena voluntad no basta. También hace falta la prudencia para orientar.
F) Ejercitar la prudencia
El propósito es educar con los valores que participan de la verdad. La ley natural debe traducirse en criterios de actuación que nos permitan obrar de acuerdo con nuestra naturaleza, no contra ella. El problema radica en conocer cuál es la finalidad de nuestros actos, pero a este conocimiento se oponen la ignorancia y los prejuicios.
Los criterios son estables y se juzga con rectitud cuando se sabe que la finalidad de la acción es correcta. Esto, a su vez, infunde paz en el corazón. Un recién casado puede trabajar mucho para sacar adelante su hogar, pero una vez que ha alcanzado cierta estabilidad puede pensar en dedicar más tiempo a la familia si sus circunstancias así se lo permiten.La revisión de la relación entre la conducta y los criterios de actuación es fundamental. Pero los criterios han de ser rectos y verdaderos, pues de lo contrario, ese examen será inútil.
Las personas prudentes tienen muy desarrollada su capacidad de observación; saben escuchar y reflexionar. De esta manera, cuando tienen que enjuiciar, están en condiciones de hacerlo mejor que las personas ligeras.
Las vías de mejora presuponen el ejercicio de la prudencia.G) Vías de mejora
Los padres pueden mejorar la vida familiar persiguiendo objetivos de mayor calidad y en abundancia.
Es lógico que el padre o la madre se preocupen demasiado por los objetivos que se relacionan con la convivencia familiar, con los estudios y con la sociabilidad. Pero hay que procurar concretar estos objetivos para que exista una relación más estrecha entre la actividad circunstancial y lo que se pretende conseguir en las esferas mencionadas.
Se puede mejorar persiguiendo los mismos objetivos con mayor eficacia.
La eficacia es importante porque consta de tres elementos; rendimiento, satisfacción y desarrollo personal.
El mejor rendimiento consiste en obtener los mejores resultados con menor esfuerzo y en menos tiempo.
En otras palabras, se está hablando de un trabajo bien hecho.
Si no se obtienen buenos resultados, puede disminuir la perseverancia del padre o de la madre. Precisamente por eso, la persona que se esfuerza requiere experimentar cierta satisfacción.
Quien educa debe estar convencido de que lo que hace vale la pena.
Trabajar bien, por ejemplo conlleva una satisfacción personal. Ésta, a su vez, permite el desarrollo personal que conduce a futuras mejoras (tercer aspecto de la eficacia). Para tener siempre presente estas posibles vías de mejora, conviene plantear el tema de las virtudes en la familia. Cada una de ellas puede proponerse como un objetivo a alcanzar.En cuanto que son manifestaciones del amor, las virtudes son intrínsecamente de mucho valor.
H) Compartir el tiempo con los hijos
Es necesario que el padre y/o la madre se den tiempo para estar con sus hijos y conversar con ellos. Los hijos son el centro de su vida: son más importantes que los negocios, el trabajo y el descanso. Dichas conversaciones conviene escucharlas con atención, esforzarse por comprenderlos y saber reconocer la parte de razón que pueda haber en algunas de sus rebeldías. Al mismo tiempo, hay que ayudarles a encauzar rectamente sus afanes e ilusiones, enseñarles a considerar las cosas y a razonar: Recuérdese que no se trata de imponerles una conducta, sino de mostrarles los motivos que la hacen recomendable. En una palabra, se trata de respetar su libertad, ya que no hay verdadera educación sin responsabilidad personal, y tampoco hay responsabilidad sin libertad.
Los padres educan fundamentalmente con el ejemplo de su conducta.
Lo que los hijos y las hijas buscan en su padre o en su madre no son sólo conocimientos más amplios que los suyos o consejos más o menos acertados, sino algo de mayor envergadura, a saber: un testimonio del valor y del sentido de la vida encarnados en una existencia concreta y confirmados en toda circunstancia.
El tiempo mejor invertido es el que se emplea en convivir con los hijos.
Buscar la motivación positiva
¿Cuáles son las causas que nos motivan a hacer algo? Sin, sin duda, las necesidades, pues por ellas nos movemos para satisfacerlas.
Los elementos que actúan positivamente para incrementar la motivación personal, son:
a) El amor.
b) El afán de saber.
c) La confianza.
d) La seguridad.
e) La alegría.
f) La lealtad.Son elementos negativos:
a) El temor.
b) El odio.
c) La inseguridad.
d) La mediocridad.
e) La venganza.
f) La pasividad.Incluye también en la motivación el estado de ánimo personal y el ambiente que nos rodea.
La tendencia natural de la voluntad es la de hacer el bien, pero no siempre sabemos distinguir el bien del mal. A veces un bien aparente se nos presenta como un bien real: se trata de algo malo con respecto de bueno.
Educamos a nuestros hijos cuando les ayudamos a adquirir virtudes, es decir, hábitos buenos que contribuyen a hacerlos personas más libres y responsables. Los educamos cuando los ayudamos a actuar bien y, por lo mismo, cuando logramos que se esfuercen por mejorar su comportamiento y adquirir más virtudes.
Para que una persona mejore, se deben generara en ella los siguientes sentimientos positivos:
a) Superación.
b) Sinceridad.
c) Reconocer lo que ha hecho mal y lo que ha hecho bien.
d) Arrepentirse de sus errores.
e) Deseo de no repetirlo.
f) Confianza en sí mismo.
g) Rectificación o enmienda.
h) Desear empezar de nuevo.En resumen, se trata de mover la voluntad, de desear evitar que se repita la acción incorrecta, y de dar confianza para que la persona se percate de que sólo ella puede alcanzar su propia enmienda.
Para que haya mejora es necesario que la persona quiera mejorar. Si no lo desea, no mejorará.
El castigo puede obligar a cambiar de conducta mediante el miedo, pero no siempre logrará que se busque lo mejor. Los padres debemos ayudar a nuestros hijos a encontrar el bien verdadero.
A) Cómo educar con elogios
Los elogios forman parte de la educación. Reconocer y alabar algo bien hecho es, en sí mismo, un premio. El elogio refuerza el éxito. Una parte del éxito la constituye la satisfacción de haber logrado algo.
A las personas les gusta que los demás reconozcan sus logros.
Algunas acciones no necesitan premiarse: son gratificantes por sí mismas. He aquí algunos ejemplos:
a) Superar un examen difícil.
b) Un trabajo bien hecho.
c) Aprender algo nuevo.
d) Realizar un acto bueno.
e) Sacar un premio, con esfuerzo.Sin embargo, a veces es necesario reforzar el acto positivo para consolidar la satisfacción que provoca y para recalcar su valor. Entre las ventajas del elogio destaca lo que constituye su principal misión, a saber: que enseña a descubrir la parte positiva de los demás, no sólo de sus errores.
Hacer las cosas bien aumenta la confianza en uno mismo. Los éxitos en las cosas pequeñas animan a intentar las grandes y a mejorar la opinión que se tiene de sí mismo. Esto aumenta la posibilidad de obtener comportamientos adecuados tanto en los niños como en los adultos.
Los proyectos y los objetivos señalan la pauta de la conducta a seguir: los resultados positivos ayudarán a perseverar.
Los elogios son refuerzos que animan a hacer las cosas bien, aun cuando impliquen esfuerzo. El elogio motiva y ayuda a consolidar los actos positivos.
El elogio debe ser verdadero y sincero.
Algunas de las metas que se proponen mediante el uso del elogio son:a) Educar con elogios.
b) Sorprender todos los días a los hijos, haciendo algo bien.
c) Enseñar a los hijos a elogiar a sus hermanos y a sus padres. Así se acostumbran al reconocimiento y a lo bueno que es descubrir las cualidades positivas de los demás.Ejercicios
a) Recordar las tres últimas veces que he elogiado a mis hijos.
b) Si tengo más de un hijo, recordar tres elogios que amerite cada uno de ellos.
c) Hacer los mismo respecto a mi cónyuge.
d) Mantenerme atento para encontrar la primera oportunidad para elogiar a alguien.
e) Escribe, en no más de cinco líneas, lo que más te ha llamado la atención de esta lección.B) Cómo ayudar a los hijos o a los alumnos a mejorar
Es interesante conocer las 10 recomendaciones seleccionadas por algunos grupos de trabajo sobre la familia para ayudar a mejorar a los hijos.
Las 10 recomendaciones seleccionadas son las siguientes:
1. Lo principal es que tu hijo quiera cambiar o mejorar; después él mismo pondrá los medios. Pero si no logra hacerlo, entonces ayúdale a encontrar vías concretas para superarse.
2. Para que mis hijos me escuchen debo escucharlos yo primero.
3. Cuando los hijos toman parte en la toma de decisiones, es más probable que cumplan con ellas.
4. A un padre debe importarle menos lo que sucede cuando está presente que lo que sucede cuando está ausente.
5. Prestar atención es un refuerzo positivo. No prestes atención solamente a los comentarios inadecuados.
6. Humillar a un hijo tiende a hacerle reaccionar en contra. Si además, se le reprende en público, reaccionará mal.
7. La mejor ayuda para triunfar en la vida es acostumbrarse al triunfo, darle oportunidades. Pero también hay que enseñar a los hijos a perder, así como ayudarlos a intentar triunfar una y otra vez.
8. Acostúmbrate a mirar a tus hijos a los ojos, con cariño.
9. Aprende a motivar a tus hijos; hazles ver que pueden. Diles que sólo hace falta que quieran. Así ganarán confianza en sí mismos.
10. Una buena educación empieza con una buena comunicación familiar. Para ayudarles mejor, debes conocer mejor a tus hijos.