Testimonio
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Entrevista a Fernando Parrado, sobreviviente de los Andes
- ¿Qué descubrió a partir del milagro de los Andes?
- Descubrí algunas cosas que resultaron cruciales para el resto de mÍ vida, pero aunque suene extraño, lo más importante que aprendí fue a tomar decisiones. Siempre digo que allá arriba tomé la decisión más importante de mi vida en veinte segundos. Estábamos en la expedición con Roberto Canessa, desde hacía días caminábamos para tratar de llegar a algún lado pero lo único que veíamos era nieve y montañas. Todo el tiempo, nieve y montañas cada vez más altas. En una de las escaladas llegamos hasta una cumbre convencidos de que del otro lado encontraríamos algo que no fuera blanco, esperábamos ver algo que nos diera una mínima esperanza.
Subimos hasta lo más alto, levantamos la cabeza y en lugar de ver un valle verde, nos dimos cuenta de que seguíamos en el medio de la nada. Para donde miráramos había nieve y picos de montañas. En ese momento yo elegí cómo morir, me paré frente a Roberto y le dije: "O nos quedamos acá y nos morimos mirándonos a los ojos, o nos morirnos caminando. Yo quiero morirme luchando". y por eso seguimos caminando, y por eso nos salvamos. Esa fue la decisión más importante que tomé en mi vida: cómo morir.- O cómo vivir...
- Es verdad, ese día decidí cómo vivir.
….El frío era insoportable. Sentíamos que el cuerpo se nos endurecía, no podíamos más. Nos queríamos morir. Horas y horas de eso... días y días de querer morirte... y no te morís. La pregunta entre nosotros no era: "¿Estás bien?"; nos preguntábamos unos a otros: "¿Estás vivo?" y cómo en general el otro no tenía fuerzas para contestar, uno le decía: "Si respirás, estás vivo", e insistía: "¡Respirá! iRespirá más! ¡Aguantá un rato más!!
- ¿Qué cosas valora hoy?
- Valoro las cosas más simples. Primero, el hecho de despertarme cada mañana. No puedo dejar de sentir que yo no tendría que estar acá. Nadie que no haya estado ahí, nadie que no haya vivido la experiencia de volver de la muerte, puede percibir la suerte que tuvimos. Hasta el último día, hasta el último minuto creímos que no nos íbamos a salvar. Fueron 72 días de absoluta condena. Estábamos destruidos, enterrados en el medio de un glaciar.
Por eso cada día, para mí, es un milagro y trato de aprovecharlo al máximo.
- ¿Pero cómo cambió su perspectiva, sus valores? ¿Cuál es para usted la relación entre lo profundo y lo trivial?
- Soy un tipo como cualquiera, pero con el tiempo me volví muy calmo. La gente se hace problema por cosas que no tienen sentido. Están sentados en un restaurante e insultan al mozo que no tiene nada que ver, porque la comida tarda. Yo soy tranquilo y trato, dentro de lo posible, de disfrutar de todo: una comida, un buen vino, una charla con amigos. Hay que pasar por una cosa así para darse cuenta de la diferencia entre lo importante y lo que no lo es. En general, me siento distinto en la percepción de los problemas del día a día: la gente se complica, yo me volví bastante simple. En el trabajo, con mi socio, cuando cada tanto me encuentro discutiendo por estupideces, me acuerdo y digo: no, así no es. A veces pienso que si me fuera mal en los negocios me subiría a una camioneta y me la pasaría cortando el pasto, sería jardinero, que es una profesión que me encanta. Tengo la sensación de que nada es irremediable, que todo tiene solución, y además creo que no estoy condicionado
por la sociedad. Hago siempre lo que siento, no me importa lo que los demás pretenden de mi.
- ¿Qué es lo más importante que les enseñó a sus hijas?
- Esto puede parecer cursi pero lo más importante que les enseñé es el amor. Yo estoy totalmente de acuerdo con esa canción que dice que el amor mueve el mundo. La economía, la política, no existen; la fuerza más poderosa que hay sobre la tierra es el amor. El amor por mi padre me hizo salir de la montaña porque tenía que salvarme para él. El amor por mi mujer cambió mi vida, el amor por mis amigos me hace feliz cotidianamente. Está comprobado casi estadísticamente que todos los hombres que hicieron algo importante en sus vidas, lo hicieron por alguien; en general por una mujer.
- Hablando de mujeres, ¿se enamoró muchas veces?
- Soy un tipo un poco difícil. Tuve mis pasiones como todo el mundo, pero creo que verdaderamente me enamoré una sola vez. El día en que conocí a Verónica, mi mujer, mi vida cambió. El tema es que cuando volví de los Andes todavía era chico y por lo que nos había pasado quería tragarme la vida de golpe. Viví un poco descontrolado durante algunos años, quería hacer todo, tener todas las experiencias posibles. No paraba. Corría autos de carrera, que eran mi pasión, corría motos. Me la pasaba viajando conociendo gente, era medio kamikaze. Tenía la sensación permanente de que no podía perder un minuto, parecía que el tiempo no me iba a alcanzar. Verónica me calmó, me mostró otro mundo. Me sacó de esa intensidad que por momentos se volvía desesperante y me inyectó un poco de paz.
- ¿Se reunió alguna vez con personas que hayan pasado por una experiencia similar a la suya?
- Estuve con sobrevivientes de campos de concentración y con sobrevivientes de un velero que naufragó cerca de Nueva Zelanda. También me encontré con un señor que se electrocutó, perdió los dos brazos, y tuvo que pasar seis meses en la cama de un hospital. En todos los casos, sentí que había algo que nos acercaba.
- ¿Qué era?
- Haber experimentado un contacto tan directo con la muerte y la nueva perspectiva frente a la vida, el agradecimiento por tener la posibilidad de volver a empezar. De alguna manera, todos los que enfrentamos este tipo de experiencia sabemos que tener el mejor auto, el mejor departamento, o incluso una profesión que te convierta en alguien importante, no sirve de nada si no funcionan bien tus afectos.
- ¿Qué papel juega el futuro en su vida?
- No siempre es fácil pero trato de no ocuparme demasiado del futuro.. Mi vida es ahora. Este minuto. ¿El próximo? , veré cuando llegue.
- ¿Cómo se imagina el cielo?
- Para mí, el cielo es hacer el amor con la mujer que amo, eternamente.