Carta del mes
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Pañales y espuma de afeitar
Montevideo, 4 de Agosto de 2005
Querida familia:Entré rápidamente al supermercado con una pequeña lista de compras en mi cabeza. Cuando tuve en mis manos los productos que necesitaba quedé en shock: un paquete de pañales y gilette y espuma de afeitar “para pieles sensibles”, como me había recomendado el dermatólogo.
La noche antes, mi hijo de 13 años me anunciaba:
- “Me quiero afeitar”-
El padre lo tomó con la mayor naturalidad y le acercó los elementos necesarios. Elementos para mí, “de adultos”.
-“¡Pará!" –grité-. "Antes hay que consultar al dermatólogo porque está en tratamiento de acné”.
Fue lo primero que se me ocurrió para posponer esta crucial decisión que ya no tendría vuelta atrás.
-“Está bien” -dijo mi esposo-, más por no discutir que por coincidir.
Al día siguiente yo estaba parada frente al médico quien me miraba atónito ante mis preguntas y dudas.
-“Sí, sí, que se afeite”- se apuró en contestar-.
-“Pero...”- decía yo-, como buscando demorar la cosa, inventando excusas...
Como si fuera algo para avergonzarse seguí consultando al especialista ya con tartamudeos. El dermatólogo, ante mis balbuceos, se adelantaba a mis dudas, “al principio es solo cada tres o cuatro días señora”.
Salí derrotada y fue cuando entré al super. Para mi beba pañales, y para mi hijo mayor, espuma y gilette de afeitar. Caí en la cuenta de lo rápido que pasa el tiempo, que ahora sí no podía seguir más educando a la par, que ya me había convertido de “mami” en “la vieja”.
Supe lidiar con llegadas tardes de bailes, y madrugadas de llantos de bebés, con mamaderas y montañas de milanesas, con escarpines y zapatos de fútbol talle 40, con sonajeros y música de rock o cumbia villera, con Winnie The Pooh y Star Wars, pero esta situación fue la que me hizo entrar en pánico.
Mientras él comenzaba a ponerse espuma en la cara solo atiné a dejar registrado ese momento en la cámara fotográfica, ante las quejas del interesado.
Ver crecer a nuestros hijos es la película más fantástica que se haya filmado jamás y aunque dure 13 años parecen 120 minutos. Parece que el botón de FF funciona sin parar. Poner pausa, detenerse y atrapar esos momentos está en nuestras manos.
“Ojalá ya cumpliera un año”; “ojalá entrara a la escuela”; “ojalá termine la adolescencia”; “ojalá se case pronto”... ¡¡¡Falacias!!! Ojalá podamos valorar todos los momentos que la vida familiar nos regala. Mientras hayan hijos, es tiempo de sembrar y también es tiempo de cosechar. Es hora de no desperdiciar cada etapa de nuestros hijos.
¡Hasta la próxima!