Carta del mes
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Jardín de la vida
Montevideo, 1 de marzo de 2008
Querida familia:
Cada vez que una criatura viene al mundo es una flor que se abre en el jardín de la vida. Porque viene para alegrarnos, para embellecer nuestra existencia, para confirmar la maravilla que significa la creación de un ser humano a partir del amor entre dos personas, para darle sentido y cumplimiento al mandato divino de “Creced y multiplicaos”.
Por supuesto, este mandato lleva consigo una gran responsabilidad porque se pone en manos de los padres una nueva vida. Y, aunque ellos sean meros colaboradores en el proceso de la procreación, no por eso dejan de tener total responsabilidad sobre ese ser indefenso que la vida les ha prestado.
El hijo es un ser distinto del padre y de la madre, independiente, una nueva persona que necesita no sólo protección, abrigo y alimento, sino que necesita – sobre todas las cosas – amor, mucho amor para vivir y crecer en el amor. Porque el ser humano, esencialmente, fue creado por amor y para el amor que es la expresión máxima de la condición humana.
Por eso, cuando un hijo viene al mundo, la alegría es muy grande para toda la familia y todos estamos felices porque esa criatura viene a ofrecernos la ternura de esa inocencia que es reflejo del amor de Dios.
¡Hasta la próxima!