Sally llega a casa

Algunas madres salen de su casa sin mayor necesidad justo a la hora en que sus hijos vuelven del colegio. Entonces, cuando los chicos llegan, no hay nadie, o quedan en manos extrañas o se arreglan solos, o se preparan la merienda como pueden, o comen cualquier cosa, o se ponen a mirar televisión, o dejan la ropa y los útiles tirados por cualquier lado y así se van acostumbrando a guardarse lo que sienten o piensan.

2004-11-24

No hay vez en que me reúna con mi amiga Sara – incluso por razones de trabajo -- sin que ella se levante de la reunión a determinada hora diciendo: “Me voy porque Sally llega a casa”. Sin embargo, a los efectos de que haya alguien en casa cuando Sally vuelve, precisamente en su propia familia no hay ningún problema porque la niña es el último escalón de una escalera de varios hermanos, por lo que siempre alguno de ellos está en casa para cuando ella llegue. Pero, no. Sara quiere estar ella personalmente en casa cuando su hija Sally llegue. Y en eso no cede: esté donde esté, haga lo que haga, en el momento que sea, Sara deja lo que esté haciendo y se va a casa, para estar allí cuando Sally llegue del colegio.

Muchas veces las circunstancias de la vida hacen necesario que las madres trabajen fuera, especialmente en hogares en que la mujer - por el motivo que sea – también está o se encuentra sola. Es una difícil situación, no cabe duda. Pero, en muchos otros casos, a veces algunas madres salen de su casa sin mayor necesidad justo a la hora en que sus hijos vuelven del colegio, por motivos que pueden solucionarse en otros momentos. Entonces, cuando los chicos llegan, no hay nadie, o quedan en manos extrañas, o se arreglan solos; o se preparan la merienda como pueden; o comen cualquier cosa; o se ponen a mirar televisión; o dejan la ropa y los útiles tirados por cualquier lado y así se van acostumbrando a guardarse lo que sienten o piensan, y sin darse cuenta – tal vez para no sufrir – se van transformando lentamente en personas indiferentes.

Si miramos las cosas desde el punto de vista de los hijos, tal vez – y sin tal vez – no haya nada más desolador y frustrante para ellos que llegar a casa después de un largo día de colegio y encontrarse frecuentemente solos en un espacio vacío, silencioso, sin nadie a quien contar lo que han vivido, sentido, sufrido o disfrutado ese día. Eso es lo que realmente importa. El mundo y la seguridad afectiva del niño están en su familia – especialmente en su madre – y su casa. Por lo menos lo es para los niños en su primera infancia. Porque cada criatura necesita saber que le importa a alguien, necesita que lo escuchen, necesita compartir sus vivencias y la experiencia de crecer con quien él sabe lo quiere. Porque así estamos hechos los seres humanos: para amar y ser amados. Y en los años de la infancia, con más razón. Por eso, en esto hay que admitir que Sara, como madre, sabe lo que hace porque ella siempre estará allí cuando Sally llegue a casa.

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