Testimonio
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Despedida de una amiga
Montevideo, 1 de octubre de 2002
Querida familia:
Para Sembrar Familia, el mes de setiembre que acaba de terminar fue un mes que marcó un momento triste en nuestra historia. Una de las integrantes de nuestro equipo de "Quiénes somos", Mercedes Folle, acaba de abandonar la barca de la vida después de haber pasado a través de las vicisitudes de una grave enfermedad.
Como en toda familia, cuando alguien se va de nuestro lado definitivamente, queda en el alma de quienes seguimos acá un vacío difícil de llenar que hay que aceptar porque así ya estaba dispuesto. Pero, cuando se va alguien como Mercedes -- para nosotros y para todos los que la conocieron, familiarmente "Beba" -- ese vacío se siente doblemente doloroso porque ella fue para todos nosotros no sólo una colaboradora eficiente a la hora de trabajar, sino un ejemplo de vida que nos enriqueció con su presencia.
Porque Beba no era una persona que fácilmente pasara desapercibida. Ella era, en realidad, más que una persona, un personaje que sabía muy bien lo que quería, que tenía muy claras las ideas sobre qué es importante realmente en la vida. Madre de una familia numerosa, con muchos nietos y hasta bisnietos, no tuvo reparo en aprender a sus jóvenes ochenta años los secretos de la computadora, a través de la cual se comunicaba con el mundo.
Le encantaba escribir, tenía facilidad y muchas cosas para decir como consecuencia de su experiencia de vida y no perdía oportunidad para defender la causa de los valores de la familia.
Mujer de mucha fe, ahora Beba se habrá reunido con los seres queridos de su familia que le precedieron en este viaje sin retorno. Estamos felices porque ella ya está más feliz que nunca. Para nosotros, seguirá siendo un punto de referencia y, a través del tiempo, iremos incluyendo en nuestra página algún texto suyo. En este momento y, como un pequeño homenaje a su memoria, transcribimos una oración que originalmente escribió con motivo de la muerte de su propio hijo y que, años más tarde, sirvió de consuelo a la familia cuando sufrió la pérdida de un nieto de 10 años. Dice así:
"Una sombra se ha posado sobre nuestro hogar.
Es la mano de Jesús que baja para acariciarnos.
Hemos bendecido esa mano que nos lo dio y nos lo quitó, llevándolo al cielo "santo", sin que la maldad lo rozara, y desde donde pedirá sin cesar por nosotros.
Ofrecemos a Dios los pedazos de nuestros corazones que con amor El destrozó.
Con la absoluta evidencia de la fe, sólo vemos en el dolor el signo de su divina misericordia.
Gracias, Jesús, por la purificación que el dolor hace en nuestras almas.
Gracias por haber comprendido esto que por momentos tanto nos costaba.
Virgen María, a quien lo habíamos encomendado, ayúdanos y ven con nosotros a caminar este camino que hoy empezamos sin él".
¡Hasta siempre, Beba!