Testimonio
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Beba querida
Conocía a Mercedes Folle desde hacía años, en aquellos tiempos la veía en misa con su marido todos los días. Pero llegué a conocerla y tratarla recién hace dos años cuando tuve el privilegio de trabajar junto a ella y a otras señoras. Bebita hacía tiempo que pensaba en cómo influir en los medios de comunicación, así se formó un grupo de trabajo donde cada una se preocupa de escribir cartas a los diarios. Los temas son los relacionados con la familia y sus valores, apoyar, felicitar, denunciar si fuese preciso...
Allí aprendí a conocerla, a ver una mujer de 80 años, joven, activa, con una lucidez muy especial. Cuando Bebita escribía lo hacía de frente, valiente y audaz. Ella salía a la defensa de los valores por los cuales había luchado toda su vida, contra corriente, decía lo que tenía que decir. Sus cartas estaban llenas de valor y de amor.
Sabía decir las cosas y aún cuando no estaba de acuerdo con las ideas de otra persona, siempre defendía las suyas con caridad. Bebita era joven, llena de vida, y con mucho humor. Trabajar con ella fue toda una aventura, siempre había lugar para la risa y para una palabra de estímulo, de consuelo. Yo sabía que había sufrido, había perdido un hijo hacía mucho tiempo, sólo una vez la oí referirse a ese dolor. Era madre de una familia numerosa llena de nietos y bisnietos que adoraba. Tenía un amor inmenso por su marido y seguía viviendo día a día con su recuerdo. Era una mujer de fe, vivía su cristianismo apasionadamente, guardo en el corazón sus consejos y su ejemplo.
Hace poco tuvo que dejar de trabajar, estaba enferma. La visité varias veces. Una mañana hace poco me atreví a ir a verla, quería despedirme ya que sabía que iba a morir. Entré un instante a saludarla, sería la última vez. ¡Cuántas cosas hubiera querido decirle y agradecerle!, pero no había tiempo, sólo pude besarla y decirle que la quería mucho, ella sonrió. Me dijeron: "no te oye, acércate más". Ella contestó: "la oí muy bien".
No fui a su velorio ni a su entierro, no pude. Sé que encontró la paz y el amor que anhelaba.
Ella me enseñó que lo único necesario en esta vida es aprender a amar, todo lo demás apenas tiene importancia.
Gracias Bebita,... te quiero mucho, Marta.